LA BATALLA CONTRA LA AUTORIDAD DEL SEÑOR DE LA NOCHE
Formalizado tras el polémico evento en Espacio Broadway de diciembre, José Antonio Aravena protagonizó uno de los episodios más criticados de la pandemia en Chile, el Ministerio del Interior se querelló en su contra y se transformó en una suerte de enemigo público. “Fui un chivo expiatorio”, asegura el dueño del Teatro Caupolicán, quien mientras espera el fin de la investigación hace sus descargos, anuncia acciones legales y sigue buscando formas de volver a la actividad.
José Antonio Aravena Fariña (57), amo y señor de los espectáculos, la vida nocturna y la bohemia santiaguina, vivió el 29 de diciembre la que considera la peor noche de su vida.
Tras ser detenido junto a otras 200 personas durante un polémico evento en la discoteca Espacio Broadway, promovido como Magik Chritsmas y amenizado por DJ Luciano, el empresario pasó la noche en un calabozo y fue formalizado al día siguiente en el Tercer Juzgado de Garantía de Santiago por infracción al Código Sanitario. Tras el descomunal operativo de Carabineros, las duras declaraciones de la subsecretaria de Prevención del Delito y una querella del Ministerio de Interior, Aravena se convirtió en enemigo público y la estampida de asistentes trepando las rejas del recinto, en una de las postales más criticadas de la pandemia.
A pocos días de cumplir con los 100 días de arraigo nacional que decretó el magistrado, el productor de eventos, propietario del Teatro Caupolicán y figura gravitante en la cartelera capitalina de espectáculos, rompe su silencio y anuncia acciones legales por apremios ilegítimos y detención injustificada. Su versión sigue siendo la misma que declaró ante la justicia: que lo realizado ese día no fue una fiesta clandestina, sino una actividad al aire libre publicitada previamente con música en vivo, mesas separadas, sin pista de baile y patente de restorán al día. Que cumplió con todas las disposiciones de la normativa sanitaria que regía en ese momento para este tipo de establecimientos en una comuna en Fase 2. Que hubo una estigmatización de un sector como Pudahuel (“si esto pasaba en las terrazas de Isidora Goyenechea o en el barrio Italia no estaríamos hablando”, asegura) y que, además, él no fue el productor del evento, sino que ese día fue a supervisar y terminó siendo usado de “chivo expiatorio” por las autoridades.
“Aquí hubo una mano negra y hay que derrotarla con la verdad”, sostiene quien hoy busca probar su inocencia dentro de un caso aún sin sentencia -por estos días se cumplen los 100 días de plazo investigativo- y que él cree se seguirá extendiendo porque “no tienen nada para demostrar que fue una fiesta clandestina”.
Si bien el evento fue rotulado como tal por parte de las autoridades, Aravena insiste en que se trató de una actividad gastronómica al aire libre ajustada a la normativa que regía entonces, en línea con lo que por esos mismos días realizaron otros locales de comida con música en vivo e iniciativas como Abre Santiago, ciclo gastronómico en las terrazas del Movistar Arena diseñado para 300 asistentes y que debutó a inicios de ese mes con el show de Los Tres.
“Yo creo que fui usado como chivo expiatorio porque esto ya se había hecho. Los Tres ya habían tocado en las terrazas del Movistar Arena sin problemas y ningún detenido, también en Fase 2”, reclama el productor, quien además del repudio generalizado se ganó problemas familiares: “Lo pasé pésimo, fui de fiscalizador y me terminaron preguntando desde mi casa por qué estaba trabajando en una actividad clandestina”.
El hijo del “Padrino”
Hijo del legendario empresario nocturno José “El Padrino” Aravena Rojas, fallecido en 2008 y creador del club Passapoga y la discoteca Hollywood, Aravena Fariña heredó y expandió el imperio en las últimas décadas.
Desde 2004 es también el administrador del Caupolicán, ocupándose de su remodelación y reinaugurando el espacio al año siguiente.
A partir de entonces el lugar volvió a ser parada obligada de artistas locales e internacionales. Muchas de esas visitas las gestiona él directamente y en las paredes de su oficina cuelgan fotos con Tom Jones, Rubén Blades y Salvatore Adamo.
En paralelo, la sociedad integrada por sus hermanos administra el Teatro Teletón, el ex Ópera Catedral, un hotel, cabarets y desde 2008 la discoteca Broadway, que en los últimos años ha albergado festivales, eventos privados y fiestas de electrónica como las dos primeras versiones de Magik Garden, franquicia creada por Luciano, cuya edición 2020 terminó con el músico, Aravena y cerca de otros 200 detenidos bajo el ojo de la autoridad y la condena generalizada.
“En ese momento en Fase 2 se podía tener el 25% de aforo de 90 mil metros cuadrados, vale decir, cuatro mil personas, y esta actividad estaba diseñada para 400”, asegura el promotor, amparándose en los cambios de normativa para restoranes y cafés que el Minsal implementó el 10 de diciembre. El mismo decreto que permitió temporalmente que este tipo locales volviera a recibir comensales de lunes a viernes en Fase 2, en terrazas al aire libre, con mesas separadas por dos metros, sin límite de personas, aunque con una estadía máxima de dos horas por asistente. Esa última restricción, al menos, no era parte del diseño de Magik Christmas.
En cuanto a la cronología de aquel caótico evento del 29 de diciembre, el productor señala que llegó a supervisar a Espacio Broadway a las 14 horas y ya en ese momento “se paseaba un auto y dos motos de Carabineros por la carretera. Ellos decían que era una fiesta clandestina y nosotros insistíamos en que era un restorán. En plena discusión llegaron más de 200 carabineros, dos carros lanzagases, el helicóptero apoyando y cuatro carros para llevar detenidos. Hubo algo que yo nunca logré entender: quién llamaba, quién los presionaba, quién los mantenía allí. Porque Carabineros nunca quiso proceder hasta que llegó la subsecretaria (Martorell)”.
Pero Aravena ya había intentado volver a la actividad mucho antes. Impedido de usar sus teatros, en abril del año pasado anunció el debut de un autocine en Espacio Broadway, aunque asevera que nunca recibió los permisos. Lo mismo su idea de montar el primer concierto al aire libre y con distanciamiento social en el país, fijado para octubre pasado en el mismo recinto y con Chancho en Piedra como plato fuerte: según él, tampoco le respondieron.
“Las municipalidades que tenían más poder adquisitivo pudieron realizar eventos y conciertos, incluso por encima de muchas restricciones sanitarias”, afirma el productor, consciente del perfil de rebelde que ha cultivado. Por de pronto, mientras espera el alzamiento de las medidas cautelares que pesan en su contra, sigue buscando fórmulas para volver a la actividad y entre sus planes figura una producción junto al Teatro Municipal de Santiago y negociaciones para traer a Daddy Yankee. “Les puede molestar a algunos, te pueden estigmatizar, pero a mí lo que me mueve es el entretenimiento y el espectáculo”, declara.