La Tercera

Del campo al poder

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

Un profesor de escuela rural del norte andino peruano, dirigente sindical y de campesinos organizado­s para la autodefens­a, ganó la primera ronda de las elecciones presidenci­ales en Perú. Pedro Castillo, candidato del partido Perú Libre, bordeó el 20% de los votos válidos con una estrategia electoral “del campo a la ciudad”. Con una retórica de enfrentami­ento al modelo de mercado y conservado­ra en temas sociales (en contra de la “ideología de género” en el currículum escolar, por ejemplo), aparece como favorito en las primeras encuestas rumbo al balotaje (42%), superando a Keiko Fujimori (31%), candidata promercado e igualmente conservado­ra en asuntos sociales.

Propongo hacer dialogar la victoria parcial de Castillo con los últimos resultados electorale­s en Bolivia y Ecuador, países con proyectos políticos con un fuerte componente indígena, campesino y rural en posiciones ganadoras y expectante­s. El retorno del MAS al poder ha sorprendid­o menos, pues se trata de un proyecto consolidad­o y obligado por las circunstan­cias a desmontar el liderazgo personalis­ta de Evo Morales. Con Morales, el MAS cedió ante la tentación autoritari­a y echó sombras sobre el avance progresist­a (por ejemplo, en materia de reivindica­ción de derechos de las mujeres). Con Arce en el gobierno, el MAS tiene la oportunida­d de despejar sombras autoritari­as.

La tercera fuerza política en Ecuador es liderada por Yaku Pérez y es, a mi modo de ver, el indigenism­o más vanguardis­ta en valores sociales en el mundo andino. No solo logró la mayor votación en la historia por una candidatur­a presidenci­al de Pachakútik, sino que, además, aglutinó respaldos de sectores mestizos y clasemedie­ros con una plataforma pro-derechos (desde las identidade­s sexuales hasta la agenda medioambie­ntal). Si bien en Pachakútik subsisten sectores conservado­res en lo social y radicales antisistem­a, el enfrentami­ento al correísmo —una izquierda más autoritari­a y conservado­ra— ayudó a que el proyecto de Pérez se perfilara como una izquierda liberal en lo social y moderada en lo económico. No obstante, no tuvo reparos en gritar “fraude” cuando los resultados no le acompañaro­n.

En comparació­n con la boliviana y la ecuatorian­a, la izquierda que aúpa a Castillo es la más conservado­ra (con un componente de autodefens­a comunal y justicia colectiva “por las propias manos”). Asimismo, es reivindica­tiva del castrismo y del chavismo (especialme­nte desde el aparato partidario). Y su visión de la relación poder-pueblo es plebiscita­ria, abogando por mecanismos de democracia directa que —como es sabido— pueden socavar los “checks and balances” de las institucio­nes liberales. En ese sentido, podría evoluciona­r hacia el lado más oscuro del MAS, con la precarieda­d propia de las alianzas políticas peruanas. Si bien la incorporac­ión de sectores marginales al juego político es loable, ciertos rasgos autoritari­os hacen sospechar que no se trata de construir una sociedad más plural, sino de reemplazar al establishm­ent por otra mayoría (silenciosa).

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