Paula Daza, la sobreviviente
“Nuestro liberalismo no es de salón, es plebeyo, para gente normal”
AEl año en pandemia ha cambiado a la subsecretaria de Salud Pública. De ser un rostro desconocido, pasó a ser la cara más cercana en Salud.
De rehuir del conflicto, pasó a enfrentarlo. Y en todo ese proceso la doctora Paula Daza se ha transformado, también, en algo más: la cara
más antigua del gobierno contra el Covid.
Paula Daza le gustaba celebrar su cumpleaños. Eso al menos dice su hermana, Loreto:
–Siempre invita a toda la familia a su
casa y cocina ella.
Pero el año pasado fue distinto. A fines de enero, la subsecretaria de Salud Pública llevaba tres semanas preparándose para la llegada del coronavirus a Chile. Las proyecciones eran que la enfermedad se convertiría en pandemia y, por eso, la doctora Daza tenía a cargo instalar una aduana sanitaria en el aeropuerto y comenzar a desarrollar un plan de trazabilidad del virus. El Covid, puesto así, venía a tensionar las rutinas de alguien que ya le dedicaba muchas horas a su trabajo. Una asesora dice, por ejemplo, que desde 2018 Daza sólo se había tomado cinco días de vacaciones y que solamente se dejaba los domingos por la mañana para estar con su madre y almorzar con sus tres hijos.
–Sabíamos que esto iba a ser un maratón –explica Arturo Zúñiga, exsubsecretario de Redes Asistenciales–. Entonces, durante el verano, teníamos que cumplir unas rutinas para estar preparados.
Daza se sentía lista. Todos sus años como neonatóloga la habían preparado para emergencias de medianoche y jornadas laborales funcionando con pocas horas de sueño. Pero esto era distinto. Porque en su cabeza estaba la idea de hacer algo más grande, porque ese 25 de enero cumpliría 60 años. El estallido social había reducido sus ganas en un principio. No sentía que había ánimo para festejar. Y después vino el Covid a sepultar sus planes.
Paula Daza cumplió 60 años sin invitados, porque estaba tratando de adelantarse a algo que ocurriría seis semanas después, cuando se confirmó el primer caso positivo en el país.
Una de las primeras cosas que hizo fue formar el consejo asesor independiente: un panel de expertos y académicos que tenían que guiar las políticas del gobierno. Ante la incertidumbre, convocar a ese grupo fue un intento por reunir conocimiento y aprender. Quizás por esas decisiones, por la forma que tiene de ser, es que su hermano, el economista José Luis Daza, piensa que ella se había estado preparando toda su vida para este momento. Y da un ejemplo:
–A fines de los 80, cuando seguía casada con José Luis Vukasovic, él se ganó una beca de cardiología en la Universidad de Leeds, en Inglaterra. Ella recién había sido madre de su primer hijo y viajó con él. Estaba sola, pero quiso aprovechar su tiempo. Así que decidió que quería aprender sobre economía. Yo le regalé un libro introductorio de 500 páginas. Es la única persona que conozco que hizo todos los ejercicios de ese libro.
Solo que en esta pandemia no solamente tenía que querer aprender sobre el virus. También a relacionarse con personas distintas a ella. Pasaba que la doctora Daza, hija de Pedro Daza, un diplomático chileno que estuvo entre los fundadores de Renovación Nacional, recién se había aproximado a la política, como independiente, cuando participó de la elaboración del programa de Salud de Evelyn Matthei. Fue en 2013, año en que la actual alcaldesa de Providencia fue la candidata presidencial de la derecha.
A pesar de su lejanía con lo partidista, su apellido pesaba. Abría puertas.
–Cuando conocí a Paula, de alguna manera yo ya tenía referencia de toda su familia –recuerda Matthei.
Desde marzo de 2018 que es subsecretaria. Pero entonces trabajaba con un ministro de Salud con el cual tenía cercanía, como Emilio Santelices. El regreso de Jaime Mañalich al Minsal significó un cambio de estilo y trato que comenzó producir roces con las tensiones propias de una crisis sanitaria. Uno de los primeros que se produjeron de forma pública fue a partir de los ventiladores mecánicos. En abril ella admitió que la compra de estos no estaba siendo gestionada a través de la embajada china. Y eso contradecía algo que Mañalich había asegurado el mes anterior.
–La doctora Daza topaba con el ministro Mañalich –reconoce Arturo Zúñiga–. Es difícil adaptarse a trabajar con Mañalich. No aguanta que hagas el trabajo a un nueve. Te va a exigir siempre un 10. Y no todos siempre conseguíamos el 10. Para él eso no era aceptable. Entonces, cuando eso pasaba, te manda de vuelta hasta que logres el 10. Y esa actitud a lo mejor causó que esta relación fuese menos cordial.
Fuentes del Minsal recuerdan algunos episodios. Aseguran que Mañalich, que no quiso participar de este reportaje, no estuvo conforme con la implementación de las aduanas sanitarias en el aeropuerto. Sentía que la medida no se estaba ejecutando con la celeridad requerida y, por eso, levantó su voz en esas conversaciones con Daza.
Ahí, dice un médico cercano a Daza, comenzó el periodo más complejo para la subsecretaria:
–Ella estaba cohibida y presionada por el doctor Mañalich. Claramente, ella tenía una presión insostenible de parte de él.
Quizás todo eso reventó el 20 de abril. Ese día, Paula Daza habló sobre la “nueva normalidad” a la que nos tendríamos que adaptar. Dijo: “¿Me puedo juntar con un grupo de amigos a tomar un café? Probablemente sí, con unos pocos amigos, con cuatro amigos, con distanciamiento social, con mascarillas, con lavado de manos y manteniendo esas medidas de cuidado personal y, sobre todo, de prevención”.
A pesar de que Jaime Mañalich salió a respaldarla, esa vocería fue ampliamente criticada como poco clara y porque entregaba una noción de relajo a la ciudadanía. Fue, por lo mismo, la primera vez que la subsecretaria se convertía en el blanco de las burlas en las redes sociales y de los reproches de la oposición. A su hermana, Loreto, le dijo que estaba aprendiendo, que entendía que tenía que expresarse mejor.
En su entorno laboral, en cambio, no podían dejar de ver la ironía en el asunto.
Pasaba que a la subsecretaria ni siquiera le gustaba el café.
Lecciones de pandemia
A Paula Daza no le acomodaban las vocerías durante la era Mañalich. No era, dicen cercanos, algo personal con el ministro. O el tener que explicar los avances y retrocesos a la ciudadanía. Porque todo eso podía relacionarse con el trabajo que durante años había hecho como académica en distintas universidades. Lo que realmente molestaba era lo rígida que se sentía en esa puesta en escena, parada y mirando a la cámara, muchas veces durante horas.
–Estar parados con ese atril –sostiene Zúñiga– casi que se sentía como enfrentar a un pelotón de fusilamiento.
Aún así, su tono cercano logró generar empatía. La presidente del Colegio Médico, Izkia Siches, decía a fines de abril que Daza comunicaba de forma transparente y Enrique Paris, entonces exlíder gremial, la describía como una “madre acogedora y comprensiva”.
Solo que los números ascendentes de contagios en mayo, un mes en el que se sumaron más de 83 mil nuevos enfermos, no podían combatirse solamente con empatía. Mientras los primeros embarques con ventiladores mecánicos aterrizaban en Santiago, los avances en trazabilidad, un terreno menos vistoso y televisivo, no se mostraban. Eso dice el entonces subsecretario Zúñiga, fue un “error ministerial”.
Tener a la Región Metropolitana en cuarentena y a autoridades discutidas requería de una nueva voz, mucho más técnica, comunicando. Así fue como Rafael Araos se sumó como jefe de epidemiología.
–Era evidente que ella estaba en una situación de gran estrés –cuenta Araos–. Me pidió que articulara grupos de trabajo, que ayudara con los datos de trazabilidad y a incluir otros actores en al manejo de la pandemia, como las universidades. Eso lo valoré muchísimo. Porque el vínculo entre Estado y academia no es algo que se da naturalmente.
Mientras era parte de un ministerio que peleaba por mantener credibilidad en la ciudadanía y de prevenir que todo el sistema de salud colapsara, Daza, dice su hermana Loreto, sumaba la preocupación de no traicionarse a sí misma:
–No podía cambiar quién era. Esa era su preocupación. Si alguien le recomendaba alzar la voz, ella no quería tener que convertirse en una persona agresiva.
Ese debate interno sobre si su tono delicado y formas no confrontacionales eran los indicados para liderar la Salud Pública del país,
sucedía durante los momentos más duros de la pandemia.
–Estaban existiendo siete mil casos por día y un número de fallecimientos que eran dolorosos y ella se paraba a entregar la información nunca con alarma, sino que haciendo un llamado al autocuidado. Ella nunca demostró esta alarma que hubiera sido tremenda para la población. Porque todos nos vimos en un túnel sin luz alguna vez –explica María Teresa Valenzuela, del consejo asesor.
Un ministro agrega que Sebastián Piñera también fue duro con ella en la parte más crítica de la pandemia.
–La Paula no era tan concisa con los datos, con los números y eso no le gustaba al Presidente. También es cierto que Mañalich no le permitía tener acceso a muchas cosas. Un exministro señala otra cosa:
–Entiendo que es cierto que Jaime trató de sacarla. Tuvieron diferencias en la gestión y, obviamente, no le resultó a Jaime. Porque ella sigue siendo subsecretaria. Por ejemplo, ella planteó mucho antes que se concentraran en la trazabilidad con mucha fuerza, y eso no se activó hasta que hubo cambio de ministro.
Daza, que tenía cercanía con Mario Desbordes en RN y con Cristián Larroulet en La Moneda, nunca supo si esas gestiones para removerla existieron. Desde su círculo indican que Mañalich nunca le demostró que quisiese prescindir de ella. Aunque tenía claro que no era de su círculo de confianza. Sacarla tampoco habría sido fácil. No sólo por el apoyo de Desbordes, sino por el peso de su apellido en RN.
El que sí terminó saliendo fue Jaime Mañalich. El 13 de junio, y luego de que un reportaje de Ciper mostrara que las cifras que el Minsal informaba a la OMS eran distintas que las que se comunicaban en las vocerías, renunció.
Daza estaba en su casa cuando supo. En La Moneda, se enteró de que Enrique Paris sería el nuevo ministro.
–Lo que conversamos con la Paula fue que lo más probable es que nos pidieran los cargos, porque eran de confianza –recuerda Arturo Zúñiga.
Pero Paris, en cuanto asumió, dijo que confiaba en ella.
Levantar la voz
Paula Daza comenzó a sentirse más cómoda con quien debía ser. Y en eso no sólo tenía que ver la llegada de Paris, que relajaba a sus equipos para obtener rendimiento, en vez de estresarlos, sino también que la subsecretaria fue capaz de ir encontrando su voz en las instancias decisivas.
La primera vez pasó en julio. El comité de crisis estaba reunido con el Presidente y las autoridades de Salud tenían que exponer. En un momento, cuenta un testigo, Karla Rubilar, entonces vocera, dijo que el gobierno había estado débil en trazabilidad y aislamiento. Y esas eran dos áreas de Daza. En vez de quedarse callada, de rehuir del conflicto, hizo todo lo contrario:
–Dijo que si entre nosotros no creemos en el trabajo que hacemos, qué queda para la ciudadanía –dice Arturo Zúñiga.
Por lo mismo, cuentan testigos, Daza pidió aumentar el presupuesto de trazabilidad. Dijo que tenía un plan, lo mostró y Piñera aprobó los recursos. En el entorno de la pediatra, sienten ese momento como un hito. Pero uno interno. Pocas semanas más tarde, Daza tendría que volver a probarse cuando Izkia Siches la acusó de faltar a la verdad por Twitter. La presidenta del Colmed aseguraba que el plan de desconfinamiento no había sido presentado a la Mesa Social Covid o al Consejo Asesor. Dos horas y media más tarde, Daza le respondió por la misma red social, corrigiéndola. Y eso no era algo esperable de ella. Cercanos a la subsecretaria admiten que verse tratada de mentirosa la molestó muchísimo, lo mismo que la agresividad del planteamiento de Siches.
–Creo que eso gatilló que la Paula dejara de responder de forma noble –reflexiona Zúñiga–. Porque la doctora Siches le hizo un daño bastante grande al manejo comunicacional de la pandemia.
La presidenta del Colmed no quiso participar de este reportaje, pero un dirigente gremial sostiene que no siguieron con la polémica porque no sentía sentido. Que, “dentro de todos los errores del gobierno durante la pandemia, esta falta a la verdad era una gota dentro de una piscina”. El mismo dirigente cuestiona su manejo de la salud pública argumentando que sus áreas: testeo, trazabilidad y aislamiento, han sido las más deficientes, porque las declaraciones juradas en las aduanas sanitarias nunca funcionaron, lo mismo que los apoyos a la trazabilidad en los municipios.
Así explica este dirigente el divorcio del Colegio Médico con Daza:
–La subsecretaria era la que parecía entregar más confianza de las figuras del equipo del ministerio. Sin embargo, eso no alcanza, porque la doctora Daza no tiene las competencias para poder hacer manejo de la pandemia.
Su legado es rebatido por el exjefe de epidemiología Rafael Araos.
–Instalar un sistema de testeo, trazabilidad y aislamiento a nivel nacional en tres meses es algo tremendo. Ahora tenemos un sistema muchísimo más robusto, con datos confiables que permiten estimar cómo se comporta toda la estrategia en el tiempo. Nuestra estrategia de testeo es un ejemplo en Latinoamérica. Eso no es algo que haya ocurrido de repente. Fue con un trabajo sostenido por la conducción de la autoridad.
Mientras los médicos debaten su lugar en la pandemia, la subsecretaria sigue levantándose temprano para sus vocerías, donde aún hace noticia. Pasó la semana pasada, cuando levantó un papel improvisado para mostrar a qué número debían llamar quienes habían viajado en el mismo vuelo que una pasajera infectada por una nueva cepa del Covid. Los memes en redes sociales le dieron risa y fue distinto que antes.
Pero aún hay cosas que no cambian.
Este enero, Paula Daza tampoco sabe si podrá celebrar su cumpleaños.
Paula Daza comenzó a sentirse
más cómoda. Y en eso no sólo tenía que ver la llegada de Paris, sino también que la subsecretaria fue capaz de ir encontrando su voz
en las instancias decisivas.
El diputado ariqueño y fundador del Partido Liberal se presentó a su primera elección parlamentaria a los 22 años, en 2009. Perdió, pero en 2013 ganó y en 2017 fue la primera mayoría nacional con el 34% de los votos, éxito que atribuye al énfasis territorial y horizontal del proyecto que lidera. El reciente quiebre con el Frente Amplio (FA), cuyo repliegue en la “trinchera” insiste en lamentar, y la presentación en sociedad de Nuevo Trato (donde reunió a decepcionados del FA y de la ex Concertación) sitúan a Mirosevic en el dificultoso camino de rejuvenecer a la centroizquierda, encallada hasta nuevo aviso entre el final de una historia y el comienzo de otra. Acá expone sus coordenadas para encontrarse con el Chile que viene.
¿Cuál es el espacio vacío que quiere llenar Nuevo Trato en la política chilena, y según qué lectura de la sociedad podría decirse que ese espacio existe?
Responder eso implica preguntarse cuál es la naturaleza del 18 de octubre. O las naturalezas, porque no hay una sola. Pero hay una sociedad que reclama una salida del neoliberalismo. Quizás no en esas palabras, pero reclama salir del sálvese quien pueda, de esta versión tan radical del neoliberalismo que redujo la sociedad a sus relaciones de transacción. Pero de ahí se puede salir hacia muchos lugares distintos, y la gente que está en Nuevo Trato y en el Partido Liberal no persigue nada muy original: los pactos sociales que existen en democracias más desarrolladas, como las nórdicas. Ni más ni menos. No estamos pensando en llevar a Chile de una radicalidad a la otra, al modo de una izquierda más romántica expresada en el ALBA o en Chávez. Tampoco pidieron eso las grandes mayorías que salieron a protestar. ¿Qué se reivindicó? La seguridad social y la igualdad de condiciones en ciertos espacios de la vida en común. Pero esta no ha sido una revuelta antimercado ni contra los valores de esfuerzo individual. Sí ha sido contra la concentración de la riqueza y los abusos del mercado.
¿Cree que la generación que salió a la calle desde 2006 es más liberal que de izquierda?
Creo que es una mezcla de ambas cosas, y por eso ni la izquierda ni el liberalismo pueden reivindicar el 18 de octubre por sí solos. En esas generaciones, incluso en la juventud de izquierda, está hecho carne el proyecto liberal de construirse a uno mismo con autonomía, y ya desde el 2011 había un reclamo de que el sueño meritocrático fuera cierto, lo cual presupone ciertas condiciones igualitarias. Si la derecha chilena creyera realmente en el mérito, no tendría tantos problemas para leer el estallido social, porque las mayorías están diciendo lo mismo desde 2011: cómo voy a construir mi vida con mi esfuerzo y mi mérito si no tengo condiciones básicas para hacerlo. La decepción de esa expectativa ha generado mucha, pero mucha frustración.
Visto así, ¿Nuevo Trato sería una centroizquierda o pretende ubicarse en una época donde el eje derecha-izquierda empieza a ser superado?
Para simplificar el debate diría que es una centroizquierda. Pero parte de lo que estalló el 18 de octubre es nuestra manera de convivir, y el nombre Nuevo Trato también apela a una ética de la convivencia que interpela a todo el eje ideológico. La idea de que la vida sólo consiste en tratar de maximizar tus intereses particulares, de hecho, está siendo impugnada en el mundo entero. Más aún con el cambio climático, que va a terminar de matar esa ilusión de que tú puedes no depender del lugar en que habitas ni de la comunidad en que participas.
Una ilusión muy liberal
Sí, pero ilusión al fin y al cabo. Frente al cambio climático eso no va a resistir. Y tampoco va a resistir, creo, esta visión de la educación tan restringida a lo “útil”, a lo que pueda generar mayor productividad en la sociedad o en el estudiante. El neoliberalismo ninguneó al humanismo en todos los frentes y poco a poco se empiezan a ver los costos. Pero me preguntabas qué espacio político queremos ocupar. Yo creo que hay un gran espacio de ciudadanos huérfanos en dos mundos: aquellos que veían en el FA una renovación interesante de la centroizquierda, pero se fueron desilusionando y vieron que ahí no hay una capacidad de ser gobierno, y aquellos huérfanos de una Nueva Mayoría que, con capacidad de ser gobierno, no supo representar la ilusión de un cambio. El espacio de Nuevo Trato y del Partido Liberal está ahí, en la reunión de esos dos mundos huérfanos. No sólo de las personas que los encarnan, sino del espíritu de renovación que había en ellos.
¿Podrían terminar como el partido satélite de una coalición grande al que se fideliza con cargos menores?
Quien espere eso se equivoca profundamente. Creo que esta es una generación poco dispuesta a aceptar carguitos desde la burocracia estatal, porque quiere salir a construir cambios reales. Y por lo mismo es mucho más osada en términos de disputar el poder.
Apenas se presentaron como Nuevo Trato surgieron dos críticas ásperas: que son una constelación de “cuicos progres” y que se aprestan a replicar la “traición” de la Con
certación.
Sobre lo primero, yo vengo de Arica, de una familia de clase media, mi viejo fue funcionario público; mi mamá, profesora normalista, no vengo de la élite capitalina y el Partido Liberal tampoco. Este partido surge desde las provincias. Después llega a Santiago y comienza a crecer, pero nuestras tropas revolucionarias vienen del norte y del sur. Y es un partido muy de clase media, esa es la firme, por lo tanto, no nos cae el poncho de esa crítica. Y sobre la idea de que queremos replicar a la Concertación…
En particular, su disposición a pactar y así traicionar el espíritu combativo que se habría levantado en las calles.
Podemos juzgar para siempre a la Concertación, pero ahora hay algo mucho más importante: este momento exige de nosotros, de todos los dirigentes de oposición, hacernos cargo de ilusiones que no pueden ser defraudadas. Y no vamos a construir cambios sociales sin mayorías, es así de simple. Si no hay mayoría progresista, no habrá una nueva Constitución que habilite a los próximos gobiernos para hacer esos cambios que la sociedad está esperando. Entonces no es un momento para proyectos testimoniales o identitarios que protejan su gesto de reivindicación. Este momento de expansión democrática se puede frustrar, se puede frustrar en serio. O sea, podemos llegar a la conclusión de que nada de esto sirvió de mucho: no construyó una nueva legitimidad ni un nuevo pacto social. Por lo tanto, tenemos que rehuir la idea de que la versión más combativa de la calle es la única representación del 18 de octubre. Las conquistas se construyen con acuerdos con el resto de la oposición y yo no tengo complejos al respecto, que me acusen de abandonar ese espíritu combativo me importa bien poco hoy. Por lo demás, si alguien vio en nosotros un espíritu revolucionario, se equivocó: somos reformistas.
Uno podría intuir que varios líderes del FA comparten la preocupación que acaba de describir. ¿Por qué no logró convencerlos de unir fuerzas hacia el centro?
Con esos liderazgos del FA no estamos para nada distantes en cuanto al tipo de políticas o de causas que promovemos. Pero un efecto colateral del 18 de octubre fue alejar la posibilidad de construir mayorías, porque se agudizaron ciertas posiciones. Y frente a eso, algunos prefirieron estar en una trinchera −legítima, pero una trinchera− para rehuir quizás la crítica que nos podían hacer de “ustedes fueron a pactar con la Concertación”. Creo que el FA y sus líderes quisieron rehuir esa foto. Y está bien, pero no me parece la posición más responsable. ¿Cómo van a hacer los cambios que reivindican si no van a tener mayoría? Esa fue la gran respuesta que no logré tener de mis compañeros.
El día que ustedes se retiraron del FA, Gabriel Boric escribió “tenemos que abrazar sin complejos ideas de izquierda”, dando a entender que los separó el proyecto y no la estrategia.
Claro, a juzgar por esas palabras y por otras, pareciera venir una etapa de mayor izquierdización del FA. Pero el programa de gobierno de Beatriz Sánchez, por ejemplo, no reflejaba un proyecto de ese tipo. Yo no discuto que tengamos diferencias ideológicas, eso es innegable, pero la diferencia que nos separó en esa ocasión fue sobre todo identitaria o de táctica.
Pero ustedes podrían terminar en un pacto con la DC, que también le cerró la puerta a una lista única.
Sí, la DC de Fuad Chahín es igual de responsable por lo que pasó, sin duda. En resumen, pasó que ni la DC ni el PC querían la lista unitaria y el FA quedó un poco capturado por esa estrategia del PC. ¿Y por qué no quisimos estar ahí? Porque si bien con Camila Vallejo, Karol Cariola y otros más hemos empujado muchas iniciativas juntos, después del 18 de octubre, cuando el PC no firma el acuerdo constituyente y mantiene una posición de emplazamiento a todo este proceso, hay ahí una decisión no trivial que nos pone en veredas distintas.
¿Cuál sería su arco ideal para formar los dos tercios en la convención? ¿Prefiere extenderlo hasta el PC o hasta RN?
No pierdo la esperanza, para nada, de que logremos ciertos consensos desde el PC hasta la DC, al menos en las grandes cosas. Pero con la centroderecha más republicana, hoy representada por Desbordes, también vamos a tener que llegar a acuerdos en ciertas cuestiones. Por ejemplo, para terminar con este presidencialismo tan radical, o con este Estado unitario que nos pone entre los países más centralistas del mundo. Y bienvenido que lleguemos a acuerdo con ellos, porque la Constitución no es un manifiesto de la corriente ideológica de cada quien. Eso fue la del 80. Una Constitución de verdad es la que involucra a sectores que piensan distinto a uno, y no tengo ningún problema en decirlo: involucra a la derecha. Ellos también tienen que ser parte de este pacto social.
Si su proyecto es un pacto social al estilo nórdico, ¿por qué se hace llamar liberal y no socialdemócrata?
Es un buen punto y habría que partir diciendo que, dentro del liberalismo, yo sigo la tradición liberal igualitaria, que pretende combinar libertad e igualdad y no las cree
contradictorias. De hecho, aprende de los fracasos del siglo XX como el resultado de negar un valor en favor del otro. Es un tipo de liberalismo muy extendido en el mundo y que estuvo muy presente en Chile, desde la Sociedad de la Igualdad de Francisco Bilbao en adelante.
Aunque los otros liberales dicen que es un invento de izquierdistas que se quieren colgar del nombre.
Sí, pero el origen del liberalismo es progresista, nunca negó la igualdad. Por eso, parte de nuestro propósito ha sido resignificar el liberalismo en Chile. Que cuando alguien se diga liberal, la gente no se imagine a José Piñera. ¡Eso sí que es contradictorio, si no hay liberal posible en medio de una dictadura! Y nuestra versión, efectivamente, colinda con la socialdemocracia. En Europa, de hecho, ha sido una alianza de gobierno muy exitosa. ¿Y qué nos diferencia? Por un lado, los autores que leemos vienen de tradiciones distintas. Y por otro, la socialdemocracia tuvo su principal base política en los sindicatos, en un cierto sujeto social que en alguna medida –no del todo− ya dejó de existir. Creo que, en ese sentido, el liberalismo igualitario es más flexible para entender los cambios de la sociedad y de la economía que están produciendo nuevas subjetividades.
¿Cómo se produjo la anomalía de que un joven progresista de estos tiempos descubriera el orgullo de ser liberal?
Esa curiosidad tuvo su origen en el colegio: en primero medio, o por ahí, me tocó estudiar la Sociedad de la Igualdad de Bilbao y rallé la papa. Este personaje tan controversial, lúcido, ácido, corajudo, me marcó mucho. Reúne muy bien esta síntesis de liberalismo y progresismo, por eso nunca los vi como valores antagónicos. Balmaceda es otro personaje que me marca mucho.
En el vocabulario político de hoy, “élite” y “liberal” son casi siameses, pero usted se define como “liberal plebeyo”.
Sí, porque nosotros vemos en el liberalismo un pensamiento emancipador para las grandes mayorías, no para una élite. Claro, la política del siglo XIX estaba dominada por la aristocracia, por lo tanto, sí fue una élite liberal la que empujó ciertos cambios. Pero su inspiración calza muy bien con este momento histórico. Porque lo que se está buscando, en el fondo, es una segunda emancipación, o una segunda ola de distribución del poder. Por eso nos hace tanto sentido reivindicar desde las provincias un liberalismo para las mayorías. Nuestro liberalismo no es de salón, nunca lo ha sido, es plebeyo, para gente normal. Las conversaciones intelectuales son importantes, pero hemos intentado que este proyecto sea muy territorializado, romper con las jerarquías de la política e insertarnos en la sociedad como uno más. Quizás eso explica que hayamos logrado construir, si bien aún emergente, un partido político, algo que había sido tan escurridizo para las fuerzas liberales, que suelen ser tan liberales que les cuesta reunirse con otros, tan librepensadoras que les cuesta organizarse.
Junto a los diputados Boric y Jackson pregonó desde el Congreso una política distinta, contra la presunta decadencia de los cuadros establecidos. ¿Existe esa nueva forma de hacer política o esa consigna les va a terminar pegando de vuelta?
Yo creo que es una búsqueda más que una afirmación categórica. Nosotros somos políticos, no somos sacerdotes cuyo rol sea enjuiciar las conductas ajenas. Estamos buscando nuevos surcos para la democracia y podemos fracasar en eso. Es más: esta búsqueda tiene garantizados algunos fracasos en el camino. Y así como hay que aventurarse a innovar, también hay que saber dudar. Pucha, aquí estoy un poco como Maturana, pero él dijo algo que me gustó: un nuevo derecho humano a consagrar en la Constitución debería ser el derecho a cambiar de opinión. A mí me gusta mucho la deliberación con otros. Por ejemplo, yo era férreo partidario del voto voluntario, pero férreo partidario. Y fue un gran debate adentro del partido, muy bonito, donde mi posición era minoritaria. Pero tuve que reflexionar ante la evidencia y terminé cambiando de posición.