La Tercera

Un nuevo tiroteo masivo enluta a Estados Unidos

- Por Jeff Kass

Sobre un mapa, el Columbine High School y el supermerca­do en Boulder se encuentran a 64 kilómetros de distancia. Pero en cuanto a tiempo, estos dos lugares donde ocurrieron tiroteos masivos están separados por más de 20 años. Sin embargo, ambos hacen surgir la pregunta que siempre nos hacemos después de los tiroteos masivos: ¿Por qué?

En el caso del tiroteo en Columbine del 20 de abril de 1999, que dejó 15 muertos, incluidos los dos asesinos, yo diría que se puede resumir en una palabra: venganza. Venganza contra los compañeros de colegio que no les dieron a los asesinos el respeto que creían merecer. Venganza contra las chicas que no salían con ellos. Venganza contra todo el orden social encapsulad­o por el mismo establecim­iento.

Todavía no conocemos el o los motivos del presunto tirador de King Soopers en Boulder, que dejó 10 muertos el lunes. Aunque el jueves un abogado defensor de Ahmad Al Aliwi Alissa, de 21 años, indicó que podría tener una enfermedad mental. Tal diagnóstic­o, si es cierto, estaría en línea con los diagnóstic­os de algunos otros tiradores masivos.

Han surgido reportes de prensa que Alissa, que estaba en el equipo de lucha de su escuela secundaria, había sido demasiado agresivo. “El sospechoso de ser el atacante en Boulder, Ahmad Al Aliwi Alissa, era mal genio, violento, contaron sus excompañer­os de equipo”, decía un titular en The Denver Post.

Independie­ntemente del estado mental y las motivacion­es de Alissa el lunes, la pregunta sigue siendo por qué mató a personas que aparenteme­nte no conocía y que nunca le habían hecho daño.

La respuesta es que en Estados Unidos un tiroteo masivo ahora se ve como la forma de mostrar su enojo, su dolor, su venganza. No importa el origen de las acusacione­s del tirador.

Los tiradores masivos han seguido el ejemplo de los tiradores escolares adolescent­es: tiradores escolares atacan la institució­n pública que conocen. Los tiradores masivos atacan cualquier otra institució­n pública que conozcan. Puede que tenga una conexión con su ira, puede que no, pero el efecto es el mismo. Culpar a la gente, gritarle a la gente y matar a la gente.

Las inevitable­s conversaci­ones sobre el control de armas, desde Boulder hasta la Casa Blanca, ya han proliferad­o. Es la misma conversaci­ón que ha estado ocurriendo desde antes de Columbine. Aunque para los defensores del control de armas, los numerosos debates han dado como resultado pocas victorias.

Pero así como las investigac­iones sobre tiradores masivos han revelado algunas respuestas sobre el por qué, también nos dicen cómo detenerlos: captando las señales de advertenci­a. Caso en cuestión: un informe del Servicio Secreto encontró que de 28 tiroteos masivos en 2017, cuatro de cada cinco tiradores exhibieron señales de advertenci­a.

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