La Tercera

“El feminismo es la única revolución sin pasado ni fracaso”

La periodista acaba de lanzar en Chile el libro Contramarc­ha, una “novela de mis lecturas”, donde en clave autobiográ­fica explora los libros que la formaron como autora. En diálogo con Culto, destaca que gran parte de esa búsqueda llegó por vía oral.

- Pablo Retamal Navarro

En su estilo, María Moreno (74) define el modo que enfrentó la escritura de su más reciente libro. Lejos de la planificac­ión exhaustiva de otros autores, la escritora tomó otro camino. “Fui Lady procrastin­ación para el libro que más deseaba hacer”.

Durante cuatro años, sus dedos fueron tecleando las páginas de Contramarc­ha, ya en las librerías nacionales bajo Alquimia Ediciones. Se trata de una novela que ella define como “novela de mis lecturas”, un relato autobiográ­fico de todos aquellos libros que la formaron como escritora.

Esta fue una idea de la editorial trasandina Ampersand, que armó una colección donde varios autores hablan de los libros de su vida. Entre otros figuran Alan Pauls, Margo Glantz, Daniel Link, Edgardo Cozarinsky. ¿Cómo llegó María Moreno a esta aventura?

“Por un deseo casi sensual: me encantaba la colección Lectores de la editorial Ampersand. Su consigna, su diseño, su serie. Quería estar ahí. Había leído La lectura; una vida de Daniel Link y había presentado Citas de lectura de Sylvia Molloy y me habían gustado mucho”, cuenta a Culto vía correo electrónic­o. Y se lanzó.

“Como soy una suerte de histérica especializ­ada en editores, me autopropus­e. A lo mejor no fue tan así, pero en todo caso, me le puse delante a Graciela Batticuore, la directora de la colección”.

¿Cómo fue la rutina de escritura?

Escribí la mayor parte durante los primeros meses de la pandemia. Y me sucedía algo raro: no suelo mostrar lo que estoy escribiend­o ni comentarlo, escribo solo en compañía de los fantasmas personales, casi siempre inconscien­te de eso hasta que me doy cuenta de que se han colado en el texto. Pero el aislamient­o me provocó una especie de pérdida de juicio sobre lo que estaba haciendo. ¿Estaba bien o mal? ¿Era lo que quería decir? Como si el hecho de viajar en subte, sentarme sola en un bar, tener reuniones de trabajo, cosas que ya no podía hacer, hubieran sido lo que me permitía tener la medida de lo que escribía.

Ahora, Moreno aclara: “No sigo rutinas: escribo cuando mis editores ya están hartos de mis mentiras y retrasos, bajo el imperativo del día de entrega sí o sí del periodismo. Escribo cuando tengo menos tiempo”.

Libros y oídos

En un momento de la novela, Moreno señala: “Debo más a mis oídos que a mis ojos”, y cuenta lo influyente que fue una versión radial de Los Miserables que escuchó en su infancia. Como a pocas personas, los libros le entraron por los oídos.

“De las versiones radiales de obras clásicas me han quedado las itálicas y los signos de admiración como si intentara traducir a la escritura los énfasis de las voces de los actores y actrices de la radio. La literatura también me llegó por el tango. Y durante años he ido a bares a conversar con amigos escritores que eran también grandes charlistas y bebedores, algo que en otra época se llamó ‘bohemia’. Por eso digo que debo mucho a mis oídos”.

¿Cuál es su relación con la oralidad?

Siempre afirmo que soy hija del matrimonio igualitari­o entre Manuel Puig y Rodolfo Walsh. Quisiera crear textos con otres, que depongan la autoría, testimonio­s colectivos-políticos, suerte de contranove­las de las disidencia­s, editadas también colectivam­ente. Eso si me queda futuro.

Una lectura liberadora

La lista de autores que María Moreno destaca a través de las páginas de Contramarc­ha es variopinta: Edmundo de Amicis, Norman Mailer, Charlotte Brontë, Silvina Bullrich, Julio Cortázar. Pero hay una a quien le dedica mucho espacio: Simone de Beauvoir.

¿Cuál es su relación ahora con De Beauvoir?

Sus postulados están en el ADN de varias generacion­es, y en las de ahora tal vez tapados con brea como un grafiti injurioso, o cerrados con llave y colocados junto al osito de felpa de la infancia o escupidos desde el post porno, pero fue una lectura liberadora donde la heroína vivía sin límites por su condición femenina y escribía sobre la felatio sin metáforas edulcorada­s.

En Argentina se aprobó la ley de aborto, justamente el poder elegir que plantea Beauvoir. ¿Es suficiente?

La ley de aborto legal, seguro y gratuito, es un logro dentro de un movimiento emancipato­rio que tiene diversos legados y postas. Aquella en la que me reconozco es la anticapita­lista, antipuniti­vista y transfemin­ista, lamento que las palabras justas suenen horrible. El feminismo es la única revolución sin pasado ni fracaso, me gusta decir, aunque debería nombrarse en plural. ●

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María Moreno

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