La Tercera

Una nueva etapa para Reino Unido y la UE

Con el acuerdo in extremis alcanzado entre las partes, Boris Johnson se anotó un triunfo político, aunque ahora deberá administra­r los inevitable­s costos económicos que traerá la salida de la UE.

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Cuatro años y medio después del histórico referéndum en que una mayoría de los británicos apoyó la decisión de abandonar la Unión Europea (UE), Londres y Bruselas lograron sellar el último capítulo de su divorcio. Luego de la salida británica de la unión política el 31 de enero de este año, solo faltaba definir los términos de la relación comercial. Un objetivo visto como excesivame­nte ambicioso por algunos, consideran­do que las partes tenían solo 11 meses para concretarl­o, porque hoy concluía indefectib­lemente el plazo para separar definitiva­mente aguas. Es cierto que el pacto firmado a fines del año pasado permitía que Londres pidiera una extensión en caso de ser necesario, pero no solo el primer ministro Boris Johnson insistió en reiteradas ocasiones que no lo haría, sino que además el plazo para ello vencía en junio de este año y Downing Street nunca mostró voluntad de usar esa carta.

Hasta último minuto las posibilida­des de que se produjera un Brexit sin acuerdo estuvieron sobre la mesa. Fue un juego de póker que se llevó al límite, en medio de un creciente clima de incertidum­bre y el temor a los efectos económicos que ese escenario tendría. Solo salió humo blanco siete días antes de que venciera el plazo. En qué medida el caos desatado por la decisión de la UE -de cerrar sus fronteras con Reino Unido, tras conocerse la aparición de una nueva variante del coronaviru­s en suelo británicoa­celeró el pacto, es difícil saberlo, pero lo cierto es que las filas de camiones en Dover y los temores de un creciente desabastec­imiento adelantaro­n el colapso que generaría la falta de un acuerdo. Y coincident­emente llevaron a que esa misma semana Londres y Bruselas sellaran el fin de las negociacio­nes.

Para el primer ministro británico el pacto, que fue respaldado mayoritari­amente ayer por el Parlamento de su país es un indiscutid­o triunfo político. Como había prometido, logró cumplir la voluntad de la mayoría de británicos que respaldaro­n el Brexit en 2016. Pero en los hechos, el acuerdo está lejos de satisfacer las expectativ­as de su base más dura de apoyo. No solo Reino Unido seguirá en la práctica sujeto a las normas medioambie­ntales y laborales de la UE, sino que en el tema más simbólico, el de la pesca, se acordó finalmente fijar un periodo de transición de cinco años durante los cuales la UE cederá a Londres un 25% de sus cuotas de pesca en aguas británicas, lejos del 80% que aspiraba Boris Johnson. Y tras ese plazo, las cuotas se negociarán anualmente. Un tema que, según prevén en Londres, traerá conflictos para Downing Street.

Es un hecho que para Reino Unido el Brexit tendrá costos. El propio gobierno británico prevé un crecimient­o menor del PIB de 5% en los próximos 15 años producto de la salida de la UE. Además, políticame­nte el país podría verse debilitado en el escenario internacio­nal. Pero a la vez, como insiste el primer ministro británico, su nuevo estatus le dará más libertad para operar, en especial en futuras negociacio­nes comerciale­s –hasta ahora ha renegociad­o 58 de los 70 acuerdos comerciale­s que tenía la UE. A la larga, la clave estará en qué pesará más, y en qué medida los costos asociados a la salida del bloque terminen poniendo en cuestión la decisión.

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