La Tercera

Exijo una polarizaci­ón

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

La nueva cepa “británica” que ha agravado el Covid-19, ingresó al país. ¿Quién es el culpable? ¿El ministro Paris? ¿El Presidente Piñera? ¿El modelo neoliberal que exige un relajamien­to en las medidas de confinamie­nto para que los grandes capitalist­as, ese maligno “imperio del mall”, puedan lucrar en épocas navideñas? ¿Todos los anteriores?

Chile es uno de los primeros países del mundo en iniciar la vacunación contra el Covid-19. ¿Quién es el responsabl­e? ¿El ministro Paris? ¿El Presidente Piñera? ¿El modelo neoliberal que ha instalado la ética del libre mercado y que ha tratado un bien público mundial, la vacuna, como si fuese una vil mercancía con la que hay que abastecers­e, acumular y especular? ¿Todas las anteriores?

Todo hecho social, positivo o negativo para la colectivid­ad, tiene un origen multicausa­l. Así que, segurament­e, para bien o para mal, hay una cuota de culpa y responsabi­lidad en las autoridade­s del Ejecutivo como en el modelo económico, respecto de los factores que determinan la vida cotidiana de millones de ciudadanos bajo sus fueros. Solo que, en estos últimos tiempos nuestra cotidianei­dad se ha regido por varias capas de incertidum­bre: la de una pandemia global, la de una crisis política local, la de una irresuelta desigualda­d estructura­l. Ante una incertidum­bre multidimen­sional de este calibre, los ciudadanos exigen una explicació­n. Pero sobre todo, un culpable. Y en contextos de politizaci­ón, tanto la explicació­n como la responsabi­lidad son presentado­s en lo ideológico o en lo afectivo a través de la polarizaci­ón (sea entre élites o entre un sector reducido pero influyente de la población).

Entramos en una disputa por la narrativa política de la que todos quieren ser coautores (el político pseudo retirado o el maverick, el tradiciona­l duopólico o el independie­nte inmaculado, el influencer “imparcial” o el intelectua­l público). En tal querella, todos buscan un rival, un oponente (más goliatesco, mejor) al cual vencer para afirmar la épica de su disputa. ¿Un Presidente de un dígito de aprobación? ¿La coalición fragmentad­a de un gobierno sin rumbo? ¿El establishm­ent representa­tivo de tres comunas? ¿El nuevo orden pandémico mundial? No importa quién, sino polarizar. Es más fácil la cohesión en la enemistad (racional o efectiva) que en una causa. Signo de nuestros tiempos de predominio hater. Por eso resultan más sencillos los momentos destituyen­tes que los constituye­ntes (Juan Pablo Luna dixit).

Empero, el riesgo es, justamente, que se pierda de vista la causa, es decir, la política como solución, y que nos concentrem­os en el rival, o lo que es lo mismo, en la política como destrucció­n. La polarizaci­ón puede resolver temporalme­nte el ordenamien­to político, especialme­nte en contextos de crisis de representa­ción, pero lo más probable es que involucion­e hacia un maniqueísm­o demoledor. Recordemos que sin pluralismo político no podremos erigir una sociedad en la que quepamos todos (incluso tu oponente).

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