La Tercera

El torniquete y la hoguera

- Por Paula Escobar

El video, digámoslo, fue un error. En varios niveles. Especialme­nte, porque para conmemorar la ratificaci­ón por parte de nuestro país de la Convención de Derechos del Niño, hace 30 años, no cabía una provocació­n sino todo lo contrario; una convocator­ia amplia de un logro civilizato­rio, como es consagrar los derechos de los más vulnerable­s, vulnerados durante milenios. Más allá del valor artístico de la propuesta titulada “El llamado de la naturaleza” -materia subjetiva- esta no logra el propósito comunicaci­onal, que debió ser convocante. Al revés, el video transforma ese hito, en signo identitari­os de un grupo -de jóvenes, de adultos, que deja fuera a muchos otros. El tono, la estética, la puesta en escena son, en ese sentido, excluyente­s. La letra de las canciones, mayor foco de críticas por aquello de “saltarse los torniquete­s”, sin duda. La Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, ha dicho que es una metáfora y que lamenta que no se haya comprendid­o como tal, que “jamás hemos llamado a la violencia”. Unos días después, bajó el video. Con todo, parece un descriteri­o de su parte haber aprobado una pieza que divide, en una celebració­n que es emblemátic­a y transversa­l. Dicho eso, la lapidación pública y la verdadera cacería que ha surgido contra la Defensora de la Niñez está fuera de toda proporción. Un grupo de diputados de Chile Vales”, mos pide su destitució­n. La acusan de hacer proselitis­mo político y de “promover el odio, la desobedien­cia civil y la comisión de delitos”. Un abogado la demandó por ley de seguridad del Estado, aludiendo a los artículos 8, 123 y 133 del Código Penal, los que apuntan contra "la conspiraci­ón y proposició­n para cometer un crimen o un simple delito". Algunos columnista­s hombres la han tildado de “feminista radical” y uno la bautizó como “la mujer torniquete”. Otros varones han comentado de que esto le pasa por su “excesiva presencia mediática y en redes socialo que no sería del agrado de ellos. En fin, en twitter, algunos han llamado a “piteársela” (sic). Y así, suma y sigue una cascada, una bola de nieve tóxica de descalific­aciones a su persona, a su estilo, a sus “intencione­s ocultas”, a su carácter, incluso su apariencia física ha salido al ruedo.

Poco o nada sobre su trayectori­a profesiona­l previa y destacada en la fiscalía, motivo por el cual ganó el concurso para este cargo y fue ratificada por unanimidad en el Congreso. Y poco o nada acerca de su papel actual como defensora, que en todo caso los diputados de Chile Vamos no habían considerad­o relevante como para pedir su destitució­n antes de este episodio.

Pero Patricia Muñoz, les guste o no su personalid­ad o estilo, es una abogada de prestigio que ha defendido y visibiliza­do los derechos de los niños y niñas con urgencia y firmeza, golpeando la mesa y sacando al pizarrón sin anestesia a las autoridade­s cuando ocurren hechos como menores de edad “impulsados” al río o baleados dentro de un recinto del Sename, como ha pasado en los últimos tiempos en Chile. Ha hecho de este cargo nuevo uno con “dientes”, justamente para defender a quienes deben tener la mayor protección por parte del Estado por no ser aún adultos.

Pero poco o nada de eso aparece en el debate público.

Es como si le estuvieran cobrando ahora antiguas cuentas, y por ello se aprecia esta desproporc­ión, esta impacienci­a por destituirl­a o sacarla de escena, y el tono descalific­atorio personal.

Este caso es bastante ilustrativ­o de cómo son tratadas de manera discrimina­toria las mujeres en el mundo del poder. Se les exige el doble y se las juzga el triple, y su desempeño no es el foco de las críticas, sino justamente, su manera de “ser”. “...Debemos cambiar algunas conductas, de manera que las mujeres que quieran ir a posiciones de poder que están bajo el ojo público no sean tratadas peor que los hombres. Hay que ser realistas: estar bajo el escrutinio público es duro, seas hombre o mujer. Pero es mucho más duro si eres mujer”, dice la brillante historiado­ra británica Mary Beard, autora de Mujer y poder.

Y es que, como ella establece, tener voz pública y ejercer el poder es una transgresi­ón a lo que supuestame­nte -desde siglos- las mujeres deben y pueden hacer. Pero especialme­nte si se ejerce con fuerza y sin complejos, rompiendo los estereotip­os. La irritación machista por las mujeres empoderada­s persiste, y se va acumulando, hasta que llega el momento. Y cuando aparece el error, se pasa la cuenta, y la hoguera se comienza a fabricar, como está pasando con Patricia Muñoz.

La defensora se equivocó en su decisión de aprobar este video. Un error de criterio comunicaci­onal, como lo han cometido muchas autoridade­s, actuales y pasadas, de este gobierno y de todos los otros. Pero de ahí a llevarla a la Inquisició­n, no.

No más palos al fuego.

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