Del campo al poder
Un profesor de escuela rural del norte andino peruano, dirigente sindical y de campesinos organizados para la autodefensa, ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales en Perú. Pedro Castillo, candidato del partido Perú Libre, bordeó el 20% de los votos válidos con una estrategia electoral “del campo a la ciudad”. Con una retórica de enfrentamiento al modelo de mercado y conservadora en temas sociales (en contra de la “ideología de género” en el currículum escolar, por ejemplo), aparece como favorito en las primeras encuestas rumbo al balotaje (42%), superando a Keiko Fujimori (31%), candidata promercado e igualmente conservadora en asuntos sociales.
Propongo hacer dialogar la victoria parcial de Castillo con los últimos resultados electorales en Bolivia y Ecuador, países con proyectos políticos con un fuerte componente indígena, campesino y rural en posiciones ganadoras y expectantes. El retorno del MAS al poder ha sorprendido menos, pues se trata de un proyecto consolidado y obligado por las circunstancias a desmontar el liderazgo personalista de Evo Morales. Con Morales, el MAS cedió ante la tentación autoritaria y echó sombras sobre el avance progresista (por ejemplo, en materia de reivindicación de derechos de las mujeres). Con Arce en el gobierno, el MAS tiene la oportunidad de despejar sombras autoritarias.
La tercera fuerza política en Ecuador es liderada por Yaku Pérez y es, a mi modo de ver, el indigenismo más vanguardista en valores sociales en el mundo andino. No solo logró la mayor votación en la historia por una candidatura presidencial de Pachakútik, sino que, además, aglutinó respaldos de sectores mestizos y clasemedieros con una plataforma pro-derechos (desde las identidades sexuales hasta la agenda medioambiental). Si bien en Pachakútik subsisten sectores conservadores en lo social y radicales antisistema, el enfrentamiento al correísmo —una izquierda más autoritaria y conservadora— ayudó a que el proyecto de Pérez se perfilara como una izquierda liberal en lo social y moderada en lo económico. No obstante, no tuvo reparos en gritar “fraude” cuando los resultados no le acompañaron.
En comparación con la boliviana y la ecuatoriana, la izquierda que aúpa a Castillo es la más conservadora (con un componente de autodefensa comunal y justicia colectiva “por las propias manos”). Asimismo, es reivindicativa del castrismo y del chavismo (especialmente desde el aparato partidario). Y su visión de la relación poder-pueblo es plebiscitaria, abogando por mecanismos de democracia directa que —como es sabido— pueden socavar los “checks and balances” de las instituciones liberales. En ese sentido, podría evolucionar hacia el lado más oscuro del MAS, con la precariedad propia de las alianzas políticas peruanas. Si bien la incorporación de sectores marginales al juego político es loable, ciertos rasgos autoritarios hacen sospechar que no se trata de construir una sociedad más plural, sino de reemplazar al establishment por otra mayoría (silenciosa).