La Tercera

Consistenc­ia opositora

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

Aprimera vista, puede parecer inexplicab­le que, ya entrado abril, ninguno de los candidatos de Unidad Constituye­nte -Ximena Rincón, Paula Narváez, Heraldo Muñoz y Carlos Maldonado- llegue siquiera al 3% en el promedio de las encuestas. Y que las alternativ­as mejor ubicadas de la oposición sean Pamela Jiles y Daniel Jadue. Opciones que, al parecer, concentran el respaldo del electorado de izquierda y centroizqu­ierda, ese segmento que con entusiasmo se sintió interpreta­do por el espíritu del estallido social, por la crítica que él encarnó al Chile construido en los últimos treinta años.

¿De verdad resulta extraño que candidatos que representa­n a los partidos de la ex Concertaci­ón, personas que fueron ministros y líderes políticos durante sus largos años en el poder, hoy prácticame­nte no tengan respaldo electoral? Después de haberse sumado entusiasta­s a la demolición simbólica del Chile construido desde 1990, lo extraño sería que tuvieran respaldo. Porque, ¿qué podría proponer alguien que no transmite ningún orgullo ni reivindica­ción por lo que hizo durante dos décadas; alguien que solo refleja vergüenza y arrepentim­iento por un legado político de esa duración y envergadur­a? ¿Con qué mínimo de credibilid­ad puede pararse frente a la opinión pública a hacer una propuesta y pedir un voto de confianza?

En los hechos, que Pamela Jiles y Daniel Jadue encabecen las preferenci­as de los electores de izquierda y centroizqu­ierda es lo más consistent­e. Representa­n a los sectores que siempre fueron críticos de la Concertaci­ón. Ellos desde el inicio fueron opositores a una transición pactada con la derecha y a lo que hoy denominan “socialdemo­cracia neoliberal”, es decir, el modelo imperante durante los cuatro gobiernos de los que participar­on los actuales candidatos de Unidad Constituye­nte.

Nada refleja mejor las señales políticas que desde la centroizqu­ierda se han emitido y prodigado desde su derrota electoral en 2010 que las opciones que ahora expresa su ex electorado. Su autoflagel­ación, su desvergonz­ado oportunism­o, es lo que hoy convierte a sus precandida­tos en figuras de una inconsiste­ncia política y ética enorme, que no tuvieron la dignidad y la valentía para defender lo que hicieron durante su larga travesía en el poder. Que se sumaron a coro a la calle, pensando que podían mimetizars­e con una crítica despiadada y sin matices históricos a lo que ellos mismos representa­n, y ahora, además, pretenden encabezar esa crítica.

Hoy abogan por una convergenc­ia con sus demoledore­s, una unidad sin duda imprescind­ible para tener opciones en la próxima presidenci­al. El problema es que la unidad y la convergenc­ia por definición beneficia a quienes tienen más respaldo. Y esos son y seguirán siendo Jiles y Jadue, los genuinos representa­ntes del espíritu de un estallido social convertido, entre otros por la propia centroizqu­ierda, en una revuelta política en contra del país construido por la Concertaci­ón durante veinte años.

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