Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana
¿Última temporada pandémica?
Hoy debía realizarse la primera jornada de las elecciones para alcaldes, concejales, convencionales y gobernadores -las más numerosas, en cantidad de papeletas, que se hayan realizado nunca en el país. Pero finalmente la pandemia dijo otra cosa. Habrá que esperar hasta el 15 y 16 de mayo para ir a votar, aunque algunos ya plantearon en estos días otra pregunta: ¿Qué pasa si para entonces las cifras de contagios no han mejorado? Para qué ponerse en ese escenario, dicen algunos, pero el hecho es que los más de nueve mil casos diarios anunciados ayer no contribuyen a calmar los ánimos. El alcalde de Santiago -que por estos días, al igual que sus colegas que aspiran a la reelección, volvieron por algunos días a visitar sus oficinas- propuso, por ejemplo, que se agregara otro punto al proyecto aprobado por el Senado, para modificar nueva- mente la fecha si las condiciones sanitarias siguen críticas. No sucedió. La apuesta es que para entonces las vacunas permitirán recuperar cierta normalidad. Pero la pandemia enseña que no se puede apostar al futuro. Pensábamos que 2021 sería mejor. Es como una serie de Netflix. Estamos en la segunda temporada y nadie se atreve a descartar una tercera. “Chile ha entrado en su momento más oscuro”, escribió Ascanio Cavallo el domingo pasado -y ayer el ministro Paris incluso apeló a la “unidad de la nación”. Y frente a ello, agregó Cavallo, “el gobierno accedió a… cambiar las elecciones simultáneas del 11 de abril para mediados de mayo… sabiendo que la entente médica advierte que no es claro que para entonces la situación pandémica pueda estar mejor”. Y eso lleva a la pregunta inevitable: “¿Tercera suspensión a la vista?”.
La ironía trágica de todo esto es que en el momento en que el país enfrenta el mayor proceso de renovación política de su historia, no sólo con elecciones de alcaldes, gobernadores, presidentes y parlamentarios, sino incluso con la de los convencionales que deberán elaborar una nueva Constitución, la pandemia vino a trastocarlo todo es verdad que calmó las furias desatadas tras el 18-O, pero nadie sabe que sucederá una vez que pase. Por ahora, según el analista político Carlos Meléndez, sus efectos son preocupantes, porque “ha dañado brutalmente diversas áreas de la vida democrática”. “Si ya nuestras democracias sufrían de baja legitimidad social, la pandemia ha afectado aún más este nervio cervical. Por lo tanto, la elección de las próximas autoridades tiene alta capacidad de reproducir estas fallas de origen”, agregó. Es un “golpe más al desprestigio” del sistema.
Un problema de identidad
Y en medio de este escenario, hay sin duda algo hamletiano en el actual dilema de la centroizquierda, que se ha tomado por estos días el debate. Una parte reniega de los 30 años -o más bien de los 20 que gobernarony, otros, los que no lo hacen, pareciera que prefieren callar o ya cruzaron el Rubicón y hoy están más cerca de los que alguna vez fueron sus “enemigos” políticos. Es el “ser o no ser” del sector que lideró, irónicamente, el periodo más exitoso en términos económicos de la historia de Chile. Y varios columnistas, en su mayoría “hijos” de ese mismo sector –pese a que los derroteros de la vida los llevaron luego por otros caminos- abordaron el tema esta semana. Lo hizo, por ejemplo, Max Colodro en una dura columna el domingo pasado. “¿De verdad resulta extraño que candidatos que representan a los partidos de la ex Concertación… hoy prácticamente no tengan respaldo electoral?”, se pregunta. Y su respuesta es clara: “Después de haberse sumado entusiastas a la demolición simbólica del Chile construido desde 1990, lo extraño sería que tuvieran respaldo”.
Según él, es consistente que quienes tengan más apoyo en la oposición sean Jadue y Jiles, porque “representan a los sectores que siempre fueron críticos de la Concertación”. El problema es que quienes integraron la ex Concertación “hoy abogan por una convergencia con sus demoledores… y la convergencia por definición beneficia a quienes tienen más respaldo”.
Un punto que compartió Héctor Soto, para quien “la antigua alianza de centroizquierda no está cosechando nada muy distinto de lo que sembró, cuando en un verdadero suicidio político hizo suya la descalificación con que tanto el FA y el PC como los sectores más autoflagelantes del PS, el PPD y aun de la propia DC leyeron los años de la transición”. Y frente a eso, las opciones para sumar apoyo son difíciles, porque -como agregó Óscar Guillermo Garretón“los presidenciables de Unidad Constituyente… no pueden mejorar en las encuestas sin una identidad que los distinga”. Y si de identidad se trata, hay un personaje que inquieta especialmente en el sector por estos días, a medida que sigue marcando en las encuestas: la diputada Pamela Jiles. Como escribieron los periodistas Felipe Cáceres e Isabel Caro esta semana, en “la oposición aún hay profundos reparos y dudas respecto de iniciar un acercamiento con quien supera con creces a sus cartas a La Moneda en los sondeos”. Lo dejó claro José Miguel Insulza esta semana: “Yo no voy a tener relación con una lista que esté encabezada por Pamela Jiles”. Y lo marcó también Sergio Muñoz Riveros en una columna al apuntar que si los invitados a la cocina opositora “no tienen claro cuál es el guiso que quieren preparar, imaginarlos gobernando juntos es un reto a la fantasía”.
¿Esencial o no esencial?
Pero como de mucho más que de política vive el hombre, esta semana la cuarentena nos encontró divagando sobre qué es y qué no es esencial –que podría sonar muy filosóficamente ad-hoc para tiempos de pandemia, pero que en realidad se reduce a bienes más, bienes menos- y celebrando las buenas proyecciones del FMI, que mejoró el crecimiento del año para Chile a 6,2%.Una cifra, esta última, que sin duda ayuda al optimismo, aunque la realidad es que, por ahora -como señaló hace algunos días el Banco Mundial-, el legado concreto de la pandemia son 2,3 millones de personas que cayeron a la pobreza.
Sobre eso escribió esta semana el director ejecutivo de Horizontal, Sebastián Izquierdo, al apuntar a la urgente necesidad de afrontar las “insuficiencias no resueltas” del país. “Previo al 2020”, escribió, “los hogares del 80% más pobres ya tenían que llegar a fin de mes rasguñando el bolsillo; tras la llegada de la pandemia, el 25% de estos aseguraron sentir inseguridad alimentaria”. Por ello, no extrañaría que en el futuro nos enfrentemos de nuevo a “grandes manifestaciones de la ciudadanía”. Un panorama que exige, según él, no solo “mejorar la acción estatal en la tarea de reducir el costo de la vida” –con transferencias directas-”, sino, sobre todo, “potenciar la reactivación económica para que los subsidios y transferencias sean sostenibles”. Dilemas complejos, en especial cuando el escenario político sigue revuelto, con un tercer retiro del 10% que avanza a paso firme en el Congreso, un Tribunal Constitucional que se sigue disparando en los pies y un cambio en el Ministerio del Trabajo que, para algunos, sepultó definitivamente cualquier acuerdo previsional. Sin contar con la seguidilla de elecciones que se nos vienen por delante -si es que el Covid lo permite. Todos elementos que con pandemia o sin ella parecen adelantar una inevitable tercera temporada. ●