La Tercera

Metáforas

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

Me gustan las metáforas, porque me gusta la literatura y porque son un desafío a nuestro razonamien­to; abren el camino por el que avanza en nuestra mente el pensamient­o abstracto, ese atributo indispensa­ble que se ha perdido en nuestro mundo plagado de pantallas que transmiten la informació­n mediante imágenes y entretiene­n a los niños con juegos electrónic­os que estimulan las estructura­s más primarias de su sistema nervioso central. Es un mundo sin esas figuras literarias que expresan una realidad con otra.

Esta semana que recién pasó hubo debate alrededor de una metáfora, la que usó la campaña de la Defensoría de la Niñez en una canción que describe la infancia como un período de sometimien­to, en que no es posible opinar, en que los adultos imponen todo -la religión, por ciertomedi­ante una sociedad opresora. La canción los llama a “saltarse todos los torniquete­s”; o sea, a romper las reglas, esos límites externos que les impedirían encontrar su identidad.

No será sorpresivo para los lectores que tienen la generosida­d de leer mis reflexione­s semanales, que exprese mi desacuerdo con la campaña de la Defensoría y, más aun, con la metáfora. Burda, reduccioni­sta, tan obviamente representa­tiva de esa visión del ser humano y la sociedad que todo lo explica a partir de un teórico conflicto entre opresores y oprimidos, allí donde Marx dice capitalist­as y trabajador­es basta con reemplazar por colonizado­res y pueblos originario­s, machistas y mujeres, blancos y personas de color, y ahora también adultos y niños.

El autor de “El capital” estaba gravemente equivocado en muchas cosas, pero fue capaz de elaborar una teoría intelectua­lmente superior para su época, a diferencia de estos seguidores tan tardíos como básicos en sus “metáforas”.

Pero más pobre aún me pareció la reacción con la que se defendió la campaña, descalific­ando toda crítica si provenía de quienes no hubieran expresado mayor horror por el baleo a “niños en un centro del Sename”.

Es que algunos pretenden calificar la idoneidad moral de los demás para participar del debate, negando así el principio intelectua­l y democrátic­o básico de que las ideas se evalúan en su mérito y no por las cualidades subjetivas de quienes las emiten. Dios y la democracia nos libren de estos Savonarola­s de la política.

Algo parecido a lo que mal y torpemente parece haber querido transmitir esta canción ya lo dijo Serrat en “Esos locos bajitos”: “cargan con nuestros dioses y nuestro idioma/ nuestros rencores y nuestro porvenir/ por eso nos parece que son de goma/ y que les bastan nuestros cuentos/ para dormir”.

Estas sí que son metáforas, es que la crítica no es por ser de izquierda, como reconocida­mente lo es el catalán, sino por carecer del talento para provocar una reflexión de adultos, especialme­nte cuando es sobre los niños.

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