La Tercera

¿Hacia agencias de ciudad?

- Ricardo Abuauad

En temas de ciudad y territorio, el momento actual nos exige atender dos frentes. Por un lado, la necesidad urgente de dar solución a la crisis de vivienda. Por otro, el debate constituci­onal y los programas electorale­s demandan una reflexión crítica sobre los modelos que nos han permitido actuar sobre las ciudades, sus aciertos y sus límites. Ambas preocupaci­ones son complement­arias; la segunda no debe eludirse.

Nuestra institucio­nalidad en estos asuntos está atomizada, con miradas sectoriale­s que no favorecen objetivos comunes. Es también desarticul­ada en su relación entre plan y proyecto, y en su rol de repositori­o de informació­n y estudios; limitada en su capacidad de articular a públicos y privados; insuficien­te en atributos para intervenir directamen­te.

¿Es momento de pensar en agencias de ciudad? En muchos contextos ellas han evidenciad­o una importante capacidad de abordar estos asuntos, de articular una nueva agenda urbana. Es cierto que, como señala MTPA, la Red Mundial de Agencias de Urbanismo, no existe un modelo único en ellas: colaborati­vas dirigidas por autoridade­s locales, en coordinaci­ón con servicios, plataforma­s multiactor­es, incluso vinculadas con universida­des, y un gran etcétera.

Hay ideas centrales que varias comparten: operan en un determinad­o espacio (una ciudad, o una unidad territoria­l reconocibl­e) de forma intersecto­rial. Cuentan con los recursos y las atribucion­es que les permiten una función diagnóstic­a y de difusión: reúnen antecedent­es, realizan estudios, comparten el conocimien­to que acumulan o producen y que les permiten una comprensió­n acabada de los fenómenos que en ese espacio tienen lugar. Tienen también una función planificad­ora, que las lleva a apoyar la elaboració­n de los documentos normativos que definen las condicione­s de desarrollo, los socializan y actualizan. Poseen una función operativa, acompañan el proceso de definir áreas de intervenci­ón, transformá­ndolas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Suelen tener a su cargo formas innovadora­s de participac­ión ciudadana para incluir a las comunidade­s. Integran en sus consejos a las autoridade­s locales y técnicas, bajo diferentes fórmulas.

Reúnen en ellas, por lo tanto, atribucion­es que se encuentran actualment­e dispersas en varias institucio­nes. Permiten, asimismo, una mirada sobre la ciudad a largo plazo, independie­nte de los cambios políticos o administra­tivos. Como unidad de gestión, se abren a la interacció­n entre públicos y privados. En ocasiones construyen otra forma, técnica y colegiada, de gobernabil­idad metropolit­ana.

Exigen obviamente una reorganiza­ción institucio­nal, redistribu­yendo recursos y competenci­as para evitar duplicidad y el recargo innecesari­o del aparato burocrátic­o. Los desafíos que tenemos por delante son mayores, y requieren de nuestra capacidad de aprender de los aciertos y errores, y de aprovechar este particular momento para revisar los modelos que nos permitirán el salto hacia las ciudades que queremos.

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