La juventud también se acaba
Partieron desafiando el statu quo político con su carisma, energía, juventud. Se tomaron las calles en 2011, tal como los “pingüinos” en 2006, reclamando por la educación. Las instituciones que debían proveer meritocracia, justicia, romper las desigualdades, no hacer del origen el destino, estaban funcionando mal en Chile y ellos emergieron para recordarlo y repararlo.
Su éxito estaba anclado a su edad, a la frescura que se esperaba de sus ideas y propuestas por venir. El recambio que tanto se les demandaba a los partidos políticos chilenos tradicionales, pero que no se producía: nunca les dieron la pasada a los que estaban en la fila. El lugar de esos herederos sin corona de los partidos lo tomaron los jóvenes del 2011, donde estaría base importante de la creación posterior del Frente Amplio, en 2017. Buscaron conquistar corazones y mentes “matando al padre” concertacionista, freudianamente hablando, sin complejos y sin compasión tampoco.
Los frenteamplistas luego se pusieron pantalones y faldas largas, llegaron al Parlamento, administraron partidos y alianzas: tuvieron diferencias, tuvieron aciertos. Pero la estrategia se mantuvo incólume: separarse de quienes condujeron al país desde una dictadura a una democracia con un lápiz y papel, y gobernaron los siguientes 20 años con democracia, gobernabilidad y mucha mayor prosperidad. Luces y sombras, claro que las hubo, pero hay algo indesmentible: dejaron un país mucho mejor que el que recibieron.
¿Y qué pasó con esos “padres” frente al ataque juvenil? De la seguridad y hasta autosuficiencia que proyectaban, pasaron a ensimismarse, de la autoidealización a la autodevaluación. Como si vieran en esos jóvenes desafiantes un espejo doloroso y culposo en el que mirarse. Quedaron prácticamente secuestrados de sus complejos, sin defenderse y, más aún, poniendo su energía en tratar de congraciarse con ellos.
Pero la juventud es una enfermedad que se pasa con los años, y el Frente Amplio hoy se achica, se desdibuja o reconfigura, en un proyecto menos amplio y más en sintonía con lo que el diputado Pablo Vidal llama “la izquierda clásica”: el Partido Comunista, cuyo proyecto y visión para Chile es clara como el agua.
Más allá de con quienes quieran- legítimamentepactar, la crisis de identidad que se ha desatado en el FA tiene que ver con qué poco los unía más allá del desprecio a la obra concertacionista. La indefinición de cuál era o es su proyecto de futuro de país renovado, la visión de sociedad que -decían ellosrefrescaría las derechas e izquierdas tradicionales.
Pero no llegaron esos aires frescos. No han mostrado una mirada de Chile que inspire -como han hecho líderes como Jacinda Ardern o Justin Trudeau y otros- a creer que es posible hacer cambios sustantivos y sustanciales en el bienestar y la equidad de las personas, con la fuerza de la atracción, y no solo la del repudio a las ideas o trayectorias de los rivales políticos con más canas.
La primaria reciente de gobernadores y alcaldes fue el parteaguas, pues hizo que los que querían dar vuelta el tablero y jubilar a los viejos terminaran, al parecer, jubilándose intelectualmente a ellos mismos, a la posibilidad de transformar con su impronta propia. Primero fue el desprecio casi cómico del Frente Amplio a la ex Concertación para ir en un mismo pacto… De ese balde de agua fría vino un despertar que dio origen a Unidad Constituyente. Y la elección primaria, aunque poco masiva, fue reveladora, pues este último pacto logró mucha más votación que el FA. El padre freudiano, dañado y devaluado, al parecer revivió.
RD, el partido emblemático del FA, experimentó una noche amarga. Perdió su hegemonía, y quienes promueven un FA identitario y más radical en sus propuestas, triunfaron. Abandonaron el barco, entonces, quienes querían realmente renovar la centroizquierda con un proyecto de mayorías: el Partido Liberal, y los diputados RD Pablo Vidal y Natalia Castillo. Líderes valiosos y lúcidos.
Y los jóvenes FA -ya no tan jóvenes- decidieron sincerar por fin su mayor afinidad con el PC, acaso una nueva figura paterna sobre la cual definirse. Esta vez no por oposición fiera, sino por admiración acrítica, pero que son dos caras de una misma moneda: falta de identidad y de proyecto propio.
La consecuencia posible y probable de esto es clara: con la oposición dividida en dos, Chile Vamos tendrá grandes opciones de ganar en una proporción mayor a su electorado, incluida la presidencial, a pesar de que el Presidente Piñera rompió el récord total de desaprobación esta semana, con un 7%.
¿Cómo enfrentarán los jóvenes frenteamplistas las consecuencias de su actuar si eso pasa?
Su líder principal, Giorgio Jackson, no estará acá para verlo. El 2022 viajará a Londres a estudiar.
Quizás desde allá verá todo más claro.