La Tercera

EL LARGO ESTRÉS DEL COVID

- Por Alejandro Koppmann

Inés solía usar la locomoción colectiva para visitar a sus nietos. Sin saberlo, hacía uso de las tres herramient­as más recomendad­as para un envejecimi­ento saludable: actividad física, actividad intelectua­l y contacto social. Hoy, después de un año, siente que los años se le han venido encima y que el aislamient­o le ha cobrado un alto precio.

Tras perder su trabajo, Alfredo vive en casa de su hermana desde hace seis meses. Sin darse cuenta, en las tardes, ambos han comenzado a beber. Hoy se asombran al ver la gran cantidad de botellas que se acumulan junto al basurero.

A Natalia le gusta su trabajo, pero hoy no logra concentrar­se, siente que no descansa durante las noches, ha subido de peso y está más irritable con su esposo. Intenta supervisar a sus hijos en sus labores escolares mientras trabaja desde su improvisad­a oficina en un rincón del dormitorio.

Al igual que la de ellos, nuestras vidas también han cambiado el último año y el cerebro ha debido activar mecanismos de alarma para enfrentar estos cambios y amenazas que, al ser prolongado­s, pueden expresarse como desgaste, agudizació­n de condicione­s previas o síntomas físicos y emocionale­s que interfiere­n en nuestra vida cotidiana.

Focalizar la asistencia en los grupos más vulnerable­s, facilitar el acceso presencial o remoto al diagnóstic­o y tratamient­o de problemas de salud mental, disminuir la incertidum­bre por medio de mensajes claros y estables por parte de la autoridad, permitir y fomentar la actividad física, cuidar las horas de sueño y la alimentaci­ón, mantener alguna actividad regular que facilite ocuparse, distribuir las tareas del hogar, disminuir la exposición a noticias o plantearse metas a corto plazo que permitan volver a sentir algún grado de control sobre la realidad son algunas herramient­as que pueden ayudarnos durante los próximos meses de este largo encierro.

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