Luces y sombras del nuevo plan Paso a Paso
Ahora que el país otra vez se enfrenta a la posibilidad cierta de tener una segunda ola de contagios, y cuando es probable que la emergencia continúe extendiéndose por varios meses más, se requieren no solo medidas que contengan la propagación del virus y hagan frente al impacto sobre la economía, sino también -algo que resulta centralcontar con válvulas de escape inteligentemente diseñadas para que la gente pueda sobrellevar el estrés del encierro y resistir de mejor forma lo que viene, que no será fácil, sobre todo considerando el grave impacto que la pandemia ya ha provocado en la salud mental.
Cumplir con las restricciones se logra mejor cuando hay reglas que responden a una lógica que a la ciudadanía le hace sentido, sabiendo qué actividades puede realizar en forma segura sin aumentar los riesgos para la salud. Normas absurdas, cuya razón de ser no se entiende o que no guardan relación con la salud pública, fomentan una baja adhesión o su abierto incumplimiento y por tanto son muy poco efectivas para efectos de contener la pandemia, lo cual en cierta forma es lo que ya está sucediendo. En ese orden de cosas, los recientes cambios que introdujo el gobierno en el plan “Paso a Paso” corrigen algunos aspectos, pero otras de sus modificaciones insisten en criterios absurdos o arbitrarios, que además de afectar innecesariamente las libertades individuales, siguen sin tener a la vista el objetivo de descomprimir la salud mental de la población.
Un acierto del nuevo plan es el cambio de los más de 16 permisos en cuarentena por uno solo, sin necesidad de especificar el motivo. Sin embargo, el hecho de acortar su duración a dos horas y que sean tan restrictivos -solo dos por semana para comunas en cuarentena, y uno solo para los fines de semana en aquellas que estén en Fase 2constituye un retroceso. No parece concebible que la población pueda permanecer confinada de esa manera a lo largo de cuarentenas que pueden durar hasta un mes, especialmente en el caso de aquellos que viven en condiciones de hacinamiento. La experiencia de los largos confinamientos del año pasado debería servir como lección.
Ejemplo de una buena idea, pero mal implementada, es la nueva autorización para hacer deporte al aire libre en comunas en cuarentena y Transición, algo que venían recomendando los expertos desde hace mucho tiempo. Pero habilitarla solo entre 7:00 y 8:30 AM para zonas en cuarentena -para el caso de comunas en Transición se podrá practicar sin restricción de lunes a viernes, pero los fines de semana regirá el horario de cuarentena- en la práctica es casi un llamado a no hacer actividad física, lo que resulta en un contrasentido cuando lo que se busca es que la gente pueda relajarse y practicar hábitos saludables. Lo más sencillo era dejarlo sin mayores restricciones, toda vez que es obvio determinar si alguien está haciendo deporte o no. Sigue sin una buena explicación el por qué no se permite que en cuarentena las personas puedan pasear por parques y plazas si observan todas las medidas de seguridad que exige la autoridad.
La polémica que se generó por la prohibición de poner música en los restaurantes -medida que duró menos de 24 horas luego de la presión ejercida por distintos grupos- es otro ejemplo de una medida mal explicada, y que denota improvisación. Peor aún es la señal que se envía a la ciudadanía de que dicha medida fue bajada por presiones, porque sugiere que la autoridad no es capaz de defender sus decisiones y cede fácilmente, alentando a que otras restricciones puedan dejar de cumplirse ante la expectativa de que tampoco estén bien fundamentadas o puedan revertirse con facilidad.
Pero donde definitivamente se han traspasado los límites de lo aceptable es con el nuevo instructivo que acota la venta de artículos llamados “no esenciales” para el comercio que se encuentra en confinamiento. De esta manera, la venta presencial será para alimentos, farmacia y ferretería, quedando prohibidos los artículos de decoración, electrodomésticos, línea blanca, juguetería, vestuario y artículos deportivos; es decir, el regulador no solo dicta dónde y cuándo las personas pueden ir, sino también qué pueden comprar. Nadie tiene el poder para determinar lo que es una necesidad básica para cada quien. Y es absurdo permitir ir solo a algunos pasillos de los supermercados, si es que la gente ya se desplazó hasta ahí con un permiso, está usando sus mascarillas, guarda distancia social y el supermercado cumple con los aforos exigidos. Todo esto genera irritación, más que aceptación.
Si cumpliendo con dichos requisitos el supermercado no puede abrir todas sus dependencias, entonces quiere decir que esta medida definitivamente no guarda relación alguna con la salud pública, por lo que solo podría explicarse por la presión de algunos grupos de interés. De nuevo estamos frente a una regla incoherente, que confunde y no se ve en qué beneficia lo sanitario ni mucho menos el bienestar de los consumidores. También resulta discriminadora, porque no necesariamente hay comercio electrónico en zonas apartadas, o con capacidad logística para hacer entregas.
Si bien algunos cambios son acertados, otros, sin mayor sentido, siguen ignorando la importancia de velar también por el bienestar psicológico
de las personas.