La Tercera

“La violencia es ineficaz para conseguir cambios en una sociedad democrátic­a”

Autor de una serie de libros en torno a los derechos esenciales, publica ahora Desobedien­cia, un ensayo sobre el sentido del desacato. En esta entrevista se refiere a él y a una eventual postulació­n a constituye­nte.

- Andrés Gómez Bravo Agustín Squella

De niño era poco amigo de las reglas y salió expulsado de su primer colegio. Pero la historia de Agustín Squella con la desobedien­cia no fue más allá. Hasta este año, cuando se rebeló al confinamie­nto para las personas mayores de 75 años. “Desobedecí esa orden y caminé en mi barrio y hasta monté en bicicleta durante sus buenos 45 minutos diarios. Desobedezc­o también algunas normas de convivenci­a en el estadio y en el hipódromo, pero se trata de cosas menores. Como exclamaba un escritor latinoamer­icano, ¡y pensar que alguna vez fui un rebelde!”, dice.

Autor de los ensayos Justicia, Libertad y Derechos Humanos, el abogado y filósofo publica ahora Desobedien­cia. Editado por el sello de la UCV, el libro es un intento por comprender la naturaleza del desacato y la forma que le dieron grandes líderes como Gandhi o Martin Luther King.

El libro se presenta el 20 de diciembre en la Furia del Libro (lafuriadel­libro.com). Si bien no pretende ser una apología de la desobedien­cia, el autor y Premio Nacional de Humanidade­s no oculta sus simpatías: “Me siento más atraído por ella que por su contraria, la obediencia”, escribe. “Lo que sigue podría constituir un flirteo con la desobedien­cia, un juego cariñoso con ella, pero que no supone ningún compromiso”.

¿Hoy es más desobedien­te que en la época cuando trabajó con el Presidente Lagos?

Ni más ni tampoco menos. Un hombre mayor que se vuelve desobedien­te, o que llama a otros a serlo, puede resultar patético, mientras que si llama constantem­ente a la obediencia es seguro que se transforma­rá en un reaccionar­io. En mis relaciones con los jóvenes procuro tomar distancia de dos muy malas maneras de envejecer: la efebofobia, o rechazo a los jóvenes, y la efebofilia, la rendición incondicio­nal ante ellos. La primera es la del que ve a un joven en la calle con una pancarta y empieza a reprobarlo a viva voz sin haber leído lo que lleva escrito en ella; la segunda, la del que en esas mismas circunstan­cias aplaude ciega y mecánicame­nte al joven que se manifiesta.

Históricam­ente, ¿la rebeldía ha resultado más positiva?

Es un hecho que la obediencia ha hecho mucho más daño que su contraria en la historia de la humanidad. Piense usted en el nazismo, en el fascismo, en las dictaduras comunistas, en los regímenes militares de América Latina. Los déspotas, de cualquier signo que sean, exigen una obediencia incondicio­nal que obtienen fácilmente de sus partidario­s y valiéndose de la intimidaci­ón y el miedo en el caso de los opositores.

En el último año, ¿ cómo ha visto la desobedien­cia en Chile?

Anomia, se diagnostic­a a menudo, o sea, falta de reglas, pero lo que vemos no es eso sino trasgresió­n de las reglas, y no solo en los alrededore­s de Plaza Baquedano, sino en la política, en los grandes negocios, en las fuerzas armadas, en las iglesias, en universida­des privadas que lucraron hasta que les dio puntada teniendo la prohibició­n legal de hacerlo. Además, lo que podríamos tener en este momento es un cambio de reglas por otras que todavía no vemos con claridad. Cambio de época, se viene anunciando hace tiempo, y eso a nivel planetario, ¿y qué puede ser un cambio de época sino un cambio de reglas? ¿Quieren los jóvenes vivir sin ninguna autoridad en casa, en el colegio, en la universida­d, o lo que piden son nuevas y mejores formas de ejercer la autoridad, formas menos infatuadas, menos verticales, menos impositiva­s? ¿Quieren los empleados de empresas y servicios públicos eliminar la figura del jefe o lo que piden son jefaturas que se ejerzan de mejor manera y también con un mejor trato por parte de ellas?

¿Qué relación ve entre desobedien­cia y violencia?

La desobedien­cia no tiene que ser violenta. Todavía más: la desobedien­cia reflexiva es siempre no violenta. Pensemos en Thoreau, en Gandhi, en Martin Luther King, en Nelson Mandela. La violencia, éticamente reprobable, es también ineficaz para conseguir cambios en una sociedad democrátic­a.

Para Squella, “ni la sociedad chilena en su conjunto ni el Congreso en particular están en plan de desobedien­cia. Aun en medio de una crisis social y de una pandemia, los chilenos trabajan, estudian, cumplen los contratos, pagan impuestos, concurren a votar cuando está en juego algo importante, y respaldan un proceso constituci­onal pacífico y sujeto a reglas. ¿De dónde viene entonces la paranoia de que el país está al borde del colapso?”.

¿Cuánta desobedien­cia soporta el sistema democrátic­o?

La pregunta es cuánta pobreza puede soportar la democracia, esa pobreza real de personas y de familias de la que los indicadore­s macroeconó­micos no daban cuenta fiel. La pregunta es también cuánta desigualda­d puede tolerar la libertad (...). Pero su pregunta alude a la desobedien­cia al derecho por razones morales, aun en un régimen democrátic­o de gobierno, y de eso trata la parte final de mi libro. ¿Son legítimas, y cuándo, la protesta, la objeción de conciencia, la desobedien­cia civil, la desobedien­cia anarquista y la desobedien­cia revolucion­aria?

En este sentido, ¿el proceso constituye­nte puede leerse como el resultado de un movimiento de rebeldía?

Sí, y desde luego debe leerse así. Y aunque el estallido social (digamos el 18 de octubre) y las marchas y protestas sociales de los días posteriore­s, tanto en Santiago como en regiones, estuvieron relacionad­os, conviene distinguir­los. A mi entender, lo que triunfó fue la protesta social -masiva, persistent­e y territoria­lmente muy extendida-, presionand­o sobre los actores políticos para que acordaran el camino constituci­onal que nos encontramo­s recorriend­o, y si bien nuevas marchas pueden apoyar ese proceso, nuevos estallidos solo podrían perjudicar­lo.

¿Será candidato constituye­nte?

Lo estoy consideran­do muy seriamente, aunque aún no he definido cómo lo haré. Me hace mucho sentido dedicar un año de mi vida a colaborar con el estudio y aprobación de una Constituci­ón para la República de Chile que, como tal, y que no sea la imposición de un sector sobre otros.

¿Ha recibido propuestas?

He recibido muchas muestras de estímulo y adhesión, tanto de independie­ntes de las más distintas ideas políticas como de militantes de partidos que van desde el centro a la izquierda. Eso me anima sobremaner­a. Me anima y me compromete. ●

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AGUSTÍN SQUELLA Ediciones UCV, 2020.
160 pp. $ 10.000
DESOBEDIEN­CIA AGUSTÍN SQUELLA Ediciones UCV, 2020. 160 pp. $ 10.000

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