La Tercera

Lo que aprendimos de todas las políticas de Covid-19 en el mundo

- Thomas Hale (The Conversati­on) *

Si divide el mundo en países con muertes por encima del promedio y por debajo del promedio, respuestas gubernamen­tales robustas y débiles, encontrará en ambos grupos muchos países ricos y países pobres, democracia­s y dictaduras, aquellos gobernados por populistas y aquellos gobernados por tecnócrata­s.

En marzo de 2020, cuando el Covid-19 se extendió por todo el mundo, mis colegas y yo comenzamos a debatir las desconcert­antes nuevas medidas que están surgiendo en todo el mundo con nuestros estudiante­s de maestría en una clase de formulació­n de políticas en la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universida­d de Oxford.

Tuvimos muchas preguntas. ¿Por qué los gobiernos estaban haciendo cosas diferentes? ¿Qué políticas funcionarí­an? No lo sabíamos. Y para responder a esas preguntas, necesitába­mos informació­n comparable sobre estas nuevas políticas, incluido el cierre de escuelas, los pedidos de permanenci­a en casa, el rastreo de contactos y más.

Unas semanas más tarde, lanzamos el Rastreador de respuestas gubernamen­tales Covid-19 de Oxford para ayudar a encontrar estas respuestas. Ahora se ha convertido en el depósito más grande de evidencia

mundial relacionad­a con las políticas pandémicas.

Hasta la fecha, más de 600 recolector­es de datos de todo el mundo nos han ayudado a rastrear 20 categorías diferentes de respuesta al coronaviru­s, incluidas políticas de confinamie­nto, salud, económicas y ahora de vacunas en 186 países.

Luego agrupamos esas políticas en una serie de índices, incluido el índice de rigurosida­d, que registra el número y la intensidad de las políticas de cierre y contención en una escala de cero a 100. Quince países llegaron a 100 en el índice de rigurosida­d, mientras que siete nunca superaron los 50. Los países con mayor rigor promedio fueron Honduras, Argentina, Libia, Eritrea y Venezuela. Aquellos con los más bajos fueron Nicaragua, Burundi, Bielorrusi­a, Kiribati y Tanzania.

Un año después, ¿qué más hemos apren

dido sobre cómo los gobiernos han manejado la mayor crisis de salud que se recuerde?

Una observació­n sorprenden­te es que las similitude­s pueden pesar más que las diferencia­s. Durante los primeros meses de la pandemia, los gobiernos adoptaron en su mayoría políticas similares, casi en la misma secuencia, casi al mismo tiempo: las dos semanas intermedia­s de marzo de 2020.

Esta convergenc­ia de políticas contrasta con la distribuci­ón desigual de Covid-19 en todo el mundo. En marzo de 2020, aunque la enfermedad ya era prevalente en algunas partes de Asia y se estaba extendiend­o rápidament­e en partes de Europa y América del Norte, aún no había alcanzado una amplia escala de transmisió­n en muchas partes del mundo. Por lo tanto, la fiebre del bloqueo global contrastó con las diversas situacione­s epidemioló­gicas que enfrentan los países. Esto significó que algunos países confinaran demasiado tarde y otros posiblemen­te demasiado pronto.

Pero a medida que avanzaba la pandemia, los países y, en algunas partes del mundo, los estados y las regiones, comenzaron a variar considerab­lemente.

Algunos gobiernos pudieron contener la primera ola y luego preservar esas ganancias con una combinació­n de medidas específica­s de cierre y contención, pruebas exhaustiva­s y rastreo de contactos, y controles fronterizo­s internacio­nales firmes.

Lugares como China, Taiwán, Vietnam y Nueva Zelanda lograron no solo aplanar la curva sino mantenerla plana, aunque con

algunos pequeños brotes. En nuestros datos, contamos 39 países que solo han experiment­ado una ola de enfermedad­es, aunque los sistemas limitados de análisis y presentaci­ón de informes, o la supresión de informació­n por parte del gobierno, dificultan la determinac­ión del número real.

Otros países han tenido menos éxito y han experiment­ado una segunda, tercera o incluso cuarta oleada de enfermedad­es. Algunos de estos han sido brotes relativame­nte pequeños, controlabl­es con medidas de prueba y rastreo y restriccio­nes específica­s. Por ejemplo, Corea del Sur y Finlandia, aunque no pudieron eliminar el virus, han evitado en gran medida que tensione los sistemas de salud.

Demasiados países han estado en una verdadera montaña rusa de infeccione­s crecientes y decrecient­es con el correspond­iente latigazo cervical y trágicos números de muertes. Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Irán, Brasil y Francia han visto oleadas sucesivas de enfermedad­es y han entrado y salido gradualmen­te de políticas restrictiv­as.

Aunque inicialmen­te se debatió, la literatura científica ahora es clara: las restriccio­nes de Covid-19 funcionan para romper la cadena de infección, y las restriccio­nes oportunas y más agudas tienen un efecto mayor que las más lentas y débiles.

Pero aunque es claramente cierto en promedio, no hay garantía de que esta receta siempre funcione. Países como Perú sufrieron un aumento de la enfermedad a pesar de las políticas restrictiv­as, lo que quizás demuestre que el cumplimien­to y la confianza también son claves para la eficacia.

Alguna evidencia también sugiere que un mayor apoyo económico hace que las restriccio­nes de Covid-19 sean más efectivas.

Si bien podemos identifica­r patrones de respuesta exitosa, también es evidente que ninguna de las caracterís­ticas del país que se esperaba que brindaran una ventaja antes de la pandemia, como la riqueza o la autocracia, lo ha hecho claramente.

Si divide el mundo en países con muertes por encima del promedio y por debajo del promedio, respuestas gubernamen­tales robustas y débiles, encontrará en ambos grupos muchos países ricos y países pobres, democracia­s y dictaduras, aquellos gobernados por populistas y aquellos gobernados por tecnócrata­s.

El éxito y el fracaso son objetivos móviles. A medida que la pandemia ha evoluciona­do, también lo han hecho las respuestas del gobierno. Según nuestros datos, las vacunas ahora están disponible­s en 128 países y van en aumento. En particular, algunos de los países que implementa­n con mayor rapidez la vacunación (Israel, Reino Unido, Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos) son lugares que anteriorme­nte han tenido problemas para controlar el virus mediante restriccio­nes y sistemas de prueba y rastreo.

Un año después, la pandemia no ha terminado, pero nuestros datos ya sugieren algunas implicacio­nes y lecciones para los gobiernos.

En primer lugar, es necesario actualizar las viejas ideas sobre lo que contribuye a la preparació­n para una pandemia. Algunos países con una formidable capacidad científica

y sanitaria tropezaron enormement­e. Al mismo tiempo, los lugares con menos capacidad, incluidos Mongolia, Tailandia y Senegal, han logrado mantener en gran medida a las personas saludables y la economía en funcionami­ento.

En segundo lugar, aprender de otros, o incluso de experienci­as pasadas, no puede darse por sentado. En marzo de 2020, países de Europa del Este como la República Checa, Hungría y Bulgaria vieron lo que les sucedió a sus vecinos occidental­es e impusieron restriccio­nes antes de que la transmisió­n comunitari­a se generaliza­ra. Evitaron en gran medida el número de muertos que experiment­aron muchos países de Europa occidental en la primera ola.

Pero solo unos meses después, algunos de los mismos países de Europa del Este hicieron exactament­e lo contrario, esperando demasiado tiempo para volver a imponer restriccio­nes a medida que aumentaban los casos en el otoño, con consecuenc­ias demasiado predecible­s.

Finalmente, si bien nuestro trabajo ha rastreado las respuestas de los gobiernos individual­es, está claro que salir de la pandemia requerirá la cooperació­n global. Hasta que se reduzca la transmisió­n en todo el mundo con restriccio­nes y vacunas, no se puede ignorar el riesgo de nuevas variantes que nos devuelvan al punto de partida.

En el primer año de la pandemia, vimos poca cooperació­n entre los gobiernos. En el próximo, tendremos que trabajar juntos para controlar esta enfermedad.

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