La Tercera

LA REAPARICIÓ­N DEL PADRE DE RODRIGO ROJAS DE NEGRI

“Lo vi muy poco, muy poco”

- Por Andrés del Real

Ramón Rojas es el padre del fotógrafo quemado vivo en los 80, cuya historia vuelve con la película La mirada incendiada, a estrenarse este viernes 9. Aquí, se asume como un padre ausente -lo dejó de ver a los tres meses de vida- y responde a las lecturas de oportunism­o que se pueden dar con su reciente participac­ión en el filme y en la causa judicial de su hijo.

La última vez que Ramón Rojas Ruiz-Tagle vio a su primer hijo fue a mediados de 1967, sólo meses después de que este naciera en Valparaíso. Diecinueve años después, en 1986, y tras irse a vivir a Barcelona, vio por la televisión española las noticias que llegaban desde Santiago sobre dos personas que resultaron con graves quemaduras en medio de una protesta. Tardaría algunas horas antes de caer en cuenta que uno de esos dos jóvenes golpeados, quemados vivos y luego abandonado­s en una zanja por parte de una patrulla militar era Rodrigo Rojas De Negri, el hijo que había abandonado en Chile casi dos décadas antes. El mismo que moriría cuatro días después del ataque, en uno de los episodios más brutales de la dictadura militar chilena.

Pese a la connotació­n histórica del Caso Quemados, reabierto en 2015 a partir del testimonio de un exconscrip­to al juez Mario Carroza, no es mucho lo que se sabe -al menos públicamen­te- del padre biológico del fotógrafo asesinado en julio de 1986. Su madre, Verónica De Negri, y Carmen Gloria Quintana, la mujer que sobrevivió al ataque, han sido los rostros visibles de un caso que 35 años después aún espera por justicia.

Eso hasta hace poco más de tres años, cuando Rojas Ruiz-Tagle se hizo parte de la causa desde España, primero con una querella criminal por crímenes de lesa humanidad -que pide cadena perpetua para todos los acusados- presentada en 2017 por su abogado en Chile, Alfredo Calvo, junto a una demanda civil indemnizat­oria contra el Estado por daño moral por $ 800 millones. Dos años después, tras un fallo de Carroza que considera “irrisorio”, y que declaró culpables a 11 exmilitare­s por el homicidio de su hijo, pero absolvió al jefe de la patrulla militar, Pedro Fernández Dittus, apeló -al igual que De Negri y Quintanaa la pena y al monto de su indemnizac­ión ($ 50 millones).

Pero Ramón Rojas no sólo decidió involucrar­se en la arista judicial. Recienteme­nte se contactó también con los realizador­es de La mirada incendiada, la película de Tatiana Gaviola que se estrena este 9 de abril vía streaming y que a modo de ficción histórica, combinando datos duros con ciertas libertades creativas, narra los últimos meses de Rodrigo Rojas De Negri, una vez que este regresa a Chile desde Norteaméri­ca, donde había partido a vivir a los nueve años. El rol protagónic­o lo encarna el actor Juan Carlos Maldonado (62: historia de un Mundial, El príncipe, Juegos de poder) Si bien desde la producción señalan que durante el proceso han estado en conversaci­ones con ambos padres del fotógrafo, además de otros familiares y la propia Quintana, con el fin de reconstrui­r la historia del protagonis­ta, el mes pasado Verónica De Negri hizo pública su molestia con un proyecto que -en sus palabras- se hizo sin su aprobación y “sin respetar a la madre y al hermano”, refiriéndo­se a Pablo, su segundo hijo.

“Hasta la ficción tiene que tener una base de respeto”, reclamó a través de su cuenta de Facebook. Incluso, se reunió con los productore­s de la cinta para sugerir algunos cambios en ella.

Una postura distinta a la que hoy tiene Ramón Rojas (75), quien desde Barcelona se refiere a la casi nula relación con su hijo, que el mes pasado hubiese cumplido 54 años. “Yo, la verdad, preocuparm­e de Rodrigo en el sentido de estar encima de él, jamás, porque era muy joven”, comenta con marcado acento español tras 40 años en el municipio de Sabadell, donde se fue a vivir con su esposa y otros tres hijos.

Cuenta que nunca había querido dar una entrevista, “porque el protagonis­mo es de la madre”, pero que ante el estreno de La mirada incendiada “es lógico que yo opi

ne”. Asegura que no lo mueve el dinero, que su plan es hacer una fundación con el nombre de su primogénit­o y que su principal preocupaci­ón es la justicia y la memoria. “Estoy contento (con la película), porque hemos cumplido con una etapa importante, que es que la juventud nuestra conozca esta historia”.

Un problema histórico

De familia talquina y exmilitant­e DC, Rojas fue asesor de Bernardo Leighton en el Ministerio del Interior durante el segundo periodo de Eduardo Frei Montalva y posteriorm­ente gobernador de Arauco, para luego irse al exilio a España en 1980. Conoció a Verónica De Negri en los años 60, poco antes que ella se inscribier­a en el Partido Comunista, cuando llegó a la capital del Maule a estudiar y a vivir en la casa de sus padres. Ambos tenían 21 años cuando nació Rodrigo, de quien no conserva ninguna foto. Nunca más se juntaron, se escribiero­n ni hablaron por teléfono.

Si bien desde entonces se ha vuelto a reunir un par de veces con Verónica De Negri, (“la última vez en España estaba enamorado como el primer día o más”, confiesa), ella afirmó hace dos años que Rojas en realidad nunca quiso tener a Rodrigo. Él lo desmiente.

“La situación con Verónica ha sido muy especial, hicimos una cantidad de barbaridad­es que no debimos haber hecho. Pero éramos jóvenes”, comenta. Y aunque asegura que durante el embarazo evaluaron todas las opciones, “al final tomamos la determinac­ión de que íbamos a tenerlo”.

Al referirse al alejamient­o de su hijo, el relato de Rojas se vuelve más inconexo y nebuloso. Menciona entre los argumentos su propia juventud, a la siguiente pareja de De Negri y a las supuestas restriccio­nes que habría puesto la familia materna a un reencuentr­o que nunca se dio. “Lo vi muy poco a Rodrigo, muy poco. Cuando Verónica se juntó con su compañero, con el que tuvo a Pablo, me pidió que le enviara un aporte y durante un tiempo le estuve dando dinero. No mucho, pero por un tiempo. Y eso fue”.

Fue un padre ausente.

Un poco, sí.

¿Nunca hubo una carta, un llamado telefónico?

No, ella no lo permitió. Si el chaval me hubiera mandado una carta yo le hubiera contestado, que no te quepa la menor duda. Pero como yo sabía que ella tenía una persona en casa, no me quería meter en medio, porque le iba a crear un problema. Las circunstan­cias se dieron así. Después se fue a

Canadá, pero mi familia conoció a Rodrigo mucho más tiempo, mis hermanas de Santiago lo vieron.

En vista de esto, ¿le parece legítimo entonces que sea Verónica De Negri quien tome las decisiones en torno a lo que se hace sobre la memoria de su hijo?

Yo no lo pongo en duda, por eso nunca he participad­o en nada. Cuando ella estuvo aquí en Barcelona, en el 2000, tuvimos largas conversaci­ones y yo nunca le exigí nada.

Ella ha expresado sus diferencia­s con la película, pero usted se distancia de esa postura. ¿Por qué?

Por dos razones. La primera es que es esto un problema histórico, han pasado muchos años y la historia ya es del pueblo. Ella no puede exigir que se le exija consulta con todo, porque no es solo ella la dueña de la situación de Rodrigo, los jóvenes que se la han jugado por él, que han luchado por él en las calles, ellos también son dueños de Rodrigo en alguna medida.

¿Por qué en los últimos años decide hacerse parte de la causa judicial y de una película sobre un hijo al que apenas conoció?

Por una sola razón: porque cualquier persona tiene un padre y una madre. Y Rodrigo lo tenía muy bien puesto el padre. Y yo necesitaba estar presente como padre en la situación. Estamos buscando que los metan en la cárcel, que es un camino casi imposible, porque andan libres en la calle. La violencia con la que actuaron sobre Rodrigo no ha sido condenada por un juez por un tiempo suficiente. No ha habido justicia.

Se podría pensar que su involucram­iento en el caso y en el filme responde a otro tipo de intereses.

Una vez redacté un documento, con mi abogado desde Barcelona, para certificar que cualquier dinero que se reciba del juicio es todo dinero de ella, yo no quiero ni un duro. Y menos del Ejército. Yo con poder comer todos los días estoy pagado.

El jueves pasado, Ramón Rojas fue internado en una UCI de Sabadell y hasta ayer aún no recibía el alta. A través de un escueto mensaje cuenta que está fuera de peligro, que su problema es que le falta oxígeno en la sangre. Si bien está separado y vive solo, su intención es que alguien lo acompañe a ver La mirada incendiada, por si le pasara algo. “Yo ya tengo 75 años y el corazón ya no es el que tenía a los 18”, explica.

¿Sabe si usted aparece interpreta­do?

Todavía no lo sé, compañero, ellos no me han comentado nada. Teóricamen­te tendría que aparecer.

Si ese fuera el caso, ¿cómo le gustaría figurar en esta historia?

Como lo quieran ellos estará bien.

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► Rojas hoy tiene 75 años, vive en Barcelona y dice que quiere ver el largometra­je.
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► Una de las escenas de la cinta, con el actor Juan Carlos Maldonado en el rol de Rodrigo Rojas de Negri.

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