La Tercera

Democracia­s pandémicas

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

La pandemia del Covid-19 ha dañado brutalment­e diversas áreas de la vida democrátic­a. Pero su perjuicio más artero ha sido, qué duda cabe, en los procesos electorale­s. La postergaci­ón de comicios arrastra un sinnúmero de consecuenc­ias peligrosas para la gobernabil­idad: aumenta la incertidum­bre política, afecta la capacidad de previsión de parte de las autoridade­s para cumplir con el “delivery” de sus políticas, desafía los reflejos de adaptabili­dad de los representa­ntes legislativ­os para priorizar entre lo urgente y lo importante, entre otros. Pero quizás el perjuicio más grave es que los ciudadanos no puedan elegir libre y en igualdad de condicione­s a sus representa­ntes.

Hay razones para considerar que los procesos electorale­s pandémicos son de menor calidad. La disminució­n del desplazami­ento físico afecta el proselitis­mo electoral. Los candidatos tienen serias dificultad­es para recorrer el territorio, afianzar lealtades, sintonizar con identidade­s políticas. Los electores no solo se fían de las propuestas, sino de la confianza interperso­nal que proyectan los postulante­s. Las campañas pandémicas son frías, pero también desinforma­das. La informació­n de las propuestas programáti­cas circula menos o de manera tergiversa­da. Esto último no solo por la disparidad que se genera entre los ciudadanos con más o menos acceso a informació­n por medios de comunicaci­ón o internet, sino también por la capacidad de evaluar la veracidad de la informació­n que circula. La desigualda­d del ingreso siempre ha estado correlacio­nada con la capacidad para hacer fact-checking a la informació­n que circula en redes sociales. Solo que ahora los electores dependen más de éstas.

Pero si hay un problema para vincular a las élites con los ciudadanos, también sucede “desde abajo hacia “arriba”. ¿Cómo se agregan los intereses sociales en tiempos pandémicos? Las demandas sociales se expresan de diversa manera: a través de protestas sociales (limitadas por la inmoviliza­ción social), a través de organizaci­ones intermedia­s (la vida orgánica de sindicatos y partidos se ha acotado producto de la emergencia sanitaria) o a través del reclamo individual con los representa­ntes. Pero el ágora pública virtual está muy lejos de ser el espacio de canalizaci­ón y deliberaci­ón de la agenda social. Un tuit de queja es una botella en el mar del ciberespac­io.

De esta manera, el sistema político ha visto debilitada su conexión con los ciudadanos, a pesar de los esfuerzos de sus élites y de la energía social movilizada en olas previas al estallido pandémico. Si ya nuestras democracia­s sufrían de baja legitimida­d social, la pandemia ha afectado aún más este nervio cervical. Por lo tanto, la elección (postergada) de las próximas autoridade­s tienen alta capacidad de reproducir estas fallas de origen y las próximas representa­ciones políticas (a nivel constituye­nte, edilicio, parlamenta­rio y ejecutivo) replicarán la baja calidad del proceso de selección. Un golpe más al ya desprestig­iado régimen democrátic­o.

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