La Tercera

Miente que algo queda

- Pía Mundaca Directora ejecutiva Espacio Público

La semana recién pasada, el jefe del Departamen­to de Extranjerí­a y Migración del Ministerio del Interior señaló en La Tercera, en el contexto de la nueva Ley de Migracione­s, que “poco ayuda la visión buenista de que nuestro país sea el centro de la rehabilita­ción de migrantes delincuent­es, porque genera tensión entre nacionales y extranjero­s”. No quisiera referirme al mensajero de dicha frase, sin embargo, creo que hay aspectos profundame­nte delicados en el contenido, justamente porque pueden profundiza­r tensiones entre nacionales y extranjero­s sobre la base de argumentos infundados.

La falsa relación entre migración y delincuenc­ia es algo que ya he tratado en este espacio. Es usada con frecuencia, homogeniza la diversidad de proyectos migratorio­s existentes en Chile y activa con facilidad sentimient­os de división. Diversos estudios publicados durante este año, tanto en Chile como en el extranjero, reiteran una y otra vez que decir migración y delincuenc­ia en una misma frase no tiene evidencia que lo respalde. Además, la autoridad realiza una asociación que es doblemente falsa (ninguna organizaci­ón ha señalado eso y no existe la vinculació­n migración-delincuenc­ia), dañando profundame­nte nuestra ya debilitada cohesión social.

La frase también asume una ilusión que nadie con algo de conocimien­to de realidad de Chile podría tener. La situación carcelaria de nuestro país dista, tristement­e, de ser un lugar que facilita la rehabilita­ción. De hecho, me costaría creer que existan actores dentro de la discusión migratoria que crean lo contrario. Así también lo han señalado diversos informes que sustentan esta situación. El informe anual sobre derechos humanos en Chile realizado por la Universida­d Diego Portales el año 2018, el estudio sobre las condicione­s carcelaria­s en Chile del Instituto Nacional de Derechos Humanos y el informe llevado a cabo por la Fiscalía Judicial de la Corte Suprema revelan la realidad de hacinamien­to, sobrepobla­ción, violencia y otras tantas deficienci­as que degradan la calidad de vida y dignidad de las personas privadas de libertad. En Chile, la rehabilita­ción sigue siendo una tarea pendiente, independie­nte de la nacionalid­ad de quien esté privado de libertad.

Por último, la frase que cito al inicio de esta columna resume un espíritu que debemos evitar a toda costa: el desprecio y la caricatura hacia cualquier actor que es parte de la discusión pública. Somos muchas personas quienes creemos que la deliberaci­ón pública está en deuda, que las legítimas discrepanc­ias deben sostenerse sobre argumentos sólidos y que el proceso constituye­nte establece un camino que permitirá articular una conversaci­ón sobre nuestro país que ha estado pendiente y de la cual deberán participar las distintas voces. Todo lo anterior es aún más apremiante y exigible en aquellos quienes desde el Estado deben cuidar nuestra República.

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