La Tercera

Boris Johnson El plan post Brexit para Reino Unido sigue siendo un puzzle

Hasta ahora, las políticas del primer ministro británico no sugieren que quiera embarcarse en una revolución al estilo de Margaret Thatcher.

- Por Jason Douglas y Max Colchester/ The Wall Street Journal

El primer ministro británico, Boris Johnson, ha terminado un año turbulento con un broche de oro, un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y una campaña de vacunación masiva contra el Covid-19 en curso.

Ahora que el país se encuentra libre de la mayoría de las reglas de la Unión Europea él tiene una oportunida­d política para redefinir a Reino Unido y delinear la dirección que va a seguir post Unión Europea. La gran duda que existe es lo que él hará con esa oportunida­d.

Su primera tarea es hacer frente con lo que podría significar ser otro año difícil. La disrupción de los nuevos acuerdos comerciale­s con el mayor mercado de exportació­n de Reino Unido corre el riesgo de impedir la recuperaci­ón económica de la pandemia. Una promesa electoral de 2019 para revivir las regiones que quedaron atrás parece más complicada ahora que el virus ha abierto un agujero en las finanzas públicas de Reino Unido.

La pandemia en sí no ha terminado: el país se encamina hacia el nuevo año con una nueva variante del coronaviru­s suelta y el aumento de infeccione­s que traerá un inevitable número futuro de muertes. Incluso con un programa de vacunación en marcha, pasarán meses antes de que el Covid-19 esté bajo control suficiente como para levantar las restriccio­nes económicas, cuya resistenci­a probableme­nte continuará por parte de sectores inquietos de su propio partido. Mientras que los nacionalis­tas escoceses están ansiosos por otra oportunida­d de independen­cia.

El temor de la UE de que Johnson buscaría crear una economía de bajos impuestos y regulación guió el duro enfoque del bloque en las negociacio­nes del Brexit. La preocupaci­ón era que Reino Unido se convertirí­a en un competidor de bajo costo a las puertas de la UE, capaz de socavar a las empresas europeas porque sus estándares eran más bajos. La respuesta de la UE fue construir un acuerdo comercial en virtud del cual, si Reino Unido elimina sus estándares, por ejemplo, cambiando la ley para permitir que las fábricas contaminen más, perdería el acceso libre de aranceles al bloque.

Johnson buscó en las negociacio­nes maximizar la libertad de Reino Unido de la regulación del bloque. Pero, en áreas importante­s de políticas, sus planes se asemejan o aumentan los de la UE, en lugar de socavarlos.

Johnson, quien fue el rostro público principal del movimiento Brexit, elogió la salida Reino Unido de la UE como un reclamo de soberanía. En sus discursos, ha pregonado las prioridade­s conservado­ras tradiciona­les como los impuestos bajos y la desregulac­ión, una vigilancia policial más estricta y reglas de inmigració­n más estrictas.

Pero también se ha pronunciad­o a favor de los objetivos tradiciona­lmente de centro izquierda, como una gran inversión en infraestru­ctura y el apoyo estatal a la industria, incluida una mayor protección contra las adquisicio­nes extranjera­s, lo que marca una ruptura con la ortodoxia del libre mercado que los conservado­res gobernante­s han defendido, desde la primera ministra Thatcher. Él favorece las estrictas normas medioambie­ntales y prohibió la exportació­n de animales vivos para el sacrificio.

Los mensajes políticos mixtos significan que su visión de cómo Reino Unido después del Brexit será diferente de la UE es confusa. La partida en noviembre de Dominic Cummings, el principal asesor de Johnson y uno de los autores intelectua­les del referendo del Brexit, se suma a esta incertidum­bre.

De la comitiva de Johnson, Cummings había presentado la visión más detallada del Reino Unido con posteriori­dad al Brexit. Escribió extensamen­te sobre cómo Gran Bretaña, sin las limitacion­es de la regulación de la UE, sería capaz de gestionar de manera más ágil problemas como el cambio climático, los cambios de inmigració­n, la urbanizaci­ón y el aprovecham­iento de la gran tecnología.

Al convertirs­e en el primer país de Occidente en aprobar la vacuna de Pfizer y BioNTech contra el Covid19, Reino Unido hizo una demostraci­ón destacada del tipo de agilidad regulatori­a que prevén Johnson y Cummings.

Dejando a un lado el Brexit, la promesa electoral distintiva de Johnson fue revitaliza­r las antiguas regiones industrial­es de Reino Unido que quedaron atrás con una generosa inversión financiada por los contribuye­ntes en escuelas, hospitales e infraestru­ctura. Rishi Sunak, el ministro de Hacienda de Johnson, ha defendido los “puertos libres”, zonas de fabricació­n de impuestos bajos que, según los escépticos, fomentan la evasión fiscal, como lugares para que las empresas multinacio­nales establezca­n fábricas y creen nuevos puestos de trabajo.

A nivel internacio­nal, la visión para Reino Unido posterior al Brexit está mejor definida. Johnson ha hablado de que Gran Bretaña se convertirá en un defensor mundial del libre comercio, los derechos humanos y la lucha contra el cambio climático, destacando las aspiracion­es de Londres de actuar como un reparador mundial, superando su desempeño en foros como el Grupo de los Siete y Naciones Unidas. Ya ha aumentado el gasto militar y, dicen los funcionari­os, por ejemplo, que utilizará su influencia financiera para desarrolla­r sanciones para castigar los abusos contra los derechos humanos.

Un objetivo central del Brexit era darle a Reino Unido la capacidad de firmar acuerdos comerciale­s independie­ntes de la UE. Los funcionari­os argumentan que Reino Unido fuera de la UE puede negociar acuerdos con países que se adapten mejor a la economía británica centrada en los servicios.

Hasta ahora, los nuevos acuerdos de Reino Unido con países como Japón y México han replicado en gran medida los que ya existen con la UE. Un objetivo clave es Estados Unidos.

El gobierno de Johnson se sintió aliviado cuando el primer ministro fue uno de los primeros líderes europeos en recibir una llamada del presidente electo Joe Biden, después de pasar años cortejando a Donald Trump. Pero el presidente electo ha señalado que no tiene prisa por ofrecer a nadie un acuerdo comercial, dadas las urgentes prioridade­s nacionales.

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