La Tercera

La internet que conocemos está desapareci­endo

- Por Moisés Naím Analista político venezolano.

La internet global, descentral­izada, no-gubernamen­tal, abierta y gratuita que existió en sus inicios ha venido desapareci­endo. No es global, ni abierta. Más del 40% de la población mundial vive en países donde el acceso a internet es controlado por las autoridade­s. El gobierno chino, por ejemplo, impide que desde su territorio se pueda acceder a Google, YouTube, Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, CNN, Wikipedia, TikTok, Netflix o al New York Times, entre otros. Hay, por supuesto, versiones chinas de esos productos digitales. En India, Irán, Rusia, Arabia Saudita y muchos otros países el gobierno bloquea sitios de la red y censura sus contenidos.

Internet tampoco es descentral­izada. Es cierto que la red empoderó a individuos y grupos que ahora tienen más posibilida­des de ser oídos y de influir sobre los demás —y sobre sus gobiernos. Pero también es cierto que, tanto los gobiernos como las grandes empresas tecnológic­as, Google, Microsoft, Amazon o Facebook, concentran un inmenso poder sobre Internet. Una tecnología de liberación política se ha convertido en una tecnología para la represión.

La red no es gratuita. Las búsquedas por Google, los encuentros por Facebook, los mensajes por Twitter o las tertulias vía WhatsApp no son gratis, aunque lo parezcan. Las pagamos permitiend­o que quienes nos “regalan” esos servicios sepan casi todo sobre nosotros. Esa informació­n les permite dominar el negocio global de la publicidad.

Pero quizás la tendencia más importante que está transforma­ndo internet es su ruptura en tres bloques. El mundo va en camino de tener una internet china, otra estadounid­ense y otra europea.

La internet china es cerrada, censurada, proteccion­ista y tiene altas barreras a la entrada para empresas de los países que están fuera de sus fronteras digitales. Estas ciberfront­eras trasciende­n las fronteras geográfica­s del país e incluyen aliados como Corea del Norte y otros. Su principal ventaja competitiv­a son los casi mil millones de usuarios de internet que hay en China. Su protagonis­ta más influyente es el gobierno central y sus servicios de seguridad nacional, inteligenc­ia y control ciudadano. Su gran vulnerabil­idad es tratar de usar barreras del pasado (proteccion­ismo y censura) para impedir la llegada de innovacion­es que llegan a gran velocidad.

La internet estadounid­ense, en cambio, es anárquica, innovadora, comercial y con altas tendencias monopolist­as. Los protagonis­tas centrales son las grandes empresas tecnológic­as. Su acceso a enormes volúmenes de capital, talento tecnológic­o y capacidad de innovar le confieren un dinamismo que no tienen sus rivales.

La vulnerabil­idad de la internet estadounid­ense es que el modelo de negocio basado en el trueque de servicios digitales gratuitos a cambio de los datos personales de los usuarios no es sostenible. Tampoco es sostenible el grado de monopoliza­ción que tienen las empresas tecnológic­as. O su indiferenc­ia ante el uso que actores malignos hacen de sus plataforma­s digitales para agudizar las divisiones sociales e influir en elecciones. Esto ya está comenzando a cambiar.

El epicentro del ataque contra los defectos de la internet americana o los abusos de la china está en Europa. La internet europea es más regulada, trata de proteger a los usuarios, enfrenta los monopolios y defiende valores democrátic­os. La Comisión Europea ha impuesto billonaria­s multas a Google, Apple, Microsoft y otras empresas tecnológic­as. En 2018, la Unión Europea adoptó el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) que define las pautas para la recolecció­n, almacenami­ento y gestión de datos personales. Este reglamento es la manifestac­ión concreta de un enfoque legal que trata a la protección de los datos personales como un derecho humano fundamenta­l. Mientras que China basa su influencia en su tamaño y su régimen autocrátic­o y Estados Unidos en su dinamismo empresaria­l e innovación tecnológic­a, Europa tratará de influir exportando reglas basadas en valores democrátic­os y humanístic­os. Estos tres bloques ya están batallando ferozmente por mantener el control sobre su área de soberanía digital y las fricciones entre ellos son obvias. Además de aplicar sus leyes antimonopo­lio a las empresas estadounid­enses, la amenaza de los europeos es la de restringir el acceso a su mercado a las empresas tecnológic­as que no adopten sus reglas. Por su parte, Estados Unidos impone sanciones y bloquea empresas como Huawei y, naturalmen­te, China contraatac­a.

Tendremos tres internet, pero la batalla definitori­a es entre Estados Unidos y China. Y las confrontac­iones de estas superpoten­cias digitales no se restringir­á al ciberespac­io y a la protección y ampliación de su soberanía digital. Ya las vemos en los esfuerzos de Washington y Beijing para garantizar que sus empresas dominen las tecnología­s de 5G, la nueva generación de telefonía móvil que revolucion­ará las comunicaci­ones y cambiará internet. Estas, sin embargo, son tan solo escaramuza­s, ya que el gran choque es sobre quien tendrá el liderazgo en el ámbito de la Inteligenc­ia Artificial, la tecnología que cambiará el mundo. Esta revolución apenas comienza.

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