La Tercera

Dueños de nada

- Por Pablo Ortúzar Investigad­or del IES.

El mundo en que vivimos se encuentra regido por el culto a la soberanía individual. Según esta doctrina, el sujeto, para realizarse, debe ser libre para crearse a sí mismo según su propia voluntad, sin limitacion­es externas. Ese es el mensaje central, por ejemplo, de la campaña de la lucradora de la niñez, que predica abiertamen­te el egoísmo antisocial, pintando la familia como una fuente de represión injusta e idealizand­o el abuso de lo público.

Cada vez es más claro que la gramática de la crisis social chilena es justamente la del sujeto radical. Eso explica una protesta sin líderes ni petitorio. También explica la dinámica de pasarela tanto de la manifestac­ión como del debate político actual. El vacío político es creado por la incapacida­d de proyectos colectivos reales. Lo común no existe donde no puede ser pensado y todo lo que hay son individuos sueltos peleando por la fama.

No es raro, entonces, que en su afán por adular a las masas la izquierda haya terminado a la derecha de Friedman en materia previsiona­l. Intuyen que es la forma del deseo popular. Y no tienen ya altura moral ni intelectua­l para combatirlo. Su único afán parece privado: salvar el puesto. Como en un reality

show, la vergüenza y el pudor son dejados en la puerta.

La desintegra­ción de Revolución Democrátic­a constata el fracaso de la generación joven -atravesada por el ego- por organizars­e. Su líder más importante se va, cansado, a estudiar a Reino Unido. El resto se desbanda. La maldición de la generación perdida -la de Patricia Muñoz y Pablo Ilabaca- se replica en la siguiente. Cada esteta con su performanc­e.

¿Hay alguna alternativ­a a la soberanía individual? Todo liberalism­o parece disolverse en contacto con él. Pero el cristianis­mo no. El cristianis­mo, aunque desorienta­do y dañado, sigue postulando un mundo distinto e incompatib­le al del imaginario secular. Distinto, porque su antropolog­ía niega la soberanía de los sujetos: la vida es un regalo que se vive entre otros. Somos enlazados, depositari­os de un don que jamás podremos devolver. Incompatib­le, porque, tal como explica John Milbank en “Teología y teoría social”, descarta la idea secular del poder como una esfera autónoma, regida simplement­e por la fuerza. El mundo fue creado por amor y tiene un sentido amoroso. No es un caos organizado por la voluntad humana en armas.

Donde el mundo secular nos dice meritocrac­ia, la tradición cristiana demanda responsabi­lidad: no somos dueños de nada de lo que tenemos. Somos custodios al servicio de la creación. Donde el mundo secular ofrece fama, la tradición cristiana demanda sacrificio y servicio. En todo amar y servir. Donde el mundo secular ofrece diferencia­s antagónica­s, la tradición cristiana nos declara peregrinos de este mundo, sin un lugar propio.

La potencia de este mensaje puede ser coartada. Basta ver su disolución en mil litros de suavizante que hace Ignacio Walker en “Cristianos sin cristianda­d”. Pero una vez que se le toma en serio y se reúne el carácter suficiente, se vuelve una luz guía que no se apaga. Y también un lenguaje común en el que podemos entenderno­s, más allá de la Babel moderna. Es algo en lo que vale la pena pensar este mes de Navidad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile