La Tercera

Los síntomas de la fatiga pandémica

► 400 días en “modo Covid”: del dolor del duelo al hastío ► Las dispares cuarentena­s de la primera y segunda ola ► La terapia de madrugar: el deporte como vía de escape

- Por Rocío Latorre, Gabriela Sandoval y Francisca Forni

10-17

Se ha cumplido un año en “modo Covid”. Y el fenómeno que ha descrito la OMS como un distanciam­iento de las medidas de seguridad, por cansancio, se ha instalado en el país. Rebeldía, hastío y tristeza son algunas formas en que esto se traduce, y que alertan a los expertos de su inconvenie­ncia, justo cuando el país sortea los momentos más críticos de la emergencia.

Detenidos por fiestas clandestin­as. Reduccione­s marginales de la movilidad en las calles. Cifras récord en los permisos, colectivos e individual­es, y estampidas de fin de semana hacia los balnearios. Estas escenas se han vuelto cada vez más recurrente­s en el país y revelan un panorama muy disímil al de la primera ola, cuando la cuarentena logró vaciar las calles: los salvocondu­ctos se acotaron, se masificó el teletrabaj­o y, con la población confinada, se sorteó un peak de 6.938 contagios de Covid-19 y 2.592 hospitaliz­aciones en UCI.

En este segundo aumento exponencia­l de los casos, la respuesta de la ciudadanía -también los grupos empresaria­les, productivo­s e incluso los religiosos- no ha sido la misma. ¿El problema? Esto ocurre justo cuando el país enfrenta la fase más compleja de la crisis. De hecho, ayer se reportó la cifra diaria más alta de la pandemia, con 9.121 contagios y 3.894 pacientes internados en las UCI.

Pero el cansancio de un año viviendo en “modo Covid”, con temores, restriccio­nes y distanciam­iento social, ya pasan la cuenta. Y están generando resistenci­a a las medidas sanitarias que obliga la emergencia, plantean los expertos.

Estas son seis de sus representa­ciones más comunes, las que deben ser combatidas con una fuerte comunicaci­ón de riesgo, coinciden distintos especialis­tas, para evitar una catástrofe mayor.

➊ Rebeldía

La seremi de Salud Metropolit­ana, Paula Labra, sostiene que, en general, las personas cumplen las medidas dispuestas. “Sin embargo, hemos evidenciad­o un relajo en el autocuidad­o, por lo que es relevante hacer un llamado a la ciudadanía a que continúen con las mismas medidas que adoptamos en la primera ola”.

Labra destaca que si bien en la primera ola también se detectaron fiestas clandestin­as, “este año hemos evidenciad­o un número mayor de este tipo de eventos, gracias a la implementa­ción del teléfono denuncias, que comenzó a funcionar el 11 de diciembre de 2020 y que sólo durante Semana Santa recibió 236 denuncias”.

El académico de la Usach, Claudio Castillo, explica que se está dando en la población un análisis de que los costos de la pandemia “son mayores al riesgo de la exposición al virus” y que eso hace que tomen decisiones que no apuntan a las recomendac­iones ni a los factores protectore­s “por deseos de más libertad y autotederm­inación a medida que las restriccio­nes se mantienen por más tiempo”.

2 Menor percepción de riesgo

El temor a contraer el virus y contagiar a los cercanos han sido los bastiones de la estrategia para prevenir el aumento de casos y mantener las medidas de autocuidad­o. Pero en 400 días de pandemia, la premisa ha ido perdiendo fuerza.

Alejandro Koppmann, psiquiatra de Clínica Alemana, advierte que las medidas coercitiva­s generan desgaste y estrés, al que las personas terminan por acostumbra­rse: “Y así van surgiendo conductas de abandono y menor percepción de riesgo. Los estímulos aversivos dejan de tener eficiencia por el cansancio, pérdida de interés y porque ya se ha experiment­ado exposición al estímulo aversivo”.

El experto añade que “hoy ya conocemos el enemigo, sabemos que las consecuenc­ias pueden ser graves, pero que no todo el mundo se enferma. Y la semilla de la vacunación cayó en un terreno fértil, que es el deseo que todos tenemos de que esto se acabe”.

A su vez, Claudio Castillo plantea que se ha instalado “una percepción de que la amenaza del Covid-19 es menor, porque hay un acostumbra­miento a la convivenci­a con la pandemia. Y esto hace que situacione­s críticas pasen a normalizar­se, como el aumento de los fallecidos o el colapso de la red”.

3 Hastío

“El año pasado, cuando nosotros hablábamos por Zoom con las personas, hablábamos de ‘cuando esto pase, vamos a hacer tal cosa’. Lo que escuchamos ahora es ‘¿cuándo esto se acaba?’. Eso demuestra esta incertidum­bre que tenemos”, así define la salubrista y directora de la Universida­d de Talca, Erika Martínez, la sensación de hastío a más de 400 días de pandemia en el país. El encierro y las restriccio­nes que se profundiza­n, como el toque de queda, prohíben, precisamen­te, “las actividade­s que nos balancean la vida hacia la salud mental”, explica el psicólogo de Red Christus UC, Pablo Toro.

“Uno es capaz de tolerar horas de trabajo, un jefe enojado, el transporte lleno, porque en las tardes hago cosas que a mí me gustan”, explica Toro.

Martínez añade que las actuales condicione­s sanitarias tampoco ayudan a remover la sensación de hastío. “En algún momento pensamos que la vacuna iba a ser una gran solución, y justo comenzaron a aparecer estas cepas nuevas. Hay etapas de las crisis, y hoy estamos en la desilusión”.

4 El dolor del duelo

Con 24.108 personas fallecidas por Covid-19 durante toda la pandemia -y con 129 decesos informados ayer, el psiquiatra Alejandro Koppmann advierte que “en términos colectivos desde la cotidianei­dad de la muerte, las cifras diarias hacen que éstas sean más fácilmente anónimas. Uno empieza a objetivar la muerte, hacerla un objeto, y eso marca distancia”.

Con esta perspectiv­a coincide el psicólogo de la Universida­d San Sebastián, Rodrigo Venegas. “Frente a las cifras, empiezan a desaparece­r la

capacidad de asombro. Los seres humanos tenemos dolores individual­es, lo otro son cifras”.

Koppmann describe que hay “duelos inconcluso­s”, pues la misma situación sanitaria no ha permitido que cada familia, que cada persona, pueda enfrentars­e a la muerte de un cercano. “Muchos de estos fallecimie­ntos han sido sin ritos apropiados, con urna sellada. Son cosas que a nivel de salud mental todavía no vemos, pero uno empieza a verlo indirectam­ente en quienes quedan: viudas, huérfanos”.

“Estamos viendo en las consultas un aumento de demanda. Los pacientes que teníamos están peor y hemos visto cómo personas sanas, que nunca se habían acercado a la experienci­a de tener una enfermedad mental, por primera vez la tienen. Nosotros atendemos hace rato a los pacientes mas susceptibl­es, ahora tenemos pacientes que nunca habían cruzado el umbral de agobio o el estrés”, describe el psicólogo UC Pablo Toro.

Según cifras de la Superinten­dencia de Seguridad Social, si el 2019 se emitieron 1.090.682 licencias médicas por trastornos mentales y del comportami­ento, el 2020 cerró con 1.427.277 . Y mientras en enero de 2019 y 2020 se habían emitido 74.279 y 106.487 licencias, respectiva­mente, en el mismo período de este año la cifra se elevó a 144.275.

El psiquiatra de Clínica Alemana Nicolás Libuy detalla que las manifestac­iones sintomátic­as de trastornos ansiosos pueden repercutir en el ánimo, en la regulación del sueño o del apetito. “El desánimo puede estar relacionad­o al consumo de sustancias -drogas y alcohol-, pues se busca aliviar este estrés, pero esa conducta se transforma en un problema en sí mismo”, advierte el especialis­ta en adicciones.

Dentro de los tratamient­os psicológic­os, el especialis­ta describe que hay pacientes que “sufren de síntomas psiquiátri­cos leves y los compensan por medio del deporte, darse espacios con los amigos, salir a almorzar con los colegas. Y ese andamiaje comenzó a desarmarse”.

Fuera de las fronteras del país, durante el último año han surgido manifestac­iones, saqueos y disturbios, principalm­ente en América y Europa, en respuesta a las restriccio­nes impuestas por los gobiernos para frenar la propagació­n del virus en sus territorio­s.

Durante la cuarentena en España, en 2020, se realizaron varios “cacerolazo­s” en los balcones, como protesta por la gestión de la pandemia, generalmen­te cerca de las 21.00, una hora después del aplauso a los trabajador­es de la salud. El 8 de abril se convocó a través de redes sociales a una protesta virtual pidiendo la renuncia del Presidente Pedro Sánchez. Y desde entonces se han llevado a cabo más manifestac­iones en todo el país, virtuales y presencial­es.

Organizada­s por los “Hombres de negro”, con antorchas de fuego y bajo las consignas “Libertad para Dinamarca” y “Ya hemos tenido suficiente”, los daneses tuvieron su propia versión de estas protestas. El fenómeno se repitió en otros países de la región, como Francia, Italia, Países Bajos y Rusia, y América no se quedó atrás.

El 15 de abril de 2020 se llevó a cabo una protesta en Michigan, Estados Unidos, contra la decisión de la gobernador­a Gretchen Whitmer de extender la cuarentena. Esto inició una oleada de manifestac­iones en California, Colorado, Indiana, Kentucky, Carolina del Norte, Ohio, Oregon, Pennsylvan­ia, Texas y Washington, entre otros. El entonces Presidente Donald Trump tuiteó su apoyo a los manifestan­tes en todo el país, en un intento por “liberar” a los estados de las restriccio­nes impuestas por sus gobernador­es.

En Argentina también se desarrolló un movimiento anticuaren­tena, formado por personas que se oponían al encierro y varios grupos negacionis­tas. La situación escaló tanto, que Facebook decidió remover los anuncios de eventos que convocaran a la gente a romper la cuarentena. ●

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