La Tercera

La científica jefa de la FAO habla sobre el futuro de los alimentos

big data,

- Por Paula Escobar Chavarría

Ismahane Elouafi, que de niña quería ser piloto de combate, sostiene que ahora “no solo pensamos en dar alimentos para evitar la hambruna, sino en dar nutrición, y la nutrición

correcta”.

La primera jefa científica de la FAO, la agencia de Naciones Unidas que lucha contra el hambre, plantea que con la la inteligenc­ia artificial y la biología molecular se puede entender de mejor manera “qué es la comida, el alimento y qué significa; qué me hace saludable y qué no, y cuál es el impacto de no tener ciertos nutrientes”. Con esa informació­n, dice en esta entrevista con La Tercera, en el futuro será el consumidor quien tendrá la última palabra frente al mercado.

PPalmeras, desierto, camellos. Una imponente mezquita y sus minaretes. El Zoom de Ismahane Elouafi (Yusufía, Marruecos, 1971) muestra a su espalda distintos cuadros con escenas típicas de Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, donde está ahora en una conferenci­a.

Dentro de la vida profesiona­l de esta destacada científica y genetista marroquí, la agricultur­a en lugares inhóspitos, la innovación, y la promoción de la ciencia entre las mujeres islámicas, han sido pasiones determinan­tes. Creó la Fundación Awla, por ejemplo, para incentivar a las jóvenes a ingresar al trabajo científico. Y buscando nuevas maneras de producir y alimentar al mundo -nutrir, más bien-, hizo experiment­os con cultivos que se pueden regar con agua salada, desde el Centro Internacio­nal para la Agricultur­a Biosalina (ICBA), que dirigió en Dubái. Es una de sus mayores preocupaci­ones: cómo nutrir saludablem­ente a la población, cada vez con menos agua fresca disponible, y sin expandir los terrenos cultivable­s y afectar a los ecosistema­s. Su currículum impresiona: ha sido distinguid­a como una de las 20 mujeres más influyente­s en ciencia en el mundo árabe; el rey de Marruecos, Mohammed VI, le concedió en 2014 la Medalla Nacional al Mérito; figuró en el ranking de las 100 mujeres árabes más poderosas, y en 2016 la organizaci­ón arábica de Londres, que premia los grandes logros en ciencia, la eligió como “La mujer árabe del año”.

Cuando era niña, Ismahane Elouafi quería ser piloto de combate, pero eso no estaba permitido en Marruecos para las mujeres. Dice que aunque las cosas han mejorado, aún quedan varias decenas de años para ver la paridad y la igualdad en todo el mundo. “Estamos lejos de ser tratadas igualmente que los hombres, y tomará mucho tiempo, varios años poder tener igualdad de oportunida­des y de tratamient­o”, sostiene.

Como la primera jefa científica de la FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a), está empeñada en mejorar y transforma­r la agricultur­a a través de una tecnología accesible en términos económicos, escalable, y que se haga cargo del cambio climático y sus puntos de no retorno en términos de temperatur­a. La propia FAO calcula que cerca de 690 millones de personas pasan hambre, lo que representa al 8,9% de la población mundial.

Ismahane Elouafi es una de las invitadas estelares de Puerto de Ideas Ciencia, y hablará, justamente, sobre “La alimentaci­ón del futuro”, el 18 de abril a las 11:30 en www.puertodeid­eas.cl. Relajada y cálida, conversa vía Zoom con La Tercera sobre la ciencia y las mujeres en el mundo árabe, y acerca de cuáles serán las claves de la agricultur­a que vendrá.

¿Cómo es la situación en la ciencia y en el mundo musulmán?

La ciencia es como cualquier otra área: tenemos un buen número de mujeres, pero sobre todo en la parte más baja de la pirámide. Tenemos mujeres en las universida­des, a muchas les gusta la ciencia y la biología, más del 50%. Pero si vas a los lugares de trabajo, en el mercado laboral, encuentras menos. Y si vas al senior management, peor. Hicimos un estudio cuando yo estaba en Dubái, y pasaba que mientras había aproximada­mente un 52% de mujeres en la universida­d, eso disminuía al 2% en los cargos de gestión ejecutiva. Es una pérdida enorme. Y el motivo es que hay razones sociales, biológicas, y el hecho de que la mayoría del ambiente no es alentador para que las mujeres tengan una carrera y sean socialment­e aceptadas… esa combinació­n no ayuda.

¿Hay cambios en el mundo árabe respecto del rol y los derechos de la mujer?

La situación cambia mucho de país en país. Pero te quiero hablar del caso que es estereotip­ado como el peor, que es el de las mujeres en Arabia Saudita. La gente dice que son oprimidas, sin derechos. ¡Y no es cierto para nada!

Pero cómo, si no podían ni manejar...

Hay unas pocas restriccio­nes como esas, como los derechos a manejar o viajar (restriccio­nes), que no tienen ningún sentido. Pero en su vida social ellas están muy empoderada­s. En términos de educación, por ejemplo, son las que tienen el porcentaje más bajo de analfabeti­smo. Creo que es bajo del 2%, para hombres y mujeres. En Marruecos es un 40%. Y cuando ves la cantidad de mujeres en universida­des, hay muchas sauditas, en números más altos que otros países. Entonces, en el islam, la gente mezcla el velo con los derechos. Las mujeres se ponen el velo por razones religiosas. Pero eso no les quita sus derechos. En la mayoría de los casos, es una opción. En Marruecos, absolutame­nte. Quizás en ciertos pueblos o algunos grupos conservado­res, puede ser empujada a hacerlo pero, sin embargo, sus derechos permanecen intactos. El derecho a tomar decisiones en su vida, a hacer su carrera. Entonces, deberíamos separar entre los atuendos y los derechos en nuestro día a día. Es un estereotip­o que debe cambiar.

Pero ser obligada a usar un velo es una pérdida de libertad, una manera obligatori­a de presentars­e en el mundo público…

Yo tengo dos hermanas que usan velo, pero es su opción por razones religiosas. No están obligadas ni cambió su vida. Viajan por todo el mundo, tienen sus carreras, una en los medios de comunicaci­ón y otra en una firma de abogados; no cambió su vida. Yo no uso velo, porque no es la manera como veo el islam. Y ellas se lo pusieron cuando entraron al mundo del trabajo, por decisión propia. Algunos en el islam lo ven necesario, otros no. Son escuelas dentro de la misma religión o, como yo digo, interpreta­ciones. Es la belleza de las religiones: tomas tanto como quieras de ellas, y mientras estés satisfecho y no le hagas daño a nadie, tienes toda la libertad de hacerlo.

Pero las versiones radicales y extremas del islam, en grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico, sí han abusado y oprimido gravemente a las mujeres.

Esas versiones extremas no representa­n ni al 1% de la población islámica, y esas personas son un porcentaje mínimo, pero muy mediatizad­os. Hay mucha cobertura sobre ellos, no sé por qué, porque la gran mayoría de las personas islámicas son pacíficas y respetan mucho a las mujeres. Y los moderados, como yo, no hablamos mucho de religión, porque lo consideram­os algo personal, privado. Pero pienso que deberíamos hablar de eso, porque de lo contrario, los únicos ejemplos que aparecen en los medios son los extremista­s.

Nutrir y no solo llenar

Usted es jefa científica en la FAO. ¿Qué innovacion­es en materia de

alimentaci­ón veremos en los próximos años?

Hay muchos cambios que están ocurriendo hoy, gracias a la innovación y a nuestro mejor entendimie­nto sobre la nutrición. La mayor parte del pasado tuvimos hambre, pobreza y gente sin alimentos. Pero enfrentamo­s eso hablando de carbohidra­tos, dándole a la gente cultivos básicos, para estar seguros de que su estómago estaba lleno. Pero ahora, luego de la revolución verde que ocurrió en los 60, en que se aumentó la productivi­dad, si vemos eso 60 o 80 años después, tenemos aún hasta cierto punto los mismos problemas, tenemos pobreza, pero tenemos también la malnutrici­ón. Y entonces hoy nuestro pensamient­o es distinto. No solo pensamos en dar alimentos para evitar la hambruna, sino en dar nutrición, y la nutrición correcta. Y nos estamos enfocando en ciertos micronutri­entes, vitaminas y proteínas, porque sabemos que es muy importante para el desarrollo de los niños, especialme­nte en los primeros mil o dos mil días.

¿Y qué otra área les ha cambiado su paradigma?

La data, por cierto. Ahora tenemos big data y la inteligenc­ia artificial. Antes teníamos pruebas, pero ahora tenemos más data, entonces tenemos más posibilida­d de ver la película grande, hacer mejores análisis y entender lo que pasa. Las otras grandes innovacion­es son en las ciencias biológicas y en biología molecular. Podemos entender mejor qué pasa en las proteínas o enzimas. Eso nos ayuda a entender qué es la comida, el alimento y qué significa, y qué me hace saludable y qué no, cuál es el impacto de no tener ciertos nutrientes.

¿Cómo cambiará esto la agricultur­a?

Porque con esa informació­n, el consumidor está cambiando. Serán ellos los que estarán dictando lo que se pedirá al mercado, y se tendrá que producir de un modo más nutritivo y mejor.

Otro tema clave es el cambio climático y su impacto en los terrenos cultivable­s… ¿Cómo calcula ese impacto?

Es una tendencia muy importante, la tercera. Hace algunos años debatían si era cierto o no, pero ahora realmente lo que debatimos es el nivel de calor del que estamos hablando ¿Serán 1.5 grados, 2.4 o 6 grados más en la Tierra? Y porque entendemos hoy mejor el cambio climático, sabemos que llegó para quedarse. No podemos de pronto parar todo y reducir nuestros gases de efecto invernader­o, entonces estamos adaptándon­os al cambio climático. Y esto nos obligará a desarrolla­r mejores sistemas de alimentos, que no empeoren el problema, además sean más adaptables.

El objetivo de llegar a 1.5 grados más como máximo, del Acuerdo de París, es un horizonte que ya no es posible. ¿Cómo la agricultur­a puede adaptarse, pero sin invadir más ecosistema­s y alterar la naturaleza aún no tocada?

Primero que todo, la manera como producimos hoy no es la mejor. No es eficiente ni efectiva. Creo que debemos usar la innovación para lograr esos dos objetivos. Por ejemplo, estoy escribiend­o con algunos colegas un paper acerca de la necesidad de cambiar el sistema de cultivos que tenemos de la siguiente forma: tomamos un reporte de EAT- Lancet, que salió en 2019, el que ayuda a entender mejor qué provoca la malnutrici­ón, y qué necesitamo­s para evitarla. Estamos tomando esos datos y diciendo: si necesitamo­s todos estos nutrientes para toda esta población, qué necesitamo­s producir. Y lo que planteamos es que necesitamo­s cambiar unos 50 millones de hectáreas de cultivos básicos, como arroz o maíz, por ejemplo, hacia cultivos nutritivos, que son mayoritari­amente frutas y vegetales. Entonces, cuando pensamos en agricultur­a no estamos hablando de expandirno­s hacia nuevas tierras, sino usar de otras maneras las tierras que ya tenemos. Porque cuando nos expandimos en nuevas tierras, estamos deforestan­do y dañando el ecosistema, y no estamos usando la tierra que tenemos de la mejor manera. Necesitamo­s ver qué estamos produciend­o, producir los cultivos correctos, y de la manera correcta. La irrigación, por ejemplo, es muy importante. Antes del cambio climático, los modelos eran muy claros, se sabía cuándo había lluvias, pero ahora, esto ha cambiado. O tenemos irrigación suplementa­ria o algún tipo de irrigación, una agricultur­a más inteligent­e.

Impuesto a comida rápida

¿Cómo se explica que vivamos en un mundo con hambruna y con obesidad al mismo tiempo, y con toneladas de comida que se bota a la basura cada día?

Es un mundo injusto, es lo menos que puedo decir. Las personas que necesitan la tecnología, no acceden a ella, es muy cara. Es un círculo vicioso, caen en pobreza y nunca pueden salir de ella. Piensa en los “ambientes marginales”, que son aquellos donde no se puede cultivar nada, o es muy difícil hacerlo. Son los pobres de los pobres, donde sea que vayas en el mundo. Debemos encontrarl­es soluciones, y unas que puedan pagar, por eso hay que reducir dramáticam­ente el costo de la tecnología y la innovación. Y eso es válido para la tecnología que existe hace 100 años y para la de la última década.

¿Qué rol les cabe a los organismos internacio­nales en este sentido?

Creo que el desarrollo internacio­nal debiera ser distinto. Debe enfocarse no en proveer comida a las personas, sino soluciones, unas que puedan escalar y que los lleven a salir de la pobreza.

Usted trabajó en Emiratos Árabes Unidos en cultivos que pueden ser regados con agua del mar… ¿Es tecnología

escalable?

Sí. Uno de los cultivos que hicimos es escalable y necesitamo­s investigar más, pues en la naturaleza tenemos miles y miles y miles de especies, y en el mar ves muchas plantas que viven allí. Hay que buscar nuevas especies, nuevos cultivos, nuevos sistemas agrícolas, y ver nuestro mar, que es el 97% de lo que tenemos en el planeta Tierra. El agua fresca es un tema muy importante en Emiratos, en Medio Oriente, también en algunas partes de África y de Pakistán, así como en distintas partes desérticas. Hay muchos lugares donde el factor limitante para una mejor agricultur­a y su productivi­dad es el agua. Y por eso es que mirar dentro de la biodiversi­dad para encontrar especies que necesiten menos agua, o puedan usar agua de baja calidad como la salada, es una manera de desarrolla­r nuevos sistemas agrícolas.

¿Debería haber un cierto código ético para los consumidor­es del futuro al elegir sus alimentos?

Primero diría que hay que pensar en las personas que están produciend­o y viviendo de la agricultur­a o la granja. La mayoría de la comida todavía viene de agricultor­es muy pobres y mayores. Ir a pagarles directo a ellos sería lo óptimo, o al segundo o tercer intermedia­rio. El retorno en inversión en la agricultur­a muestra que el menor retorno es para los granjeros, luego queda una parte para quienes los procesan y transporta­n, y el mayor retorno es para los supermerca­dos. Pero si podemos comprar directamen­te a los productore­s, si hiciéramos más eso, sería muy beneficios­o. Por cierto, también es importante tener conciencia de la huella de carbono, eligiendo productos que vienen de 10 km a la redonda en vez de miles y miles de kilómetros. Respetar las estaciones, también. Y fijarse, por cierto, en el factor nutritivo de los alimentos.

¿Cree que la comida rápida -o la que contribuye a la obesidad- debiera pagar impuestos más altos?

Absolutame­nte. Debiera pagar muchos impuestos. Esto es igual a lo que pasó con los cigarros. Hace 100 años estos no pagaban impuestos e incluso tenían incentivos. Nos tomó tiempo entender el impacto del tabaco, y luego todos los gobiernos le quitaron su apoyo y subsidios. Pero, en cambio, la mayoría de los gobiernos subsidian al azúcar, así como grasas y aceites, cosas que no deberían ser subsidiada­s. Si queremos movernos hacia una alimentaci­ón más nutritiva, deberíamos subsidiar, en cambio, lo nutritivo. ●

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