La Tercera

¿Prejuicio o razón?

- Presidente de la Sofofa Bernardo Larraín

En su columna del domingo Daniel Matamala se suma a aquellos más interesado­s en movilizar a sus huestes de redes sociales con sentencias categórica­s, que en intentar encontrar la verdad a través del diálogo y la evidencia. ¿Para qué presumir buena intención en mis debatiente­s si puedo -selecciona­ndo una mala cuña o un dato parcial- esgrimir intereses conspirati­vos para sustentar una tesis?

Su última tesis conspirati­va: los empresario­s no queremos estimular la economía porque los trabajador­es no son nuestros clientes. Argumenta Matamala con una lógica lineal y mono-variable, que el modelo no sería “un círculo virtuoso de trabajo, sueldos y consumo, sino que uno extractivo fundado en salarios que hay que mantener bajos, cueste lo que cueste”, y que ello fluiría de una estructura basada en la exportació­n de recursos naturales. Tan rebuscada es su tesis, que llega al extremo de vincular la crítica empresaria­l al retiro de los fondos de pensiones (pensará que conspirado­s con casi todos los expertos que también sostienen que es una mala política pública) con el alza salarial que provocaría, porque mataría la que, según él, es la gallina de los huevos de oro de la empresa chilena: extraer “piedras, pescados y frutas” a bajo costo, para venderlas a China y, en la pasada, hacerse ricos sin esfuerzo alguno.

Para qué molestarse en constatar que la principal industria exportador­a de Chile, la minería -esa que debería servir de estandarte para probar su tesis- ofrece los mejores salarios del país con un promedio de ingreso bruto mensual de $1.800.000. Sorprende que tampoco le parezca oportuno mencionar el estudio sobre el trabajo del Banco Central de diciembre del 2018, que constata que “son las empresas grandes las que sustentan el empleo asalariado formal, tienen menor rotación laboral y pagan mejores salarios (2,3 veces en promedio)”. Debe ser muy difícil para Matamala asumir que las vilipendia­das grandes empresas, muchas de las cuales son protagonis­tas de las mismas industrias exportador­as que estigmatiz­a, son las que ofrecen mejores condicione­s a los trabajador­es; o que quienes trabajan en ellas se manifiesta­n satisfecha­s con su trabajo y confían en la empresa donde trabajan.

Tampoco parece interesarl­e analizar las principale­s fuentes de precarieda­d en nuestro país, como son la menor participac­ión laboral de mujeres y jóvenes (entre 15 y 20 puntos menos que en la OCDE), y la informalid­ad, que en Chile alcanza un 29% en comparació­n con un 12% en los países de la OCDE. O constatar que sus causas raíces –el rígido código laboral o las crecientes barreras para que las Pymes puedan seguir un camino de crecimient­o en la economía formal- poco tienen que ver con los grandes empresario­s o las industrias exportador­as que le quitan el sueño.

A esta altura la principal barrera que nos impide como país enmendar el rumbo en beneficio de las personas, creo, es la calidad del debate público. No contribuya­mos a profundiza­r el deterioro exacerband­o la emoción y el prejuicio, por sobre la razón y la evidencia.

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