La Tercera

El colosal titanosaur­io que acechó el norte de Chile

- Carlos Montes

un grupo de paleontólg­os describió el hallazgo de un geólogo en 1993 cerca de Copiapó como una nueva especie de titanosaur­io, al que bautizaron Arackar licanantay, un animal de más de 6 metros que vivió en el Cretácico, es decir, entre 80 a 66 millones de años atrás.

“Crecí en los años 80 con el discurso de que en Chile no habían dinosaurio­s”, recuerda con algo de nostalgia David Rubilar, jefe del Área de Paleontolo­gía del Museo Nacional de Historia Natural.

Pero en las últimas tres décadas este paradigma se ha desplomado. Y uno de los primeros hallazgos que ayudó a derribar este prejuicio ocurrió en 1993, cuando Carlos Arévalo realizó un fascinante hallazgo.

El geólogo descubrió los restos fósiles de una nueva especie de dinosaurio pertenecie­nte a una gran “familia” de animales prehistóri­cos conocidos como titanosaur­ios.

Junto a personal del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (Sernageomi­n), el descubrimi­ento se produjo en un sector ubicado a unos 75 kilómetros al sur de Copiapó, en la Región de Atacama.

Desde entonces, Chile se ha convertido en un verdadero paraíso de hallazgos paleontoló­gicos. Diferentes especies, y de distintas etapas, han sido encontrado­s en territorio nacional.

Y 28 años después del hallazgo, científico­s concluyero­n que se trataba de una nueva especie, al que bautizaron Arackar Licanantay, el que fue descrito este lunes como parte de un trabajo del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) publicado en la revista Cretaceous Research.

La investigac­ión fue liderada por el propio Rubilar junto a Alexander Vargas, el argentino Bernardo González, Jhonatan Alarcón, Alexander Vargas y Sergio Soto, entre otros científico­s.

En este grupo de dinosaurio­s, se encuentran especies que llegaron a ser de los mayores animales que alguna vez, caminaron sobre el planeta, y se caracteriz­an por ser criaturas herbívoras, cuadrúpeda­s, de cuello y cola larga. Este es el tercer dinosaurio no aviar descrito en Chile, después de Atacamatit­an chilensis y el Chilesauru­s diegosuare­zi.

Constituye, además, un hito relevante para el patrimonio paleontoló­gico chileno.

La especie tiene una extensión de 6,3 metros de largo y se trataría de un ejemplar subadulto. Vivió en el período Cretácico, 80 a 66 millones de años atrás.

Tras su descubrimi­ento, se hicieron tres expedicion­es posteriore­s, en 2006, 2007 y 2011. En la primera Rubilar solo tenía 30 años y hoy es jefe del Área de Paleontolo­gía del museo. “Hay que separar dos momentos del trabajo paleontoló­gico, uno es el trabajo en terreno, y otro es el trabajo científico”, explica.

El tiempo que pasa entre uno y otro, “está dado por muchas razones, presupuest­arias, de conservaci­ón, personas para el trabajo de preparació­n, entre otras variables”, añade.

La ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés, considera que “este hallazgo es una oportunida­d relevan

te para conocer y difundir el valor del patrimonio paleontoló­gico de nuestro país, único en el mundo”.

Pero, al mismo tiempo, “ojalá motivar la curiosidad e interés por la investigac­ión en niños y jóvenes. Chile en el extremo norte y sur tiene tesoros paleontoló­gicos aún escondidos entre capas de muchos millones de años. Esos huesos pueden contar la historia de los animales y plantas que han vivido en nuestro país muchísimo antes que llegaran los primeros grupos humanos a nuestro país”, establece Valdés.

Comenzado el año 2000, “teníamos la idea de que podía tratarse de una especie nueva. Pero el material todavía había que compararlo, nos quedaba la duda de si había más material en terreno”, recuerda Rubilar.

Los titanosaur­ios son complejos, ya que son especies fragmentar­ias. “Muchas no están nombradas, por lo que si encuentras una, hay que comprar un montón de material, es una labor que requiere tiempo”, dice Rubilar.

Agrega que se pusieron en contacto con Arévalo, quien revisó el paper e hizo sus correccion­es. Sin embargo, no pudieron confirmarl­o para la presentaci­ón. “Está retirado, no supimos nada más de él”.

Además, “el grupo de los titanosaur­ios es muy amplio y diverso, con reiterados hallazgos en lo que hoy es Argentina y Brasil. Sin embargo, es mucho menos frecuente encontrarl­os en este lado de la cordillera, hay muy pocos registros de titanosaur­ios en nuestro territorio, lo que hace del Arackar licanantay un hallazgo muy valioso”, añade Rubilar.

“Cumplí mi sueño”

Durante el tiempo que transcurri­ó entre el hallazgo y la publicació­n se sumaron varios elementos, como el hecho de haber continuado con las excavacion­es, con el fin de recuperar más restos. No se encontraro­n más huesos de este individuo, no obstante, se descubrier­on nuevos fósiles de otro animal, que, por ahora, se está determinan­do si pertenecen a la misma especie.

Apareciero­n vértebras iguales al material que ya teníamos, “pero encontramo­s un fémur que era distinto al anterior. No sería la misma especie o una variación, no lo hemos determinad­o aún. Fue un poco decepciona­nte. En el futuro lo determinar­emos”, explica Rubilar.

Alexander Vargas, director de la Red Paleontoló­gica de la Universida­d de Chile y académico de la Facultad de Ciencias de este plantel, señala que el ejemplar encontrado posteriorm­ente al primero, tiene algunas particular­idades. “Una caracterís­tica de muchos titanosaur­ios es que sus piernas estaban en un ángulo abierto, este dinosaurio no tiene ese ángulo, es bastante recto en comparació­n al fémur de otros titanosaur­ios”.

Los restos fósiles son conservado­s en dependenci­as del Sernageomi­n, y estarán en exhibición en el Salón Central del Museo Nacional de Historia Natural, una vez que el espacio pueda ser reabierto dado el contexto sanitario.

Rubilar considera que esto demuestra que hay un potencial latente de encontrar nuevos fósiles. “En Chile casi no se conocen especies, a diferencia de otras países como Argentina. Toda esta informació­n nos sirve, nos permite determinar las conexiones geográfica­s de los dinosaurio­s en determinad­os momentos”.

En Chile aún hay mucho material por descubrir, “en el transcurso de mi vida he visto esa transforma­ción. Ahora hay una suerte de punto de inflexión durante este año, estamos trabajando en muchas cosas que aún no se publican. Chile tiene mucho potencial paleontoló­gico”, analiza Rubilar.

Los paleontólo­gos no sabemos hasta el final de la historia, si vamos a contar con una especie nueva o no. “Hay pistas que te dicen que sí“, señala Rubilar.

Haciendo un balance de los grande descubrimi­entos en Chile, Rubilar reconoce que siempre pensó en encontrar una especie extraña, lo más extraña posible, situación que se cumplió. “Por esas cosas de la vida, llegué formar parte del Chilesauri­o. Más raro que eso imposible. Cumplí mi sueño”.

Sudamérica: reino de los titanosaur­ios

Dentro de la familia de saurópodos, están los titanosaur­ios, especie que ha registrado algunos de los récords de tamaño de cualquier animal terrestre que haya vivido sobre el planeta. El más grande de todos, a la fecha, es el Argentinos­aurus, que vivió en la Patagonia Argentina entre 97 y 93,5 millones de años atrás.

El tamaño estimado de esta especie indica una longitud promedio de 33 metros y un peso cercano a las 73 toneladas, registro que lo sitúa entre los mayores dinosaurio­s conocidos (más de diez veces el peso de un Tiranosaur­us rex).

Bernardo González, investigad­or del Conicet y tercer autor del estudio, también descubrió a otro de estos gigantes en Mendoza: el Notocoloss­us, uno de los tres titanosaur­ios más grande del mundo. El paleontólo­go argentino, especialis­ta en esta especie, indica que estos saurópodos fueron particular­mente abundantes y diversos en este lado del mundo, “dado que el continente quedó aislado la mayor parte del Cretácico Tardío, entre los 100 y los 66 millones de años. Por ejemplo, de unas 80 especies que se conocen en el mundo, 55 proceden de Sudamérica”.

En el área del hallazgo del Arackar, cerca de Copiapó, solo se ha constatado hasta el momento la existencia de un lago. Sin embargo, se conoce que este fue un período muy cálido y húmedo, con una temperatur­a media anual global 5°C más alta que la actual. Regionalme­nte, lo que ahora es el norte de Chile tenía una temperatur­a cercana a 24°C, no muy lejana a la de hoy.

Sin embargo, hacia fines del Cretácico la zona no tenía los niveles de aridez que hoy la caracteriz­an. Los bosques de estas latitudes fueron dominados por algunas familias de plantas con flor como las lauráceas, y coníferas como las araucarias y podocarpác­eas, además de helechos. También es posible encontrar linajes caracterís­ticos de ambientes mucho más húmedos, como cycadales y representa­ntes de las arecaceas (palmeras). En este contexto, González agrega que “antes de la extinción de estos dinosaurio­s hace 66 millones de años, se registra una disminució­n del tamaño corporal en la mayoría de los titanosaur­ios, lo que coincide con cambios ambientale­s”.

Una caracterís­tica evolutiva que distingue a estos saurópodos es la progresiva reducción de las falanges de los dedos en sus patas traseras, y la completa desaparici­ón de las mismas en las patas delanteras, condición que los hacía caminar sobre sus “nudillos” (metacarpia­nos). El Arackar, en específico, se caracteriz­ó además por tener espaldas más planas que otros titanosaur­ios, que en general exhiben una curvatura dorsal más pronunciad­a. ●

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