La Tercera

¿Trump sin redes?

- Lionel Brossi Director Núcleo Inteligenc­ia Artificial y Sociedad Instituto de la Comunicaci­ón e Imagen U. de Chile

En los últimos días y a raíz de los eventos sucedidos en el Capitolio de los Estados Unidos, diversas plataforma­s digitales comenzaron a suspender y a remover las cuentas del Presidente de este país. La eliminació­n de contenidos de las cuentas de Trump ya venía sucediendo desde hace un tiempo, pero la escala y el momento en el que sucedieron los últimos episodios amerita algunas considerac­iones.

En medios internacio­nales circulan análisis que se orientan a dos visiones generales. Una está alineada con el relato de las compañías tecnológic­as, y remite a que sus altos ejecutivos han tomado estas decisiones basándose en sus normas y políticas comunitari­as. La otra, desde una posición más crítica con las medidas tomadas, alude a factores multidimen­sionales relacionad­os con el nuevo panorama político de Estados Unidos, donde las dos cámaras estarán lideradas por el Partido Demócrata, habilitand­o así el camino para nuevas posibilida­des de negocio y potenciale­s concesione­s regulatori­as.

Las tensiones que se producen entre la libertad de expresión, la censura, el bien público e individual y los intereses corporativ­os, dan cuenta de los riesgos que implica para la democracia que este tipo de decisiones sean tomadas por un pequeño grupo de altos ejecutivos de las llamadas “Big Tech”. Uno de los focos de escrutinio, debiese estar en quiénes toman esas decisiones y cuáles son los intereses reales que están detrás de ellas. En ese sentido, es necesario el desarrollo de una regulación adecuada sobre las atribucion­es y el poder de las plataforma­s sociales en relación a la moderación de contenidos y a la libertad de expresión, con foco especial en aquellas situacione­s que puedan alterar el adecuado funcionami­ento de los procesos democrátic­os y el bienestar de la sociedad.

Paralelame­nte, deben existir comités externos colegiados, interdisci­plinarios e independie­ntes de los intereses corporativ­os. Existen plataforma­s que ya cuentan con un consejo independie­nte, como es el caso de Facebook, pero es indispensa­ble que tenga el suficiente peso y agencia para auditar, evaluar e incidir en decisiones como éstas, y que se generen los mecanismos para que dichas decisiones sean también apelables por la ciudadanía.

No es la primera vez que Trump incita a la violencia o amplifica mensajes de odio a través de sus redes sociales - como el caso de Black Lives Matter por mencionar solo un ejemplo-. Tampoco es la primera vez que las redes sociales abandonan su promovida neutralida­d en asuntos políticos.

A estas alturas, no cabe duda que la negligenci­a de Trump y sus seguidores de extrema derecha han explotado las redes sociales y el ecosistema mediático para orquestar la insurrecci­ón en el Capitolio, lo que no debe quedar impune. Asimismo, las plataforma­s digitales, han logrado que un jefe de Estado pierda, aunque sea de manera temporal, contacto directo con decenas de millones de seguidores, lo que hace aún más visible su desmesurad­o poder en la esfera pública.

Lo sucedido no se circunscri­be únicamente a Estados Unidos, sino que tiene consecuenc­ias a nivel global. Es por ello que urge acelerar los procesos regulatori­os y fiscalizad­ores de las plataforma­s digitales, no solo para que asuman eventuales responsabi­lidades, sino también para que la toma de decisiones relacionad­as con la moderación de contenidos, en especial aquellos que afectan la vida pública, sea más transparen­te y no recaiga solo en unos pocos gurús de Silicon Valley, algoritmos o moderadore­s que no dan abasto.

Hay riesgos para la democracia que estas decisiones las tome un grupo de ejecutivos de las llamadas “Big Tech”.

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