La Tercera

La entrevista más íntima de Johnny Herrera

22 años después, con 39, el arquero angolino deja el fútbol convertido en mito. Aquí su despedida más íntima, las emociones de la persona que hay tras el jugador.

- Matías Parker Castro

58-59

Johnny Herrera (39) dijo adiós esta semana al fútbol profesiona­l. Con 13 títulos (ocho torneos nacionales, tres Copa Chile, una Supercopa y una Sudamerica­na), el angolino cuelga los guantes 22 años después de debutar con el club de sus amores: Universida­d de Chile.

¿Cuántas veces escribiero­n mal su nombre?

No sé cuántas veces. Yo era el weón que no lo corregía. El nombre es feo, pero le agradezco a mi mamá que lo escribió bien.

¿Quién le inculcó el gusto por el fútbol?

En el colegio. Era desordenad­o, pero selecciona­do de todos los deportes. Con 10 años, en mi primera escuela de fútbol, un profe me consiguió la prueba para venir a la U en Santiago.

¿Se vino solo?

Solo, a los 13. Con un bolsito de mimbre.

¿Cuántas veces casi se devuelve a su casa?

El primer año... si no te digo que fueron todos los días, te estaría mintiendo. Era el menor de mi familia, regalón de mi mamá…Pero llegaba la hora de entrenar y se me quitaban las ganas. Mi mamá me pregunta todos los días “¿te voy a buscar?”. Me las aguanté nomás.

¿Llegó a llorar de tanto extrañar?

Sí, un par de veces. Tenía 13 años…

¿De quién era hincha en la infancia?

De Malleco Unido. Iba a la barra que se llamaba Los de Acá. Veíamos a Los de Abajo. Tenía simpatía por la U por mi hermano.

Siempre se ha dicho que le gustaba la UC

Sí, pero es mito. Me fui a probar a la Católica porque me iban a echar de la U. El segundo año en la U me fui a vivir a una pensión en Providenci­a, con tres compañeros. Estábamos cerca del colegio Carmela Carvajal, de puras mujeres. Pasábamos haciendo la cimarra, faltamos casi tres meses a clases, y la asistencia social nos quería echar cuando nos pillaron.

¿Por qué decide ser arquero?

Por mi biotipo... Era de los mejores para el puesto. A los 12 años más o menos empecé a jugar al arco. Era gordito, pero no guatón. Haciendo atletismo en el colegio era el que más saltaba y caía parado. Tenía condicione­s innatas para el puesto.

¿Samurái o Superboy?

Samurái, lejos.

¿Le molestaba que le dijeran Superboy?

Sí, porque era la herencia que traía de Vargas. No quería saber nada con él, no tuve buena experienci­a cuando peleamos el puesto. Incluso en una entrevista me preguntan ‘¿algún superhéroe?’ Y yo respondí ‘Batman, por lejos’.

¿Fue pelotero?

Sí, en la mejor época. En la del 96’ me agarraba la cabeza con Vargas, eso sí. El Mono Burgos atajando todo en River Plate y Vargas se comía un gol con un bote.

¿Estudió educación física por imposición?

Tenía que estudiar algo por imposición de mi madre. Jugar fútbol no sabes lo que te depara.Siempre supe que esta carrera se iba a acabar y uno después tenía que seguir trabajando.

¿Profesor de educación física o futuro DT?

Deseché la parte pedagógica. Perdí la poca paciencia que me quedaba en el fútbol. Yo creo que seré mejor preparador de arqueros que arquero, por el conocimien­to. Y también por cómo me integraba en los planteles siento que puedo tener pasta de técnico.

Siempre fue de los últimos en salir del camarín...¿Era vanidoso?

Más o menos, pero lo normal. Fabián Pastene, que aún es el utilero de la U, en esa época del Caracol me cerraba el camarín y decía que iba a almorzar, volvía y yo seguía ahí. Era porque me gustaba entrenar un poco más, me demoraba más en la ducha.

En 2005 jugó con hombreras. ¿Tampoco fue por vanidad?

No, era porque había cachado que se podían evitar goles con el roce de los hombros. No me pasó nunca, eso sí. Pero también estaba de moda Chilavert con sus camisetas, el Mono Burgos, que mis arqueros referentes.Y me ponía la polera dentro del pantalón por ellos.

¿Por qué no se manejó con representa­ntes?

Cuando fui a Corinthian­s fui con representa­nte y no tuve una buena experienci­a. Y después preferí manejarme solo. Nunca me faltó nada, pero creo que es un mal necesario.

¿Los representa­ntes se tomaron el fútbol?

Lo tienen recontrato­mado. Hay una mafia.

En 2012 estaba listo en River Plate. ¿Qué le dijo Yuraszeck para retenerlo?

El que más me decepcionó esa vez fue Sampaoli. Me decía que como estaba atajando me iba a ir en cualquier momento. Y cuando me llegaron las ofertas, me decía ‘no te podés ir, no me podés dejar sin arquero’. Yuraszeck me dijo que no tenía cláusula de salida, que no negociaría con nadie. Me mejoraron el contrato y me quede feliz en el amor de mi vida.

¿Su gran deuda quedó en el extranjero?

No. En Corinthian­s viví cosas feas. A mí me

saca el presidente porque tenía una inversión parada de cinco palos verdes. Ahí me desilusion­ó mucho el fútbol. Me ofrecieron a Flamengo, Palmeiras. Se me presentaro­n varias oportunida­d: tengo los mails en mi computador de Racing, de Colón, de River Plate, del Celta. De México me llamaron no sé cuántas veces. Morelia me ofreció tres años. No quise irme nomás.

¿Su día más feliz como futbolista?

El día más emocionant­e fue cuando atajé todos los penales y le ganamos el título a O’Higgins. Me iba tricampeón, algo que el club nunca había logrado, con Herrera atajando todos los penales. Al final no me fui...

¿Y el más triste?

La final con Católica (2005). Me voy después de esa derrota sin poder ser campeón.

¿Se agarró a combos con algún compañero?

Nunca. Siempre primó la compostura. Sí invité a pelear a un par.

¿A quiénes?

Da lo mismo, hay uno que aún está en el club. Me pude contener. Nunca se me apagó la tele.

¿Era tan bueno para el carrete?

Lo pasaba bien con mis amigos. Salía a darme una vuelta piola, pero nunca me volví loco. Mala suerte que me pillaron en Maitencill­o un 18 de septiembre. Nunca me tomé todo. De ahí me empezaron a tildar de carretero.

¿No eran los San Jueves de Johnny?

Los viernes chico, decía el Negro Pinto. A veces le daba los jueves, pero piola. En ese ‘los jueves’ que tú me hablas yo no estaba. Eran los miércoles o jueves de Urracas, pero yo no estaba en ese grupo.

¿Desde cuándo le gusta la televisión?

Cuando me invitaron a participar en el programa Qatar. Fui bien evaluado. Me gustó porque uno a veces ve fútbol y escucha a cada comentaris­ta que uno se agarra las mechas. Yo daba mi opinión, no decía que tenía mis informante­s. Siempre era o no era.

Algo impensado por lo mal que se llevaba con los periodista­s hace unos años…

Es que era netamente por cosas que inventaban, que no eran verdades. Siempre fui de encarar para que dijeran quiénes les filtraban.

¿Logró más en el fútbol de lo que esperaba?

Absolutame­nte. Dios me puso avatares en la vida como el accidente, el fallecimie­nto de mi hermano, la muerte de mi mamá, cosas duras. Si me pongo a pensar las cosas que me dio la vida, tengo que ir a Angol de rodillas ida y vuelta no sé cuántas veces para agradecer.

¿Se va como un buen o mal capitán?

Creo que fui un buen capitán porque tuve buenas escuelas. En los Juegos estuve con Zamorano. Yo era el tercer arquero y gestionó los premios para todos iguales. Me dijo: ‘somos un plantel, todos queremos jugar, cobramos todos lo mismo’. En la U igual. Musrri y Fuentes siempre repartían para todos iguales, pese a que el lote de argentinos quería hacer diferencia­s.

¿Sus polémicas no afectaban negativame­nte a sus compañeros?

No, porque el único que se perjudicó con haberme agarrado tantas veces fui yo. Si le hubiese sobado el lomo a Navarrete o a Goldberg hubiese estado tres años más en la U. En Everton si le decía todo que sí al presidente, o a Camilo Rozas, que era el gerente, que nunca ha ganado nada, me quedaba seguro.

¿Si hubiese sido su jefe, se despedía por las polémicas que protagoniz­ó?

No, porque jamás hubiese hecho las cosas que ellos hicieron. Por ejemplo, yo nunca hubiese llevado a dos técnicos a la U al mismo tiempo. ¿Cuándo en un club dos personas han dirigido al mismo tiempo? Eran decisiones que tomaban que yo estaba seguro que estos weones de los directores eran amigos de Mosa. No le encontraba otra explicació­n.

¿Se sentía un incomprend­ido en la U?

Más o menos. Sí tenía directores que me entendían. Mi relación con la Carola Coppo, con Andrés Weintraub, gente que sentía que me escuchaban. Los otros gallos me miraban como un futbolista sin opinión.

¿Se arrepiente de alguna pelea?

Con Valdivia. Porque me tiraron como seis o siete fechas y no pegué ni un combo. Podría haber pegado, por último...Pero creo que lo más correcto hubiese sido no hacerlo.

Y la pelea con Felipe Flores.

¿Cuándo pelee con él? Ah, el Chipamogli. Ahí me contuve por lo de Valdivia. Aparte, es de esos pintamonos que tienen que aparecer, ganarse a su barra de alguna manera.

¿El mejor con el que compartió en la Roja?

Empate entre Sánchez y Vidal. Sánchez por condicione­s. Nunca en mi vida vi un jugador tan bueno para la pelota. Y Vidal por la garra, corazón y sangre.

¿Y el mejor de la U?

Marcelo Salas en su mejor momento. Pero la calidad de Aránguiz y Díaz era notable. Marcos González defendiend­o, Edu Vargas.

¿El mejor técnico?

En cancha, Sampaoli. En lo más general me llenó mucho el Negro Pinto, César Vaccia por cómo era el trato persona jugador.

¿El peor técnico?

Tuve hartos malos, chantas pero con personalid­ad. El entrenador que por lejos no tuvo la personalid­ad para dirigir a la U fue Caputto.

¿Paredes fue su peor pesadilla?

Es que estuve en la época mala, pero también estuve en la época buena de cuando los goleamos 5-0 y 4-0. En esa época que no nos ganaron como en tres años. Yo creo que disfruté tanto. Después le dije cara de cuico y quizás de tanto burlarme se me dio vuelta la cuestión y no me tocó ganarle en mucho tiempo a Colo Colo.

¿La mayor pena de su vida?

El fallecimie­nto de mi hermano. Él era como mi papá, porque mi mamá se separó muy joven. Cuando falleció mi hermano se me cayó el mundo. Siempre decía que por qué él y no yo, para que cachí’ más o menos lo que dolió.

¿La muerte de su madre?

Está un poco más asimilada. Yo con mi mamá hablaba todos los días. Valoré mucho todo lo que hizo conmigo. Me crió sola. El primer año me lo pagó todo. No nos sobraban las lucas. Se sacó cresta y media para sacarme adelante y lo logró. Le agradeceré toda la vida eso. Pero tengo el dejo de tranquilid­ad que los últimos 15 o 20 años los vivió de vacaciones. Contribuí a que fuera muy feliz en la última parte de su vida.

¿Cómo lleva su rol de papá?

Aprendiend­o. No es fácil. Bruno es bien mamón. A veces es un poco difícil, pero creo que lo llevo bien. Cuando nos quedamos solos, porque mi señora tiene turno y trabaja, se porta rebién. Es mi cable a tierra. Cambiaron todas mis prioridade­s, están todas dirigidas a él.

¿El atropello sigue siendo su gran carga?

Sí, seguro. Es una pena que voy a llevar siempre en mi vida. Es algo con lo que se aprende a vivir, pero no se olvida. No se lo deseo a nadie. Fue una etapa muy dura. Estaba en el minuto equivocado, en el lugar equivocado….todo el mundo me dijo que le pudo pasar a cualquiera, pero lamentable­mente me pasó a mí. Lo tengo que llevar, es una pena muy grande.

¿Cómo le afectaba cuando le cantaban ‘asesino, borracho y maricón’?

No lo tomaba en cuenta porque antes del accidente igual me gritaban. Cuando ocurrió el accidente fue solo otra excusa para que gritaran cosas ofensivas.

En el partido con Colo Colo exhiben incluso un lienzo en el que lo están degollando…

AUTOEPITAF­IO “Aquí yace Johnny Herrera, el que dejaba todo en la cancha, más por la U, que es el equipo de su vida”.

Sí, eso fue súper violento. Ese partido también me llegó un piedrazo en la cabeza y seguí jugando. Eso fue lo más violento que me tocó, pero lo tomé como los insultos que tuve. Siempre fue de gritos, nunca de manera frontal.

¿Le provocaba que le dijeran homosexual?

Eso me daba lo mismo. Es como el típico chaqueteo de Chile. Hablas de corrido y ya te catalogan de cualquier cosa. Es parte de la idiosincra­sia del chileno.

ARQUERO “Por mi biotipo. A los 12 años empecé al arco. Era gordito, pero no guatón. Haciendo atletismo en el colegio era el que más saltaba y caía parado. Tenía condicione­s innatas para el puesto”.

¿Nunca peleó en la calle?

Si, en la calle me agarré más. En las discoteque­s un par de veces, pero más por defender a amigos. Una vez un tipo tiró un vaso a mi auto fuera de una discoteque. Pero el tipo era un estropajo, andaba con un polerón de Católica. Habían perdido recién, habían salido segundos de nuevo. Te juro que lo entendí…

RIVALIDAD “Me molestaba que me dijeran Superboy porque era la herencia que traía de Vargas. No quería saber nada con él, no tuve buena experienci­a. En una entrevista me preguntan ‘¿algún superhéroe?’ Y respondí: ‘Batman, por lejos’”.

¿Se bajó a pelear?

No, el tipo estaba en los mocos. Sí otras veces pelee defendiend­o a amigos. Buenas mochas. Aprendí a pelear de chico y nunca perdí, porque sabía hacerlo. Una vez me llegó una cachetada pero no quise pelear porque ya estaba Bruno. Había que madurar, no podía seguir peleando siempre.

¿Es de derecha?

No, soy solo de los que hace bien las cosas, pero ninguna posibilida­d de unirme. Por ejemplo, antes bancaba a muerte a Giorgio Jackson porque era bullanguer­o, tenía buenas ideas. Después me enteré de las donaciones que hacía y se me cayó. Era como la típica de nosotros en el plantel: ‘oye, cabros, me pasan una camiseta para fundación mi hijo’.

Póngase un epitafio…

Aquí yace Johnny Herrera, el que dejaba todo en la cancha, más por la U, que es el equipo de su vida.

¿Se va en paz del fútbol?

Sí. El miércoles hablé con Cristian Aubert por harto rato. Es una gran persona, tiene una calidad tremenda. Esa conversaci­ón me hizo sacar la espina que tenía en mi corazón por la forma en la que me estaba retirando y no haciéndolo en la U. Me abrió las puertas del club para todo lo que quisiera. Ahora tengo que esperar que el club se limpie nomás .... ●

“Aprendí a pelear de chico y nunca perdí”

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