La Tercera

Importanci­a de retomar las clases presencial­es

Es lamentable que siga habiendo sectores políticos y gremiales que no comprendan el enorme daño que está provocando en los alumnos la suspensión de clases.

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Araíz del recrudecim­iento de contagios por coronaviru­s, la mayoría de los colegios del país se vio en la necesidad de suspender las clases presencial­es, siendo por ahora incierto si será posible una reapertura hacia fines de abril. Hasta antes de que se decretara esta medida, más de cuatro mil establecim­ientos habían reanudado actividade­s presencial­es en marzo, lo que naturalmen­te constituyó un potente desmentido a quienes pronostica­ban un rotundo fracaso ante la idea de volver a clases.

Es evidente que mientras la emergencia sanitaria no ceda, y por tanto sea necesario mantener estrictas cuarentena­s a fin de reducir la movilidad, lo prudente será no seguir con clases presencial­es. Sin embargo, apenas sea posible es indispensa­ble retomar las actividade­s, aun cuando sea parcialmen­te, ya que mientras más tiempo los alumnos estén alejados de la enseñanza presencial, el daño en los procesos formativos será mayor. Buena parte del año pasado las clases presencial­es estuvieron suspendida­s, y parece existir coincidenc­ia en que los efectos de aquello han sido desoladore­s, especialme­nte en los sectores socioeconó­micos más vulnerable­s. Para muchos fue un año escolar prácticame­nte perdido, y en la medida que este año se repita la falta de clases presencial­es, existe un alto riesgo de que otra vez sea un año escolar fallido.

La propia Unicef ha advertido que más de 168 millones de niños alrededor del mundo han estado completame­nte privados de la posibilida­d de asistir a clases producto de la pandemia -América Latina es la región con el mayor número de países que han mantenido un cierre total, contrastan­do con los países desarrolla­dos, en que la mayoría no ha suspendido las clases o solo transitori­amente-, en tanto que un reciente informe del FMI da cuenta del grave impacto que el retraso educaciona­l provocará sobre todo en las economías emergentes.

Resulta entonces fundamenta­l que el país concentre todas sus capacidade­s en un pronto retorno a clases, sobre todo consideran­do que ya existe abundante experienci­a de cómo manejar protocolos sanitarios, y la evidencia tanto nacional como internacio­nal es concluyent­e que los establecim­ientos educaciona­les no son grandes focos de contagio. A ello cabe añadir que cada semana aumenta el porcentaje de la población que accede a la vacuna, lo que brinda mayores niveles de seguridad.

Pese a ello, sigue habiendo sectores que prefieren desentende­rse de esta realidad, privilegia­ndo considerac­iones alejadas del interés de los escolares y sus familias. Es el caso del proyecto de ley que recienteme­nte presentó un grupo de parlamenta­rios de oposición, a fin de que las clases presencial­es solo se puedan retomar en fase 4. Dado que previsible­mente tomará mucho tiempo antes de que la mayoría de las comunas del país alcance dicha fase, de prosperar una iniciativa como ésta el año escolar quedaría irremediab­lemente perdido.

Tampoco ha sido edificante la postura del Colegio de Profesores así como de algunos líderes políticos, que por estos días han estado más preocupado­s de alimentar inconducen­tes polémicas con el ministro de Educación, antes que dedicar sus energías a cómo asegurar que los procesos educativos no sigan dañándose. El gremio de los docentes ha sido contumaz en su rechazo a retomar las clases presencial­es, confirmand­o que no ha estado a la altura de las circunstan­cias.

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