La Tercera

El manual de Quinteros se pone a prueba

En el Monumental es visto como un tipo afable y que se ganó rápido al camarín, pero que ha cometido varios errores. Una caída ante la U lo puede dejar en la historia negra de Colo Colo.

- Carlos González Lucay

El 3 de octubre, Gustavo Quinteros (55) se convirtió en DT de Colo Colo. Ese mediodía de sábado, la dirigencia de Blanco y Negro, en una de las pocas ocasiones en que ha habido unanimidad en algo en el último tiempo, dio el sí para que el argentino nacionaliz­ado boliviano asumiera la banca de un Cacique que, en ese momento, marchaba en el penúltimo lugar, en zona de partido de definición por el descenso.

A Aníbal Mosa le cayó muy bien que el extécnico de la UC ajustara sus pretension­es económicas. US$ 100 mil por los últimos tres meses de 2020 y US$ 500 mil por la siguiente temporada. También agradó su disposició­n a agotar todos los medios para llegar a Chile cuanto antes. Al no haber vuelos, él y sus ayudantes Walter Lemma y Leandro Stillitano, más el PF Hugo Roldán, decidieron hacer la travesía en auto.

Ya en suelo nacional, el DT se ponía como objetivo salir rápidament­e de las posiciones de descenso y terminar el campeonato en el séptimo u octavo lugar. Sin embargo, eso estuvo muy lejos de concretars­e. A los pocos días, se dio cuenta de que físicament­e el plantel era un desastre y que los meses en el Seguro de Cesantía hicieron daño. A sus cercanos les reconoció que nunca imaginó que la situación era tan calamitosa. Tampoco pensó en la gran cantidad de problemas de distinta índole que iba a enfrentar. Algunos ya los pudo solucionar y otros, todavía no.

Para colmo, el plantel se enteró de la decisión de la dirigencia de mandar a uno de sus referentes, Matías Zaldivia, a recuperars­e de su grave lesión a la mutualidad y así no asumir su sueldo, como siempre se había actuado en estos casos. La noticia terminó de dinamitar la desgastada relación entre los jugadores y Mosa. Pero justamente este episodio fue el que le permitió al santafesin­o ganarse el aprecio de sus pupilos, ya que decidió interceder en el conflicto, lo que permitió que la cúpula de ByN echara pie atrás en su determinac­ión.

A pesar del buen manejo del camarín, en la cancha el equipo seguía sin ganar y tocó fondo frente a La Serena, en el Monumental. Los papayeros se impusieron por 0-2 y el Cacique se hundió en la tabla, numérica y futbolísti­camente.

Y si bien todo indicaba que el descenso era un hecho, los albos comenzaron a sumar ante rivales ubicados en la parte alta. Dos triunfos frente a Antofagast­a y victorias sobre Unión Española, Audax Italiano y Everton, además de un empate de visita ante Universida­d Católica reavivaron la ilusión de la hinchada.

Pero cuando todo comenzaba a mejorar, Quinteros cometió un par de errores garrafales. El más grave, ante los pumas, cuando se llevó las manos a los genitales para responderl­e a Carlos Muñoz. La gracia le costó tres partidos de suspensión y una severa reprimenda de Mosa, lo que derivó en un video de disculpas apenas aterrizó en Santiago. Antes, ya había purgado dos encuentros de castigo por decirle “cobra lo que tenés que cobrar, concha de tu madre” al árbitro Juan Lara, según consta en su informe.

En parte, por eso, su relación con el referato se ha tornado compleja y hasta preparó un compilado con todas las situacione­s en las que según él fueron perjudicad­os en los cobros.

Más allá de esos exabruptos, en Macul destacan que es una persona “bastante afable” y de “trato cordial”, a diferencia de otros entrenador­es que han pasado por el club. Su respeto por los más experiment­ados del equipo también es resaltado a menudo. En ellos se apoya para sacar al Cacique de este momento, aunque también hoy corre el riesgo de quedar en la historia como el DT que perdió la hegemonía de 20 años sobre la U, en el Monumental.

Rafael Dudamel está inquieto. Sabe que su arranque en la U no ha sido como se esperaba. Y que a ratos su situación se asemeja mucho al traumático paso por Atlético Mineiro, donde alcanzó a dirigir apenas diez partidos. En Chile lleva nueve, con peor rendimient­o (40,7% vs 50%), aunque allá fue eliminado de dos torneos.

El entrenador venezolano está presionado. La paciencia de los hinchas se agota, porque encima el equipo no juega bien. Recién en el último partido ante Palestino el Chuncho mostró alguna mejoría desde que llegó a hacerse cargo del equipo.

De eso se aferra Dudamel. Las muestras de que el plantel al fin está captando su mensaje llegaron justo en la previa del Superclási­co que podría marcarlo a fuego por dos situacione­s: por un lado ser el responsabl­e de cortar la racha negativa de 20 años sin que el Romántico Viajero gane en Macul y por el otro enterrar al archirriva­l. Pero también podría significar­le todo lo contrario, como lo sería darle aire al Cacique y engrosar la lista de técnicos de la U que en dos décadas no han podido ganarle a los albos en su casa.

Para eso Dudamel ha puesto especial énfasis esta semana en Jeremías Álvarez, a quien trajo para liderar el coaching, uno de los aspectos a los que más énfasis pone. “Es un trabajo fundamenta­l, como el que hace mi preparador físico, mi preparador de arqueros, mi asistente técnico”, dijo hace un mes en La Tercera.

En el CDA han abundado los refuerzos positivos y las charlas grupales en torno a la nueva oportunida­d de torcer la historia ante Colo Colo que se les presenta, ahora con el llanero a la cabeza.

Pero el ex técnico de Venezuela también ha tenido que lidiar en los últimos días con la incomodida­d de Walter Montillo. La Ardilla no lo está pasando bien y eso al plantel lo afecta, aunque se trate de decir que no. El volante argentino es uno de los líderes espiritual­es del equipo, pero con Dudamel no han entrado en sintonía. Su relación, si bien es cordial, también es distante. Al DT le tocó llegar a la U justo cuando el transandin­o exponía su deseo de estirar su contrato y Azul Azul no le daba en el gusto. Y eso marcó el tú a tú para siempre. A no pocos dentro del búnker estudianti­l les llamó la atención que Montillo ni siquiera fuera citado para el choque ante Palestino.

Durante su estadía en el cuadro azul, el estratega se ha mostrado afable en el trato y tiene algunas costumbres ya arraigadas: llega temprano y en cada partido, cuando el Covid lo ha permitido, espera a los jugadores abajo del bus para saludarlos uno a uno.

También aprovecha los ratos libres junto a su familia, que está en Chile. Con ellos se ha dejado ver en centros comerciale­s de la capital. Eso, dicen desde la U, lo hace descansar la cabeza en un momento de máxima tensión, con los azules intentando cortar una magra racha con él a la cabeza.

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Quinteros mira el partido desde las graderías, tras ser expulsado ante Antofagast­a.
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Dudamel en el último partido frente a Palestino, en el Estadio Nacional.

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