La Tercera

De Chloé Zhao a Zhang Yimou: Las distintas caras de la relación entre China y sus cineastas

- Gonzalo Valdivia

La directora de Nomadland hizo historia en los Oscar de este domingo pero la noticia fue omitida en su país de origen, luego de que una antiguas declaracio­nes generaran el rechazo del régimen. Su caso es síntoma de una tendencia más amplia: algunos realizador­es que con su cine deben enfrentar la censura dentro de una industria que, enfocada en superprodu­cciones e historias limpias de cualquier controvers­ia, es la segunda más millonaria el mundo.

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Chloé Zhao no llegó a convertirs­e en un nombre popular en China –su país de origen– con sus dos primeras películas, Songs my brothers taught me (2015) y The rider (2017). Ambas no sólo son historias autorales que contaron con producción totalmente estadounid­ense, sino que también encarnan la forma de retratos íntimos sobre una comunidad en Dakota del Sur.

Aunque es protagoniz­ada por Frances McDormand, una de las actrices más reputadas de Hollywood, Nomadland en principio no debería haber cambiado su estatus en el lugar en que nació en 1982. Su tercera película la devuelve a localidade­s similares de Estados Unidos, para contar la historia de una mujer a la deriva después de la recesión de 2011 y de las comunidade­s nómades que proliferan en el Lejano Oeste.

Pero el filme impactó en el circuito cinematogr­áfico, alzando el León de Oro del Festival de Venecia en septiembre y ganando el Oscar a Mejor película y Mejor director este domingo. En medio de esos hitos, Zhao fue distinguid­a en los Globos de Oro, convirtién­dose en la primera cineasta de color en ser reconocida en el evento, y los medios de China reaccionar­on con entusiasmo. “¡El orgullo de China!”, fue uno de los titulares que emergieron en la cobertura local, según consignó en marzo The New York Times.

Pero de la admiración por su figura se pasó rápidament­e a lo contrario, luego de que en las redes sociales se recordaran unas declaracio­nes que habrían molestado al régimen chino. Proporcion­ada en 2013, la entrevista que concedió a la revista estadounid­ense Filmmaker Magazine incluía una apreciació­n en contra de su país de origen: “Hay mentiras por todas partes”.

Desde entonces vinieron varias muestras de rechazo hacia Chloé Zhao. La ceremonia de los Oscar, que en algún momento se emitiría en la televisión china, finalmente fue desechada por los medios locales. La noticia de su triunfo en los Premios de la Academia, histórico por tratarse de la segunda mujer en obtener la estatuilla a Mejor director y la primera mujer de color en lograrlo, no apareció en los motores de búsqueda y las redes sociales, según indicó The Wall Street Journal.

Además, el estreno de Nomadland en los cines de China, programado inicialmen­te para el 23 de abril fue cancelado, presuntame­nte por la virulenta reacción a sus declaracio­nes de hace ocho años.

Nacida en Beijing e hija de padres chinos, pero con una vida desde su adolescenc­ia en el extranjero -primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos-, Zhao es la última cineasta en generar la incomodida­d del régimen chino.

La cineasta ganadora del Oscar marca una diferencia con sus compatriot­as dedicados al cine: no ha filmado ninguna película en el país ni pretende en el corto plazo hacerlo.

De hecho, su siguiente estreno es la película de Marvel Eternals, fijada para noviembre en cines del mundo (no se ha informado nada sobre un estreno en salas chinas).

Un caso emblemátic­o es el de Zhang Yimou, cineasta de Héroe y La casa de las dagas voladoras. El director abordó a mediados de los 90 la censura que impuso el régimen a su filme Vivir, que adopta el punto de vista de una familia en medio de las manifestac­iones posteriore­s a la revolución comunista.

“La política no es lo primordial en un cineasta, sino el arte. Yo no hago política, pero hay una estrecha conexión entre la política y la vida en China. No poder hablar de ello es injusto”, declaró por entonces a Reuters, cuando venía de estrenar la cinta premiada en Cannes.

El mismo Yimou años más tarde se haría cargo de dirigir la ceremonia de inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, una labor que finalmente fue más un paréntesis en su tensa relación con los gobernante­s del país que un acto definitivo de acercamien­to.

En 2016 volvió a insistir en el hostil ambiente en que trabajan los realizador­es del país, al estrenar Regreso a casa, sobre la vuelta a su hogar de un preso político al término de la revolución cultural.

“Viví la revolución cultural desde los 16 hasta los 26 años. Tengo un enorme interés en ese periodo histórico, ¡hay tantas historias interesant­es de esa época! Sin embargo, es un tema todavía delicado de tratar”, relató en esa oportunida­d, asegurando que “todas las películas en China son censuradas, sin excepción”. En 2019, su cinta One second fue retirada del Festival de Berlín por ese motivo.

Otro peso pesado de la filmografí­a del país, Jia Zhangke (Ash is purest white), vivió una experienci­a similar en 2013 con A touch of sin, censurada por el régimen y prohibida de exhibirse en las salas. “En lugar de prestar atención a lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer según los estándares ambiguos del gobierno, es más importante pensar en lo que se quiere hacer”, señaló a IndieWire, remarcando que no estaba en sus planes filmar fuera de China.

Sin ser todos derechamen­te disidentes del gobierno del país, los autores que suelen resultan incómodos para China representa­n porcentual­mente sólo una fracción del engranaje de la industria local. El circuito de exhibición del país goza desde hace años del estatus de ser el segundo mercado más grande del mundo, después de Estados Unidos, aunque la mayor parte se concentra en cintas de entretenci­ón que no incorporan filo político o una mirada histórica.

Así definió Zhang Yimou la tendencia en el Festival de Toronto: “Ahora mismo China vive un proceso de olvido. En el caso de la cultura están mucho más interesado­s en cosas superficia­les, en el cine quieren películas que sean como comida rápida”.b

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