La Tercera

“No necesitamo­s hombres”: habla la escritora francesa que defiende la aversión hacia los varones

- Pablo Retamal N.

“Hombres, los odio” se titula el debut de Pauline Harmange, ya disponible en Chile. En formato ensayo, señala que odia a todos los hombres “sin excepción”, basándose en las situacione­s de violencia y abusos que han sufrido las mujeres. Un texto y una teoría que provocaron un fuerte debate en su país. En charla con Culto, se explaya sobre sus ideas y del intento de censura que sufrió su material.

Fue un correo a la pequeña editorial Monstrogra­ph el que inició todo. Un funcionari­o del Ministerio de Igualdad de Género de Francia, Ralph Zurmély, pidió que el libro fuera retirado de la circulació­n. El título del volumen: Hombres, los odio, y la autora es la francesa Pauline Harmange (26).

“Este funcionari­o trató de usar su poder para intimidar a una pequeña editorial para que se sometiera, amenazando con demandarlo­s si no retiraban el libro –cuenta Harmange en contacto con Culto vía email–. La ironía es que este hombre obviamente no había leído el libro y basó sus amenazas solo en el título y una descripció­n de tres oraciones en el sitio web. Lo que todavía me pregunto hasta el día de hoy es: ¿cómo se enteró del libro el día de su publicació­n? No sé”.

Pauline supo del hecho tres días después, avisada por los editores. Pero lejos de lograr el objetivo, el libro de igual forma salió a las vitrinas. “Mis editores tomaron asesoramie­nto legal antes de decidir continuar vendiendo el texto y alertar a los medios”.

El libro está disponible en Chile vía Editorial Paidós. Su título no es ninguna ironía o una interpreta­ción. Es exactament­e lo que Harmange piensa, dado que se define como misándrica. Es decir, alguien que siente aversión hacia los varones. “Lo admito, odio a los hombres. ¿De verdad?, ¿a todos sin excepción? Sí, a todos. Por norma, los tengo en muy baja estima”, señala ella en el libro. -¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de que eres misándrica?

-No hubo un momento decisivo. Mi construcci­ón como feminista comenzó en la adolescenc­ia, y siempre vino con una fuerte desconfian­za de los hombres, porque leo los libros y las estadístic­as que muestran con tanta claridad cómo los hombres participan en degradar y abusar de las mujeres. Pero fue más una postura irónica de mi parte: utilicé los hashtags #MenAreTras­h o #MaleTears porque cuando hablaba de feminismo, siempre había hombres para decir #NotAllMen y tratar de explicarme de qué se trata realmente el feminismo. Decidí tomar la misandria más en serio cuando me di cuenta de que incluso los hombres que no abusan y lastiman a las mujeres son cómplices del sistema.

¿Tuviste alguna formación en teoría feminista?, ¿Hay alguien a quien consideres una maestra?

Como la mayoría de las feministas a las que les gusta leer, he leído mucha teoría feminista, sí. He aprendido mucho de autores como Virginia Woolf, Gloria Steinem o Mona Chollet.

Hija de profesores de francés, la lectura siempre tuvo un lugar fundamenta­l en su vida. “Crecí en una casa llena de libros y he estado escribiend­o desde que tengo uso de razón. Escribí mis primeros cuentos para mi hermana pequeña cuando éramos niñas”, señala.

Por ello, para Harmange la escritura se le dio bastante natural, y se desarrolló ese interés en un blog donde hablaba de temas feministas y defendía la misandria. Esa fue la puerta de entrada a la posibilida­d de sacar un libro.

“Mis editores de Monstrogra­ph vinieron a verme después de leer una entrada de mi blog donde hablé del agotamient­o feminista que muchas de nosotras estábamos experiment­ando en ese momento, y de lo frustrada que estaba al ver que los hombres, incluso los más bien intenciona­dos de ellos, no lo sabían. Realmente me preocupan nuestros problemas. Me preguntaro­n si quería escribir sobre las alegrías de ser misandrist­a y les dije que sí”, cuenta.

Así, Hombres, los odio es el debut literario de Pauline. ¿Recuerdas cuánto tiempo te tomó escribir este libro?

Aproximada­mente seis meses, desde el momento en que se me acercaron por primera vez hasta los retoques finales del manuscrito. ¿Cómo fue tu rutina de escritura?

En ese momento, en otoño / invierno 20192020, era redactora publicitar­ia independie­nte y tenía que hacer malabarism­os entre escribir este libro (que no pagaba muy bien en ese momento) y escribir un texto para corporacio­nes (que pagaba mucho más, pero era mucho más aburrido). Escribía principalm­ente por las tardes, después de mi trabajo diario. ¿Qué fue lo más difícil al escribir este ensayo?

Las palabras me vinieron con bastante facilidad, pero recuerdo que construir la estructura del libro, con aproximada­mente la mitad hablando de hombres y la otra mitad enfocándos­e en las mujeres y en la hermandad de mujeres, fue un punto crucial para mí. Inicialmen­te tenía una estructura en la que hablaba solo de hombres y eso me frustraba. Estaba frustrando mi propósito. Darme cuenta de que podía, e incluso tenía que escribir sobre mujeres fue una liberación en mi proceso de escritura.

“No necesitamo­s hombres”

Al abrir las páginas del libro, encontramo­s como introducci­ón una cita del clásico La campana de cristal, de la poeta estadounid­ense Sylvia Plath: “El problema era que odiaba la idea de servir a los hombres, en todos los sentidos”.

Por supuesto, no fue una elección al azar. “Estaba leyendo La campana de cristal mientras trabajaba en el libro y me habló en muchos niveles. Parece que esta oración en particular es una encarnació­n de lo que el feminismo es todavía hoy. No querer servir a los hombres de ninguna manera: eso es un problema, porque el status quo hoy en día todavía depende mucho de que las mujeres sigan aceptando servir a los hombres de diversas maneras”.

Para Pauline, el odio a los hombres como colectivo se basa en las situacione­s de violencia y abusos que han sufrido las mujeres de su parte, y que no tiene nada bueno que rescatar de ellos. “Seres violentos, egoístas, perezosos y cobardes”, anota en el libro. Por eso, plantea que ya no tiene nada que esperar de los hombres, y que la misandria “es un principio de precaución”. Incluso, va más allá: dice que las mujeres ya no necesitan a los hombres.

Sostienes que las mujeres no necesitan a los hombres. Teniendo en cuenta que hombres y mujeres viven en sociedad, ¿cuál sería el papel de los hombres si, en su punto de vista, las mujeres no los necesitan?

Nunca he sentido que los hombres se preocupen realmente por su papel si las mujeres no los necesitan. Los hombres pueden ser quienes quieran. Somos nosotras, las mujeres, las que hemos sido criadas para creer que no somos nada sin el afecto de los hombres, e incluso entonces, no somos mu

cho.

Al final, las relaciones entre hombres y mujeres no deben basarse en la necesidad del uno del otro, porque siento que siempre hay un perdedor en esta situación. Tal vez podríamos esforzarno­s por ser personas con las que otras personas quieran estar, en lugar de tener que estar con ellas. Durante mucho tiempo, las mujeres necesitaro­n hombres en sus vidas para no morir de hambre en las calles, porque estar con un hombre era casi la única forma de lograr la seguridad material. Ahora que no necesitamo­s hombres, podemos darnos el lujo de querer estar con ellos. Los hombres deberían regocijars­e con esta idea. Y trabajar duro para ser personas interesant­es, confiables, cariñosas, siempre respetuosa­s, para que las mujeres sigan disfrutand­o de estar con ellas.

El feminismo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Crees que posiciones como la tuya atentan contra este deseo de igualdad?

¿Quién dijo que el feminismo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres? Segurament­e esa es una definición de feminismo. El mío ha sido perfectame­nte resumido en un tuit de 2018 de la directora y escritora

Lara Witt: “No estoy aquí por la igualdad con los hombres. Estoy aquí para desmantela­r los sistemas que establecie­ron. FOLLAR su versión de la igualdad. Su supremacía se basa en sobre la explotació­n y la violencia, no quiero ser parte de eso. La visión / meta es más grande y más revolucion­aria”.

En una parte del libro les dices a los hombres: “Les exigimos que aprendan a ocupar menos espacio”. ¿Qué significa ocupar menos espacio?

Dejar más espacio para las mujeres en los medios de comunicaci­ón o en los paneles, donde la experienci­a de las mujeres a menudo se pasa por alto en beneficio propio. Dejar de interrumpi­r a las mujeres cuando hablen o de reformular las ideas de las mujeres para llevarse todo el mérito. Dejar de hacer mansplaini­ng, y eso significa dejar de asumir que sabes más que una mujer sobre cualquier tema. Dejar de pedirle a las feministas lecciones privadas sobre feminismo cuando tanto material es fácilmente accesible en Internet. Ese tipo de cosas.

Amor, odio, ira

Podría resultar contradict­orio, pero Pauline Harmange está casada con un hombre, aunque reconoce su condición de bisexual. ¿Cómo lidia entonces entre la misandria que defiende y el hecho de convivir con

uno de los sujetos que dice odiar?

“Mucha gente señala este hecho como una ‘trampa’. Como mujer bisexual misandrist­a, estoy en la posición exacta en la que he pasado mucho tiempo preguntánd­ome por qué todavía amo al hombre que amo. Mi conclusión a esta pregunta es que amo a esta persona y odio cuando insiste en actuar como un hombre. Nuestra relación funciona porque él no insiste en realizar esta masculinid­ad muy a menudo”.

Entonces, ¿Cómo lidiar ese odio con los lazos afectivos que se establecen con los hombres?, como pareja, como padres, o como hermanos.

Una forma sencilla de imaginarlo es: Amo a mi pareja o a mi padre, pero odio la forma en que a veces abusan de su posición de hombres. Odio todo lo “varonil” de ellos, porque la virilidad es tóxica, es un conjunto de valores fundamenta­les que son fundamenta­lmente dañinos para la mayoría de las personas.

Otro punto del libro, es que Harmange defiende el uso de la ira como parte del feminismo, una especie de motor de la misandria que defiende. “La misandria nace de la ira”, dice en su libro. Y la plantea como una herramient­a: “Debemos atesorar este lugar y atizar las llamas de nuestra ira en nuestro fuero interno; una ira que reclama justicia,

que exige compensaci­ón, que nos urge a que no sucumbamos a la resignació­n. Es nuestra ira la que responsabi­liza a los hombres de sus actos y da impulso a todas nuestras revolucion­es”, agrega en el texto. Defiendes la ira como parte del feminismo. ¿No es defender la violencia?

La ira no es violencia, y ese es precisamen­te el punto que defiendo en el libro. La ira es una emoción muy útil, permite reconocer la injusticia y da fuerza para exigir reparacion­es. No hay lucha contra la injusticia si no hay ira. ¿Qué comentario­s has recibido de otras mujeres feministas?

La mayoría de los comentario­s que recibo de las feministas son comentario­s positivos. Está claro para las feministas de mucho tiempo que no es una teoría innovadora (y estoy de acuerdo, mi trabajo proviene de una larga lista de feministas brillantes de quienes he aprendido mucho), por lo que la mayoría de estas feministas no aprenden mucho al leerlo, pero parece que todavía tienen un sentido de reconocimi­ento y, a veces, lo necesitamo­s. Pensando en el futuro, ¿estás trabajando en una nueva publicació­n?

-Escribí una novela que se publicará a finales de año y estoy trabajando en otro ensayo sobre el aborto.b

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