La Tercera

EDIFICIO CORONA: LA PANDEMIA COMO ANÉCDOTA

- Por Rodrigo Munizaga Periodista

La nueva teleserie de Mega, estrenada esta semana y grabada bajo protocolos sanitarios, se sitúa en un edificio en cuarentena por el Covid-19, pero eso es una excusa para contar historias de amor, relegando el coronaviru­s a una anécdota, obviando 11 meses agobiantes y dolorosos que suman más de 17 mil muertos confirmado­s por el Minsal, mientras se vive la “segunda ola” con varias comunas en confinamie­nto y a todo Chile en toque de queda desde hace 300 días. Es difícil pensar que esto ha sido menor y no ha marcado al mundo, como para intentar plasmarlo tan pronto en una comedia.

“El amor es contagioso”, dice su lema, recalcando que los guionistas liderados por Rodrigo Bastidas decidieron tomárselo a la ligera, con personajes que no usan alcohol gel, que andan con mascarilla­s mal puestas, que se las sacan en espacios comunes del edificio o dentro del ascensor, de una madre que viene de la calle y acaricia a su hijo sin haberse lavado las manos o de un gran número de personas reunidas en un pequeño espacio, sin respetar el distanciam­iento social. Escenas que dan un ejemplo irresponsa­ble del autocuidad­o. Lo contagioso no es el amor, sino el virus.

Las teleseries tienen como objetivo entretener. No necesitan anclarse a la realidad, no están llamadas a educar y pueden tomarla se licencias, porque son ficciones. Pero hay que saber cuándo dárselas. Nadie estaba exigiendo una telenovela sobre la pandemia, todas las semanas se estrenan ficciones por Netflix, ninguna aborda el Covid19

y a nadie le hace ruido.

Edificio Corona, en cambio, intenta ser contingent­e y realista, tocando innecesari­amente un tema del que, además, no se hace cargo ni le interesa abordar, como sí le importaba a

serie Historias de cuarentena, también de Mega, que dimensiona­ba los traumas de la pandemia con reflexión.

Al guion de Edificio Corona no le interesa provocar empatía con el confinamie­nto. Le importa contar cómo se enamoran sus personajes estereotip­ados, como el machista que encarna Mario Horton, el fanático religioso de Francisco Melo (qué terrible rol le dieron) o el conserje de tono “popular” que interpreta Fernando Godoy, anclado hace años a ese personaje, como un castigo para él y nosotros, aunque su rol en Historias de cuarentena demostró que lo que le falta no es talento, sino que sus jefes confíen en él.

Llama la atención la mirada que le dan a las mujeres: o son “libertinas” (Paola Volpato, Josefina Fiebelkorn) o “sometidas”, como la que encarna María Gracia Omegna, quien solo logra una luz de esperanza no por ella sino gracias a otro hombre. Eso sí, acierta el casting con las parejas jóvenes (Omegna-Oyarzún y Luchsinger-Campos tienen química) y con la historia secundaria de las “hermanas Cárdenas”, pero el guion se esfuerza poco por mostrar algo original y reitera lo más básico del género.

Segurament­e, en unos años, la pandemia seguirá como un recuerdo presente. Edificio Corona, en cambio, será apenas una anécdota.

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