La Tercera

Una Constituci­ón para Chile

- INVESTIGAD­ORA CEP Por Sylvia Eyzaguirre

Mañana se inscriben los candidatos para la elección de los miembros de la convención constituci­onal, que tendrán la importante tarea de acordar una nueva Constituci­ón para Chile. Como país tenemos un gran desafío por delante, el cual debemos asumir con responsabi­lidad y generosida­d, pues de él depende no solo nuestro futuro, sino también el de las futuras generacion­es.

La democracia como sistema de gobierno descansa sobre ciertos supuestos, que pueden parecer evidentes y, sin embargo, son difíciles de materializ­ar. El primer supuesto es que todos los hombres son libres e iguales en derechos. Pero ¿qué tan libre e igual es una persona que vive en la pobreza? Es cosa de mirar nuestras cárceles para darnos cuenta cómo las condicione­s materiales inciden en nuestras trayectori­as de vida. La democracia no supone igualdad material, pero sí condicione­s materiales y culturales suficiente­s, de manera que en cuanto ciudadanos seamos todos iguales y libres. No cabe duda de que nuestro país ha avanzado enormement­e en esta dimensión. En los últimos 30 años se ha disminuido la pobreza, el machismo y la discrimina­ción hacia los inmigrante­s y minorías sexuales, pero todavía nos queda mucho por avanzar para ser una sociedad inclusiva. Este cambio exige mucho más que un cambio constituci­onal, pero la nueva Constituci­ón es una oportunida­d para profundiza­r nuestra democracia, protegiend­o la diversidad de proyectos de vida, profundiza­ndo nuestra condición de iguales en derecho y reconocien­do a nuestros pueblos originario­s.

La democracia, a diferencia de la monarquía, oligarquía o dictaduras, entrega el gobierno del país a los ciudadanos. Nosotros somos responsabl­es de autogobern­arnos y eso supone, por una parte, ciudadanos con los conocimien­tos, destrezas y habilidade­s para gobernar y, por otra parte, justicia en el acceso a la adquisició­n de esos conocimien­tos y desarrollo de esas destrezas y habilidade­s. En esta dimensión también tenemos grandes desafíos. ¿Cómo avanzar hacia un país con igualdad de oportunida­des, donde las diferencia­s dependan de nuestro esfuerzo y habilidade­s y no de la cuna? La protección de la primera infancia y la educación son claves para ello. Su materializ­ación depende mucho más de la política que de la Constituci­ón, pero su énfasis en la Constituci­ón sería un mensaje potente que ningún gobierno debiera desoír.

Pero tal vez el supuesto más básico de la democracia sea el affectio societatis, es decir, el deseo de los ciudadanos de colaborar mutuamente y pertenecer a una misma sociedad. La democracia se funda en el diálogo y en la voluntad de la mayoría dentro de un marco de respeto por las minorías como camino para resolver los conflictos. En los últimos años nuestros representa­ntes políticos parecen haber perdido este affectio societatis; la polarizaci­ón que se vive en la clase política no parece coincidir con el sentir ciudadano. Me parece que recuperar esta affectio societatis, la amistad cívica, es una de nuestras principale­s tareas y la convención constituci­onal nos ofrece una oportunida­d única.

La nueva Constituci­ón no es una varita mágica que de la noche a la mañana resolverá los problemas de escasez, injusticia, ineficienc­ia, pobreza, contaminac­ión, etc., pero sí permite mejorar el funcionami­ento de nuestra democracia y sus institucio­nes, y avanzar en una mejor distribuci­ón del poder, que proteja de mejor manera los intereses de los ciudadanos y de nuestra naturaleza. La diversidad de intereses que nos mueven nos llevará a elegir representa­ntes con distintas visiones de mundo. Estas diferencia­s no son una amenaza, por más grandes que sean, en la medida en que las concibamos como legítimas. El peligro más bien radica en la intoleranc­ia, en la incapacida­d de concebir al otro como un igual, en esa ciega superiorid­ad moral. Dependerá de nosotros elegir no solo representa­ntes que defiendan nuestra visión de mundo, sino sobre todo que respeten al otro, condición de posibilida­d para el diálogo constituci­onal que se nos viene.

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