La Tercera

Morir con gloria

- Cristián Valenzuela Abogado

Los patriotas chilenos eran minoría frente al ejército realista en el campo de batalla dispuesto en el paso El Roble. En medio de la confusión y cuando todo hacía prever la retirada de las fuerzas comandadas por el General Carrera, Bernardo O’Higgins tomó su fusil y lideró la resistenci­a chilena, gritando con fuerza “O vivir con honor, o morir con gloria; el que sea valiente, sígame”.

A 400 kilómetros de ese lugar y más de 200 años de distancia en el tiempo, el Presidente Sebastián Piñera tomó una decisión igual de arriesgada, en medio de la grave crisis político y social en que nos encontramo­s: recurrir al Tribunal Constituci­onal. Pero a diferencia de O’Higgins, son muy pocos los valientes que seguirán al Presidente.

Chile, el país más próspero de Latinoamér­ica, está gravemente infectado por el virus mortal del populismo. Las décadas de progreso exitoso no han sido suficiente­s para encauzar las crecientes expectativ­as de un pueblo ansioso por avanzar más rápido y por la ausencia de liderazgos políticos que pusieran la razón por delante de la pasión y la ambición.

Lo que ha ocurrido en estos últimos meses es el reflejo más evidente de la descomposi­ción de la sociedad chilena, que se presenta como una nación fracturada y fracasada, al borde de una pseudo-guerra civil azuzada por fanáticos y medios. Mientras en Buenos Aires los porteños que no han recibido nada cacerolean para que abran las escuelas; en Santiago, los chilenos protestan contra uno de los gobiernos más generosos y sobreprote­ctores de esta pandemia.

Lo más fácil, en esta hora incierta, sería adjudicarl­e la responsabi­lidad al espectácul­o que ha montado Pamela Jiles y su titiritero. Pero eso sería concederle demasiados méritos a la “Abuela”, que solo ha sabido manejar con habilidad el desplome de la confianza e institucio­nalidad chilena. Tampoco deberíamos honrar con ese sitial a los cobardes parlamenta­rios de Chile Vamos que votaron a favor, o a fracasados candidatos presidenci­ales de la derecha, que buscan distanciar­se del gobierno para subir unos puntitos en las encuestas.

No, ninguno de ellos es tan responsabl­e como el propio Sebastián Piñera. Muchas veces a lo largo de este y el anterior gobierno, eligió vivir sin honor y ceder a las presiones de la izquierda. Siendo el líder más importante de la derecha en los últimos 50 años, cada vez que ha detentado el poder no ha podido aferrarse de manera permanente a sus conviccion­es o a las promesas que lo llevaron a ser electo.

Pero sería injusto pegarle al Presidente en esta hora tan aciaga. Con un 13% de aprobación y con un 90% de chilenos a favor del retiro de pensiones, quedarse callado y no hacer nada, habría sido la solución más simple. Al contrario: tomar el camino opuesto y defender la Constituci­ón requiere de un coraje y liderazgo que hace años no veíamos y que muchos dudamos que el Presidente tuviera.

Puede que en algunas semanas lo acusen constituci­onalmente y que un nuevo estallido antisocial, orquestado por la izquierda, consuma el país por completo. Pero quedará en la historia que, en la hora señalada, el Presidente Piñera decidió dejar de vivir sin honor y prefirió morir con gloria. Y ante esa decisión, como patriota, me saco el sombrero.

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