La Tercera

La dimensión desconocid­a

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Si es que no es histórico, el lunes 11 debería ocupar cuando menos un lugar en una lista de récords políticos. Las estimacion­es preliminar­es de los especialis­tas electorale­s indican que entre 18 mil y 20 mil personas se inscribier­on ese día para ser candidatas en alguna de las cuatro elecciones del 11 de abril. La cifra final se conocerá sólo una vez que el Servel haya completado el proceso de limpieza, que significa eliminar a todos los candidatos que tengan algún impediment­o jurídico.

Entre los fenómenos controvers­iales, probableme­nte el más atrevido es el de Felices & Forrados, primer caso de una empresa con fines de lucro que inscribe candidatos bajo condicione­s en las que hay visibles elementos transaccio­nales. Por razones inescrutab­les, el presidente del Servel no quiso aclarar si esto es lícito antes de que se produjeran las inscripcio­nes, como sería propio de cualquier funcionari­o público que deba prevenir o evitar una irregulari­dad. Debido a ese silencio ominoso, ahora el consejo del Servel deberá debatir y tomar una decisión colegiada ante un caso que, al menos en sus antecedent­es públicos, parece claro como el agua.

Pero, al margen de las muchas rarezas que terminará por mostrar el proceso, nunca antes tantas personas habían postulado simultánea­mente para cargos de elección popular en todo el país. La relación entre el número de esos cargos y las inscripcio­nes es cerca de 1 a 8, esto es, que hay ocho candidatos por cada posición.

La estrella fue, como se preveía, la convención constituye­nte, para cuyos 155 asientos se inscribier­on entre 2.500 y 3.000 personas, según el cálculo preliminar. Estas candidatur­as se han presentado repartidas en 79 listas, la inmensa mayoría de las cuales son independie­ntes. Para que pudieran inscribirs­e, unas 480.000 personas firmaron patrocinio­s en menos de tres meses. Esto es más que el total de militantes de todos los partidos políticos vigentes. Algunos de los independie­ntes -como la dirigenta del movimiento feminista 8M Karina Nohales o la periodista Patricia Politzer- consiguier­on más firmas que las votaciones con que fueron elegidos numerosos diputados actuales. Se trata de una enorme demostraci­ón de recelo hacia los partidos en cuanto se refiere a la elaboració­n de la nueva Constituci­ón. Todavía no es posible extrapolar ese dato a la totalidad de los cargos de elección popular. Por ahora, lo que se ha expresado es una fuerza masiva en favor de que el debate constituci­onal sea llevado fuera de la esfera de los militantes.

Esto tiene una importanci­a particular en la discusión sobre la unidad de la oposición, que en lo partidario terminó, como se sabía desde septiembre, con dos listas separadas. ¿Por qué? Porque una mayoría de las listas de independie­ntes está integrada también por opositores al gobierno -desde moderados hasta radicales-, que no aceptaron integrarse a las listas de las coalicione­s, a pesar de los enormes esfuerzos de seducción desplegado­s por algunos partidos. El significad­o de esto es que en muchos distritos se presentará­n no dos, sino tres o más listas de oposición, sólo que la tercera o las siguientes serán de independie­ntes. Sería miope no ver en esto una sanción a la conducción de la oposición en el espacio constituye­nte.

Hay que tener presente que es en el mundo de los independie­ntes donde se producirán más rechazos a las inscripcio­nes por parte del Servel, por un sinnúmero de motivos jurídicos y formales. El único órgano de apelación para esas sentencias es el Tricel, cuya doctrina histórica es favorable a los partidos y poco inclinada a favorecer a los independie­ntes.

Esta es sólo la primera valla. La segunda, y más importante, es el actual sistema electoral, que, igual que el anterior, también favorece a los partidos. Por lo tanto, las listas de independie­ntes competirán en un terreno muy desigual y es bastante probable que en la convención no obtengan el predominio que han tenido en las inscripcio­nes. La amenaza de un sentimient­o de frustració­n extendido está a la vuelta de la esquina.

La tercera valla es la participac­ión electoral. Los independie­ntes mejoran sus posibilida­des en la medida en que concurra a votar más gente que la que lo que hace usualmente. Con el voto voluntario -que es como el Transantia­go: un error estridente que nadie se atreve a terminar-, en las elecciones municipale­s la participac­ión se redujo hasta un escuálido 35%, una cifra que dejaría sembrado un problema de legitimida­d constituci­onal para quien lo quiera explotar. Cabe suponer que con el volumen de inscripcio­nes la votación será más alta. Pero la verdad es que, pegoteados como quedaron a la maldición del voto voluntario, tanto el gobierno como los expertos se conforman con que los votantes lleguen a algo más del 50%, como en el plebiscito de octubre pasado.

La pregunta es si el entusiasmo torrencial de las inscripcio­nes, su distancia de los partidos y coalicione­s actuales, y también de los mundos excéntrico­s de la farándula o el fútbol, expresa la voluntad de reorganiza­r la política chilena con caras, ideas y agrupacion­es nuevas. Por única vez en la historia, el ciclo constituci­onal es acompañado por la renovación de todos los asientos de elección popular, lo que quiere decir que esa voluntad será puesta a prueba en las mismas urnas, en el mismo período. Las elecciones de abril se convierten lentamente en el primer paso hacia una dimensión desconocid­a, la primera gran seña del Chile del siglo XXI.

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