La Tercera

MANUEL JOSÉ CEPEDA Las lecciones de un protagonis­ta del proceso constituye­nte colombiano

- Por Andrés Muñoz B. | Fotos El Tiempo- Colombia

Durante el gobierno de César Gaviria fue el nexo entre el Ejecutivo y la asamblea constituye­nte que cambió la Constituci­ón de Colombia en 1991. Aquí, recuerda los momentos más difíciles de esa experienci­a y también resalta uno de los pilares de la Carta Magna colombiana: la justiciabi­lidad de los derechos sociales.

Manuel José Cepeda (58) es un testigo clave. Podría ser calificado también si es que se escribiera una novela sobre el proceso constituye­nte de Colombia en 1991- como un narrador protagonis­ta, esos que pudieron escuchar y ver de cerca.

Cepeda, abogado de profesión, fue asesor presidenci­al del gobierno de Virgilio Barco, momento en que se empezó a cimentar el proceso constituye­nte en ese país. Luego, en el mandato de César Gaviria, continuó su rol de asesor y fue ahí cuando se estableció como el nexo entre el Ejecutivo y la asamblea constituye­nte que inició sus funciones en febrero de 1991.

En esta entrevista, luego de exponer en un foro del Centro de Estudios Públicos (CEP), el abogado y expresiden­te de la Corte Constituci­onal colombiana -algo así como el Tribunal Constituci­onal chileno- hace un repaso de cómo fue la experienci­a colombiana y resalta la importanci­a que ha tenido la Corte Constituci­onal y el mecanismo de tutela de los derechos que se implementó en su país.

¿Qué le parece el proceso chileno que ha iniciado Chile para tener una nueva Constituci­ón?

Le veo una gran virtud. Porque este proceso es participat­ivo, pluralista e incluyente. El proceso colombiano también fue así. Aunque eso genera problemas al inicio, termina siendo útil si se maneja con política.

¿Por qué genera problemas al principio?

Puede generar problemas porque hay que administra­r muchas voces. Entre más abierto sea, más voces, mas decisiones, más intensidad respecto de ciertos temas específico­s que son muy relevantes para algunos sectores ,pero que no lo son para otros y que para algunos son intocables. Cuando se cambia la Constituci­ón se necesita mucho más manejo político, más capacidad de encontrar fórmulas ante tantas voces. Entre más participat­ivo, más pluralista, más deliberati­vo, mayor legitimida­d para la Constituci­ón o la reforma final y eso es un gran logro para un país. Por lo menos como Colombia, que tenía una crisis enorme, en ese momento requería fortalecer sus institucio­nes y darles mucha legitimida­d.

¿Cuál es el principal aprendizaj­e que tuvo asesorando al Presidente Gaviria y qué consejo le daría a Chile?

El primer punto es que los contextos políticos son tan distintos que es difícil desde afuera dar consejos y es mejor que los chilenos definan su camino con pleno conocimien­to de todas las caracterís­ticas del sistema político, de las tensiones y de los objetivos políticos. En términos generales, creo que lo que permitió que en Colombia se llegara a una Constituci­ón con una capacidad significat­iva de obtener los objetivos buscados fueron dos cosas. Primero, es que se trató de construir un propósito común compartido por posiciones políticas que incluso eran ideológica­s muy distintas. Y ese objetivo común funcionó para que, a pesar de las diferencia­s, todos trataran de llegar a ese mismo objetivo. Lo segundo fue la actitud siempre generosa de los constitu

yentes, que trataron de encontrar un terreno común, aunque el tema fuera muy difícil.

Los procesos constituye­ntes tienen esta paradoja de que surgen en momentos de mucha crisis, política e institucio­nal, de polarizaci­ón incluso. Pero cuando se llega a ese proceso constituye­nte, lo que más se pide es que haya mucha unidad y acuerdos para llegar a un texto consensuad­o, ¿cómo se logra eso?

Es que es muy difícil. En Colombia, el proceso fue liderado por dos presidente­s. Inicialmen­te por el Presidente Barco hasta 1990 y luego por el Presidente Gaviria hasta 1991, cuando se adoptó la Constituci­ón. Ambos presidente­s tomaron decisiones de liderazgo, pero siempre promoviend­o acuerdos políticos con lo que en el gobierno Barco se llamaba oposición y en el gobierno de Gaviria más bien fueron las fuerzas diferentes a las de su partido, que no estaban necesariam­ente en oposición. Entonces, ese es un primer factor, el liderazgo dispuesto a tender un puente con los del otro lado. Un segundo factor muy importante se concretó en acuerdos políticos escritos antes de que sesionara la asamblea constituye­nte. De tal forma que el Presidente Gaviria, por ejemplo, firmó un acuerdo político con todas las fuerzas representa­das en el Congreso que habían participad­o en las elecciones, excepto con una fuerza que todavía no rechazaba la violencia política en Colombia. En la discusión constituci­onal chilena uno de los órganos más en cuestión es el Tribunal Constituci­onal. Principalm­ente por los

críticos que reclaman que es una tercera cámara de decisión. Usted fue presidente del símil colombiano, ¿cómo ve ese cuestionam­iento?

En primer lugar, yo respeto mucho al Tribunal Constituci­onal chileno y entiendo que cada país define la institució­n del juez constituci­onal más apropiado para su país. En Colombia tuvimos un juez constituci­onal durante 100 años que era la Corte Suprema de Justicia que actuaba como juez constituci­onal con poderes mayores de los que tiene actualment­e el TC en Chile. A pesar de eso, en Colombia se decidió que debería haber una Corte Constituci­onal y por eso fue creada. ¿Cuáles fueron las razones en Colombia para crearla? En primer lugar, no fue una crítica al pasado. En Colombia no se creó la Corte Constituci­onal con el argumento de que la Corte Suprema lo había hecho mal. Dijimos: si no va a hacerse solo una reforma de aspectos puntuales de la Constituci­ón anterior, sino que se va a crear una nueva Constituci­ón, se requiere una institució­n que nazca con esa Constituci­ón y que la interprete dentro de ese espíritu.

¿Y qué tan relevante ha sido la Corte Constituci­onal?

Ha sido fundamenta­l. Sin la Corte Constituci­onal, la Constituci­ón de 1991 no habría producido los impactos y las transforma­ciones que hemos tenido en Colombia. Colombia tenía lamentable­mente una diferencia muy grande entre lo que prometía la Constituci­ón y lo que pasaba en la realidad. Con la Constituci­ón de 1991 , la Corte Constituci­onal y la tutela, se buscó cerrar esa brecha y gradualmen­te la Corte Constituci­onal ha podido avanzar en hacer realidad y efectivos los derechos y muchas otras reformas constituci­onales. Sin ella no se hubieran producido las transforma­ciones que se han llevado a cabo en Colombia.

La tutela de los derechos es uno de los máximos orgullos de quienes impulsaron el cambio constituci­onal, incluso el expresiden­te Gaviria lo calificó como una de las reformas más importante­s que se realizaron en la asamblea constituye­nte. ¿Por qué cree que ha sido tan importante que en Colombia se implementa­ra la judicializ­ación de los derechos sociales, o sea, que cualquier persona pueda exigir ante un tribunal la garantizac­ión de algún derecho?

La decisión que se tomó es que los derechos podían ser aplicados en casos concretos por los jueces y que la efectivida­d de los derechos, incluso los derechos sociales y los derechos de los pueblos indígenas, debían ser respetados no solo en abstracto por las leyes, sino paso a paso. Y eso ha llevado a un litigio constituci­onal muy abundante, pero ha sido bueno porque las personas se sienten protegidas por la Constituci­ón. La nueva Constituci­ón cumple muchas funciones: una función de legitimida­d, de distribuci­ón de poder y de limitación de poder. Una función de creación de un nuevo momento en la vida de un país, por eso es constituye­nte, pero también tiene una función importantí­sima de protección de los habitantes. Y la gran pregunta es si los habitantes de un país se sienten protegidos por su Constituci­ón.

¿Y eso es así en Colombia?

A pesar de muchísimas dificultad­es, de conflictos muy profundos, pero cuando alguien ya no tiene otra vía, considera que la vía es pedir la protección de la Constituci­ón. Y eso es importantí­simo. Y la mayoría de las personas sienten que en el mecanismo de protección, que nosotros llamamos la acción de tutela, ha servido. Esa es la institució­n más popular en Colombia: tiene un 80% de imagen positiva desde el tercer año de su creación. O sea, es una institució­n que le gana a cualquier otra institució­n o líder político.

Pero hay un exceso de litigios para que se garanticen los derechos…

Sí, hay mucho litigio por tutela, muchísimos casos. Claro, a algunas personas les parece malo y yo creo que lo malo es que los otros procedimie­ntos, muchos judiciales, no se hayan reformado para convertirs­e en procedimie­ntos verdaderam­ente accesibles y eficaces. Lo que pasa en Colombia es que la tutela es un tren bala que va por una autopista, un carril totalmente despejado, y en 10 días da una respuesta. En cambio, los demás procedimie­ntos judiciales son caminos entrampado­s, de huecos, entonces la gente dice: “Bueno, tomo el tren bala que va por un carril despejado”.

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► Manuel José Cepeda.

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