La Tercera

“Ver morir a pacientes de 20, 23 y 24 años de Covid es impresiona­nte y al inicio nos impactó mucho”

- Por Juan Andrés Quezada Foto Patricio Fuentes

“Yo nunca había visto pulmones tan dañados... Algunos casos partían como una neumonía típica, pero luego venía una repentina inflamació­n en ambos pulmones -con trombosisy luego un velamiento total, donde el pulmón, que es un órgano transparen­te, se ponía opaco, como un vidrio polarizado...”. “Llegamos a tener 194 pacientes ventilados con diferentes mecanismos. En el peak recibíamos entre 6 a 10 pacientes diarios de Punta Arenas, del norte... Incluso hubo y hay mucha gente que en vez de ir a una clínica, vienen acá, porque saben que hay una atención mejor y menos onerosa”.

“Sentí, y siento miedo de contagiarm­e, es algo inherente; pero en el hospital nos sentimos muy seguros”.

Director de la Posta Central, Osvaldo Carrasco, habla del miedo a enfrentars­e a una enfermedad desconocid­a, de pasar de 180 atenciones diarias a más de 500, y de haber llegado a tener 194 pacientes graves ventilados. “Sí, estuvimos al tope, pero nunca colapsamos”.

El médico Luis Osvaldo Carrasco cuenta que al inicio de la pandemia, el exsubsecre­tario de Redes Asistencia­les Arturo Zúñiga nombró al Hospital de Urgencia Asistencia Pública -que él dirigecomo el “corazón de la batalla contra el coronaviru­s”. Y al recorrer los pisos de la ex Posta Central junto a él hace unos días, ese apelativo se percibe. Se aprecia el movimiento de las trabajador­as y y trabajador­es y cierta tensión en los pasillos.

“Pase, no tenga miedo, aquí está más seguro que en ninguna otra parte”, dice Carrasco, al llegar a una de las Unidades de Cuidados Intensivos, donde es inevitable no sentir temor al contagio, o imaginarse la posibilida­d de estar conectado a un respirador mecánico, como las decenas de pacientes que se aprecian a través de los cristales de los bóxers.

“Mire, en esta sala el personal se cambia de ropa”, comenta el director, abriendo la puerta una especie de camarín como el de un estadio, pero más pequeño, donde está el equipamien­to (zapatos, delantales, guantes, mascarilla­s celestes…) ordenado en cada espacio.

“Esto es igual que una clínica dice con tono orgulloso al mostrar modernos equipos-; este año se han invertido cerca de mil millones de pesos en equipamien­to, más otros 40 millones en adecuación del espacio físico”.

Ya en su oficina, desde donde se cuela por las ventanas el ruido del helicópter­o aterrizand­o con algún enfermo, el médico recuerda la llegada del virus en marzo-abril. “Estábamos frente a una enfermedad desconocid­a que no sabíamos cómo abordarla y, por cierto, expuestos a las consecuenc­ias de ello. Por ejemplo, en el primer mes evitábamos que el paciente entrara a ventilació­n mecánica, porque este era un signo de gravedad; pero nos fuimos dando cuenta de que eso era un error y empezamos a ventilar precozment­e a nuestros pacientes. Mandábamos las imágenes de los pulmones a China y en segundos nos decían: ‘Positivida­d de Covid 90%’. Esto, cuando el PCR aquí no tenía actividad. Así nos adelantába­mos 10 días a la enfermedad (...) Yo nunca había visto pulmones tan dañados... Algunos casos partían como una neumonía típica, pero luego venía una repentina inflamació­n en ambos pulmones -con trombosis- y luego un velamiento total, donde el pulmón, que es un órgano transparen­te, se ponía opaco, como un vidrio polarizado”.

El director cuenta que entre marzo y octubre tuvieron 5.630 egresos hospitalar­ios con enfermedad­es respirator­ias. De esta cifra, 1.497 habían sido hospitaliz­ados por Covid, y de ellos falleciero­n 280.

¿Hubo miedo a no poder recibir a más pacientes?

Estuvimos a tope, pero nunca sentimos que colapsaría el sistema. Fue todo paulatino: Pasamos de 180 atenciones diarias a más de 500; de 16 camas críticas, a 250, convirtién­dose en la mayor UPC del país. Hoy tenemos 100. Llegamos a tener 194 pacientes graves ventilados con diferentes mecanismos. En el peak recibíamos entre 6 a 10 pacientes graves de Punta Arenas, del norte... Incluso hay mucha gente que en vez de ir a una clínica, vienen para acá porque saben que hay una atención mejor y menos onerosa”.

Carrasco confiesa que muchas muertes por coronaviru­s fueron muy dolorosas. “Como médico estás acostumbra­do a ver morir pacientes terminales, con cáncer, añosos... pero ver morir a un paciente de 20, 23, 24 años que al llegar está conversand­o con usted y sólo le falta un poquito el aire, y dos horas más cae en una insuficien­cia respirator­ia y hay que intubarlo; y en cuatro horas más esa persona fallece, es una situación que es impresiona­nte y que al principio nos impactó mucho. No importa que eso impacte a un médico viejo como yo, pero un médico joven, una enfermera joven, un tens que tiene la misma edad, les que crea una situación de preocupaci­ón, por decir lo menos”.

¿Ha sentido miedo? ¿Ha visto miedo en sus colegas?

Claro que sentí -y siento miedode contagiarm­e, es una cosa inherente. Hoy usamos todas las proteccion­es necesarias y en el hospital todos nos sentimos muy seguros. Yo tengo más de 2.500 funcionari­os y sólo 490 se han contagiado, de esos 490 la mayoría fueron tens con un promedio entre 19 y 30 años. Lamentable­mente falleció uno de ellos que tenía enfermedad­es concomitan­tes. De los médicos que se me contagiaro­n no fueron más de 40.

Finalmente Carrasco confiesaqu­e en estos meses han aprendido mucho del Covid y están cada día mejor preparados para enfrentarl­o. Pero precisa que hoy, cuando comienzan a llegar las primeras vacunas al país, “lo único efectivo para frenar los contagios es el distanciam­iento social. Nada mas. Pasemos las fiestas de fin de año solo con la familia”. ●

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