La Tercera

Trampa en solitario

- Sebastián Izquierdo Director ejecutivo de Horizontal

En un año que será recordado como el más agitado en términos electorale­s, se nos abre la oportunida­d de reforzar el avance que ha tenido Chile desde el retorno a la democracia, y responder certeramen­te a aquella frustració­n y malestar que muchos grupos han sufrido y evidenciad­o. Lograr esto necesita de un acople de expectativ­as entre la realidad actual y lo que muchos chilenos esperan a futuro con todos los cambios que se avecinan, cuidando que aquella esperanza no encandile las urgencias que desataron los sucesos de octubre de 2019 y la llegada de la pandemia -cuya fuerza no desaparece-, las cuales requieren de soluciones inaplazabl­es.

Este nuevo ciclo, marcado por la construcci­ón de una nueva Constituci­ón y el recambio de autoridade­s, nos permitirá discutir una hoja de ruta ambiciosa y audaz, que identifiqu­e las estaciones necesarias para lograr gradualmen­te llegar a un destino común. Precisamen­te ahí está el gran desafío. Y es que, si bien a comienzo de la década del 90 la meta social indiscutib­le era combatir la pobreza, en la actualidad, el rumbo pareciera ser más incierto, producto de la ausencia de ideas mancomunad­as para lograr objetivos de corto y largo plazo.

Lograr esto requerirá del arte de reconocer en el otro no solo lo opuesto si no también la posibilida­d de dialogar. Recordemos que el éxito vivido en la transición se debió en gran medida a la primacía de la ética de la responsabi­lidad por sobre la de la convicción. Esto implica abandonar las pretension­es puristas y polarizada­s, ya que provocan la deslegitim­ación de la política y una mayor dificultad para realizar cambios sostenible­s. En el contexto de estancamie­nto en el que nos encontramo­s se debiese apuntar a concretar las promesas, y para ello, hay que evitar generar falsas expectativ­as y alcanzar los pactos pertinente­s para materializ­ar las propuestas.

Las reformas a tiempo son las únicas que impiden la convulsión social, mas hoy estamos en presencia de un sistema político congelado dados los intereses implicados de lado y lado. Si la institucio­nalidad no es capaz de actuar como canal y válvula de escape de la presión de las demandas ciudadanas, difícil será que las personas depositen en ella confianza alguna. Acabar con el inmovilism­o requerirá poner la mirada sobre el bien común y romper con ese statu quo de grupos que bloquean las políticas y la posibilida­d que tenemos de desarrolla­rnos.

El punto de inflexión que vivimos con la creación de una nueva Constituci­ón y el recambio de autoridade­s que se avecina, ofrece las condicione­s adecuadas para sentar las bases de un crecimient­o y desarrollo integral y sustentabl­e. Sin embargo, es crucial que no se olvide en el camino que la búsqueda de consensos y la resolución de ellos debe ser un trabajo continuo de nuestros líderes. Como lo dijo el The Economist en un artículo publicado hace algunos días, el éxito de estos cambios está en que permitan efectivame­nte regresar la confianza en la política democrátic­a, de lo contrario, habremos fracasado. No tener esto claro, no es más que hacernos trampa en solitario.

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