Cantatore se hace eterno
A los 85 años, muere uno de los entrenadores nacionales más exitosos de la historia fuera y dentro del país. El pesar invade al fútbol chileno.
Ni bien el Valladolid informó del deceso de Vicente Cantatore, quien es considerado como el mejor entrenador que ha tenido en su historia (lo clasificó a competición europea), las muestras de pesar se multiplicaron. A los 85 años, el rosarino que eligió Chile como su patria dejaba de existir y se transformaba en leyenda. Los recuerdos y los halagos en torno a su figura se multiplican.
Iván Zamorano responde al borde de las lágrimas por la partida de uno de sus mentores. Cantatore fue quien lo llevó al fútbol español, al Sevilla. Bam Bam le asigna una influencia clave en su carrera y en su posterior llegada al Real Madrid. “Cambió mi forma de jugar, de proyectarme, de seguir evolucionando en el fútbol. Era una persona muy cercana, valoraba mucho la parte humana. Más que un entrenador, era como un padre”, dice a La Tercera.
La misma sensación invade a todos los que estuvieron bajo su mando, un liderazgo calmado y respetuoso, pero no por ello menos enérgico. “Las cuentas las pasaba a fines de año, pero con reconvenciones varias. Tres o cuatro”, recuerda Víctor Merello, pieza clave en el Cobreloa de principios de los ochenta, al que Cantatore llevó a disputar dos veces la final de la Copa Libertadores. En ambas sucumbió. Primero ante Flamengo, en 1981, y luego frente a Peñarol, el año siguiente. Sería su gran deuda. “Algo me falta”, solía decirles a sus pupilos más cercanos respecto del trofeo continental.
Cantatore es, sin discusión, uno de los mejores técnicos de la historia de Chile. No en vano, junto a Fernando Riera y Manuel Pellegrini, fue uno de los pocos que logró resaltar en el fútbol europeo donde, además del Valladolid y el Sevilla, dirigió al Betis, el Tenerife y el Sporting de Gijón, en España, y al Sporting de Lisboa, en Portugal. En Argentina, ocupó la banca de Rosario Central. “Por él tengo una admiración y un respeto tremendos. Estuve un año con él, en el Valladolid, y los recuerdos son los mejores. Era un señor del fútbol, sabía un montón y era generoso para entregarlo”, resalta un también acongojado Jorge Aravena.
En Chile dejó huella primero como jugador. Incluso venció a los cuestionamientos. El Turista, lo apodaron en 1960, cuando llegó a Talca para defender a Rangers. Lo hizo acompañado de Ángel Labruna, histórico jugador de River Plate, quien concentraba las expectativas. El paseo, al final, fue largo: duró cuatro años. Su compatriota partió mucho antes, sin el brillo que su cartel le exigía. Los siguientes los pasó en Santiago Wanderers, donde en 1968 contribuyó al segundo título del club porteño, integrando a los míticos Panzers.
Como entrenador, también dejó marcas profundas. Además de los loínos, dirigió a Deportes Concepción, su primer club como entrenador, y a Lota Schwag1er, Audax Italiano, Universidad Católica y Colo Colo. Su exitoso currículo incluye un breve paso por la Selección, en 1984. Si fue corto fue por elección propia: optó por irse a Europa.
Sus dirigidos destacan sus innovaciones. “Puso un rombo en el mediocampo cuando nadie lo hacía”, destaca Merello. Wirth tampoco olvida su principal osadía. “Me hizo jugar como volante, en un partido contra San Luis. Me había luxado un dedo, nos faltaban jugadores y a mediados de semana jugábamos por la Libertadores. Entonces, me planteó la idea. Y me convenció”, recuerda el guardameta que eternizó las camisetas rayadas. ●