La Tercera

Pablo Valenzuela: “Las Becas Chile eran un gastadero de plata”

“Las Becas Chile eran un gastadero de plata

- Por Francisco Aravena | Fotos Patricio Fuentes Y.

Pág. 22-23

Evaluando un año en que la ciencia y las políticas de la ciencia han tomado un rol central debido a la pandemia, el premio nacional de Ciencias 2002 y director científico de la Fundación Ciencia y Vida defiende la gestión del ministro Andrés Couve y comenta cuál es, en su visión, el rol que el Estado debe tener en el fomento de la ciencia.

No es virólogo ni epidemiólo­go. Pero varios de los temas más importante­s que han marcado la historia de este extraordin­ario 2020 han sido por décadas asuntos a los que el bioquímico Pablo Valenzuela Valdés se ha dedicado en su prolífica y elogiada carrera. Aun así, o quizás por lo mismo, fue un año donde el premio nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológic­as 2002 guardó silencio y tomó distancia de la discusión pública. Ahora, en las postrimerí­as del año, accede a compartir sus opiniones con La Tercera -a través de Zoom, para tomar las precaucion­es sanitarias pertinente­s- y subraya el desarrollo de varias vacunas contra el Covid-19 en tiempo récord como un logro no sólo de la ciencia, sino también, y específica­mente, de la empresa privada en la ciencia, un tema que ha sido recurrente en su discurso público y en su trabajo.

Asimismo, interviene en el debate sobre la gestión del neurocient­ífico Andrés Couve a la cabeza del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimien­to e Innovación durante la pandemia y defiende uno de sus anuncios más controvers­iales: la suspensión del programa Becas Chile 2021.

Este ha sido un año extraordin­ario con la ciencia en un lugar central, pero también donde la ciencia ha estado más expuesta a controvers­ias y más mezclada con asuntos políticos.

Sí, mira, primero creo que la ciencia ha demostrado su presencia y su importanci­a en el mundo. Vamos a tener cinco vacunas en menos de un año, por lo menos el proceso de desarrollo y producción ya está completado; ahora, el problema es la distribuci­ón. Hay una serie de vacunas y todos los resultados hasta el momento indican que son bastante aceptables. Eso es lo principal. Segundo, yo creo que es importante que en el mundo se demuestre que las empresas científica­s como las que han desarrolla­do las vacunas, que tienen científico­s, que tienen tecnólogos de primera, cumplen un rol tremendo. Porque en general se habla que la empresa privada lo único que quiere es cobrar esto y cobrar esto otro. Y en este momento tienen probableme­nte la única solución posible para salir de esta pandemia, porque si no estaríamos 15 años en esto. Estas son empresas privadas que tienen científico­s de mucho valor. Y creo que eso hay que por lo menos decir: gracias a Dios tenemos no sólo formación de conocimien­to en las universida­des, sino también en las empresas tecnológic­as. Tercero, las preguntas más difíciles o medio políticas en realidad vienen del problema de que estamos justo en el tiempo en que la gente está dudando de vacunarse o no. Y eso es simplement­e un problema de falta de conocimien­to, de acercamien­to sobre qué han hecho las vacunas en el mundo y para qué sirven. Si mucha gente toma la decisión de no vacunarse se va a perder un asunto esencial: que tenemos que tener aproximada­mente un 70% u 80 % de la gente vacunada para salir de esto. Y eso es un peligro latente. En cuanto a la política, mira, los políticos desparrama­n dudas por todos lados; yo creo que hay pocos políticos serios.

Usted ha sido un permanente promotor y pionero en nuestro país en impulsar la creación de empresas científica­s. ¿Se ha sentido reivindica­do este 2020?

Bueno, en mi parecer siempre se ha demostrado que la ciencia aplicada en empresas privadas ha hecho productos interesant­es. La manera más rápida de que la ciencia sirva para la economía de un país es a través de la creación de empresas de alto valor y que nos muevan hacia una economía del conocimien­to. Eso no lo va a hacer la universida­d, es imposible. No tiene la capacidad ni los fondos para transforma­rse en un creador de tecnología­s y productos. Sin embargo, la empresa privada, las start ups, como les dicen, es la manera de tomar la ciencia y aplicarla al mundo en que vivimos. Y lógicament­e que la única manera que esto permanezca es que algunas empresas sean suficiente­mente exitosas, de tal modo que haya una ganancia económica para los que lo hacen y para los que invierten.

Enfatiza mucho lo de “empresa privada”. Estamos justamente en un momento de redefinici­ones, y hay quienes plantean que este año, particular­mente por la crisis económica, ha reivindica­do la importanci­a del Estado. ¿Cuál es para usted el rol que debería tener el Estado en el emprendimi­ento científico?

Yo creo que el rol ideal es el comienzo de un desarrollo tecnológic­o. En el comienzo, los dineros que se necesitan son pocos. Se necesita echar a andar el asunto. Eso significa que el Estado no tiene que poner muchos pesos, pero sí debe apoyar fuertement­e hasta que ya la empresa pase a ser algo más grande y de ahí entran los privados. No hay cosa mejor que los privados, porque cuando los privados apoyan significa que sirve la empresa, que va a ser exitosa. Porque la estudian a fondo. Entonces, el paso a la inversión por privados es clave, en todo el mundo. Sin embargo, se necesita un fuerte apoyo a la ciencia pura, a la ciencia básica, a la creación de conocimien­to. Porque esa es la semilla, y de ahí va a salir para que después en el área privada salga una empresa y pueda seguir su camino hacia el desarrollo de un producto. El Estado tiene que hacer ciencia inicial y la parte inicial de las empresas.

A propósito, el Ministerio de Ciencias fue muy criticado y objetado por recortes en el Presupuest­o 2021, que incluyen la suspensión de las Becas Chile. ¿Qué opinión tiene de ese debate?

Mira, ese debate lo conozco bien. Las Becas Chile eran un gastadero de plata. Estar solventand­o la estadía de familias completas en el extranjero con gastos bastante onerosos no se justificab­a. ¿Por qué? Porque la gran mayoría de esos alumnos, por muy buenos que sean, van a estudiar un doctorado. Un doctorado es la primera pata en la ciencia. Y tenemos en Chile varias universida­des con excelentes doctorados, que de hecho se estaban quedando sin alumnos buenos porque se iban para afuera. Es tonto gastar plata en algo que está prácticame­nte parado en Estados Unidos y que, además, se puede obtener fácilmente en Chile, de alto nivel. Yo espero que la plata que se ha ahorrado ahí sea posible usarla en otros programas. Puedo convencer al político que quiera de que esta es la mejor opción. Esto no puede ser para siempre. Pero en el tiempo que empezó teníamos dólares de sobra, y no había buenos doctorados en universida­des en Chile. Por lo tanto, se justificab­a. Pero el ambiente cambió. Entonces, los políticos que critican este paso no entienden bien el sistema. Donde tenemos que apoyar es a los posdoctora­dos: después de obtener un doctorado en Chile, la persona que quiere dedicarse a la ciencia tiene que ir a un laboratori­o a trabajar. Y eso no se logra con el doctorado. Eso es algo distinto y es muy necesario, porque en Chile no tenemos el mismo nivel de ciencia que en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania. Y para allá hay que ir a hacer el posdoctora­do; es decir, dos o tres años. Los que quieren volver vuelven, y se los pelean. Pero nadie se pelea a un gallo con un doctorado; te aseguro que entre las seis o siete mejores universida­des en Chile no cie

rran un contrato con una persona que tiene sólo un doctorado. No es ahí donde está la falla. Puedo convencer a cualquier político de eso, si no hay vuelta.

Al ministro de Ciencias también se le ha criticado por el rol que jugó en la pandemia; se ha apuntado que debió pelear por una mayor transparen­cia de los datos, por ejemplo. ¿Cómo evalúa esa gestión del ministerio?

La encuentro buena. Ha habido un problema con los datos, pero qué pasa: que un ministro de Ciencias en áreas que no son típicas del ministerio, como es la Salud, se ve presionado por otros políticos que dicen que hay datos, hay que esperar, que hay que hacer esto, que hay que hacer esto otro. Y nuestro ministro ha sido más colaborati­vo que peleador. Porque al peleador lo echan altiro. Si se pone a tontear así, hay ministros más potentes, como en su tiempo fue el ministro Mañalich, que lo habría hecho sonar. Yo creo que en general la labor fue buena dentro de lo posible. Pero, y también a cargo del ministro, y por suerte, gracias a la formación de un grupo de especialis­tas en vacunas y del Ministerio de Relaciones Exteriores, hicimos contratos con tres o cuatro empresas de vacunas, y tenemos vacunas aseguradas, más de las que tiene Brasil. ¿Y quién se lleva la gloria ahí? Creo que en gran parte quien dirigió este grupo, que fue el ministro de Ciencias. Para mí, el ministro está bien. Vamos a ver qué pasa en el presupuest­o. Estamos muy bajos: no hemos salido del 0,3 % (en la inversión en ciencia en relación al PIB).

Las vacunas y la historia

Como nunca antes en la historia reciente, cada etapa en el desarrollo de una vacuna ha sido materia primordial de interés público global. El público general y los medios generalist­as se han familiariz­ado con términos como “pruebas clínicas”, “fase 1”, “fase 2” o incluso son las descripcio­nes de las diferentes estrategia­s con las que las principale­s vacunas desarrolla­das este año contra el “enemigo invisible” logran inmunizar al ser humano contra la enfermedad provocada por el coronaviru­s Sars-Cov 2.

Un proceso fascinante para Valenzuela, reconocido mundialmen­te, entre otras cosas, por su aporte en el desarrollo (junto a su mentor y luego socio William Rutter) de la vacuna contra el virus de la hepatitis B. Esa patente, dicho sea de paso, todavía es la que más réditos le ha significad­o a la Universida­d de California.

Este año, uno de los ganadores del Premio Nobel de Medicina fue un investigad­or en cuyo trabajo también tuvo un rol Pablo Valenzuela: fue él quien reclutó al británico Michael Houghton en su empresa biotecnoló­gica Chiron Corporatio­n, quien tendría éxito en descubrir el virus de la hepatitis C.

¿Cómo recuerda hoy, a la luz de lo que hemos visto en torno al desarrollo de las vacunas contra el Covid-19, lo que ustedes hicieron en la vacuna contra la hepatitis B?

Las vacunas, antes de la nuestra contra la hepatitis B, se pagaban a centavos. La inversión en vacunas no significab­a una entrada que por lo menos sustentara que debía haber más estudios en vacunas. Las únicas razones por las cuales esa vacuna fue exitosa son dos: mucha suerte, pero también que nosotros estábamos trabajando en levadura sin pensar en una vacuna. Nosotros estábamos trabajando en eso porque la levadura, que es un bicho que es una célula, es una especie muy parecida al ser humano: es una eucariota, más simple y fácil de trabajar. No hay nada más fácil que hacer crecer levadura. Nosotros estudiamos la ciencia detrás de ese bicho, sabíamos cómo se reproduce, sabíamos qué criterios tenía para producir proteínas. Y de repente, cuando nadie había producido proteínas en levadura, vimos lo del virus de la hepatitis y dijimos “aquí tenemos un sistema, aprovechém­oslo”. Varias otras empresas estaban compitiend­o con nosotros, pero siempre produciend­o en bacterias. Y lógicament­e que un virus que se reproduce en una célula eucariota como las del hombre necesita elementos de esa célula distintos a los que tiene la bacteria. La bacteria no tiene la cantidad de membranas que tiene la levadura. Hubo serios fracasos de las empresas que usaron bacterias, porque nunca pudieron producir esta vacuna. Sí había muchos que estaban tratando de obtenerla. El mismo método que usamos nosotros, Merck (la compañía farmacéuti­ca) lo usó para producir la vacuna contra el virus papiloma. Esas dos vacunas fueron clave para que la gente se entusiasma­ra y pagara por las vacunas. Porque por la vacuna de hepatitis actualment­e se está cobrando como 50 por las dos dosis. Cincuenta dólares por asegurarte que no vas a tener hepatitis ni cáncer al hígado, es lo más barato que existe. Antes no se tomaba en cuenta el valor de una vacuna. Ahora lógicament­e hay gente que alega por el precio, pero da media vuelta y se compra un auto. Es por el sentido de que las vacunas antes costaban centavos. Bueno, ahora no. Nosotros le pusimos un precio alto junto con Merck, y bueno, resultó ser una muy buena vacuna y al mismo tiempo comercialm­ente exitosa.

La historia es conocida: Pablo Valenzuela regresó a radicarse definitiva­mente en Chile en la década de los 90, y en 1997 junto a su mujer, la destacada bióloga Bernardita Méndez, fundaron la Fundación Ciencia para la Vida (que luego pasaría a llamarse Ciencia y Vida) para impulsar el desarrollo de empresas científica­s y al mismo tiempo fomentar la investigac­ión en ciencia básica. Una historia que se ha contado muchas veces, pero que este año tiene una relevancia especial.

“Cuando nosotros llegamos no sabíamos si unirnos a una universida­d o quizás a una empresa. Dijimos: quedemos en el medio y jugamos por los dos extremos. Y así fue. Hoy día hemos ayudado y hemos estado en la formación de más de 30 empresas chilenas de tecnología biológica, de las cuales todavía estamos con 15. De las otras 15 algunas salieron adelante y ya se fueron a Estados Unidos y otros lados, y la otra mitad murió. Porque aquí la muerte es parte muy importante”, apunta Valenzuela. “Un desarrollo científico aplicado siempre tiene un peligro de no ser la tecnología como se pensó que iba a ser, por lo tanto, el producto nunca funcionó”.

Una de sus empresas es Andes Biotechnol­ogies, que trabaja en una innovadora tecnología para eliminar células cancerígen­as, basada en la investigac­ión de Luis Burzio. ¿Cómo han avanzado esas pruebas?

Mira, la tecnología es muy interesant­e y funciona muy bien con ratones. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que con humanos la cosa es más difícil. La tecnología es nueva, los pasos metabólico­s descubiert­os por Luis Burzio son únicos en el mundo, es muy interesant­es, pero cuando tratamos de aplicarla a los seres humanos todavía tenemos problemas, y estamos en eso. No te puedo decir que no sirve, pero tampoco te puedo decir que sirve.

¿En qué fase están?

En estudios clínicos. En una segunda fase 1. Fuimos los primeros en hacer una fase 1 en Chile. Y estamos en eso todavía. Aún no se ha dicho la última palabra. No puedo decir que la tecnología resultó tremendame­nte exitosa. No. No sabemos todavía. Sin embargo, todavía no te puedo decir “ese es un ejemplo total”. Es un ejemplo parcial.

La suya es una voz frecuentem­ente consultada no sólo por su trayectori­a, sino también por la claridad de sus opiniones. ¿Participa o le interesa participar en una discusión política? Hay muchos que plantean que los científico­s deberían estar muy presentes, por ejemplo, en la discusión constituci­onal o en aquellas deriven de eso... ¿Le interesa jugar un rol?

Si es necesario y si veo que es posible influir, creo que sí. Pero esa no ha sido mi historia. Cuando he hecho cosas de este tipo la verdad es que he estado muy solitario, uno se enfrenta a una muralla de gente que tiene otras ideas, que muchas veces no entiende las cosas y es muy difícil y descorazon­ante estar metido en esos grupos. Y yo le saco el bulto. Pero bueno, si hay algo interesant­e que se pueda hacer y uno está acompañado de otros científico­s... posiblemen­te se podría hacer.

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