La Tercera

Chile cambió

- Óscar Guillermo Garretón Economista

La política logró en estos meses prescindir de esos seres despreciab­les que la constreñía­n: los “tecnócrata­s”. Proclaman que Chile cambió, que saben que sus políticas son malas, pero que las circunstan­cias los obligan. Quisiera dedicar unas líneas a dos cambios de Chile.

En la crisis que vivimos, nadie se salva, pero los más salvados son los más ajenos a la suerte económica de Chile. El resto deberá ver como resuelve en un país donde mucho de lo que existió deja de existir y lo restante deberá adaptarse a cambios vertiginos­os en la post pandemia. No hay dos opiniones, América Latina estará entre los perdedores. Y estamos construyén­donos como perdedores de ese futuro que se aproxima. No sale gratis hacer chuñuco US$55.000 millones de ahorro nacional.

Los que más se salvarán, son los que dependen menos de la economía chilena. No tienen que hacer mucho. Ya lo hicieron. En las empresas del IPSA (que cotizan en bolsa) el 44% de sus flujos de riqueza (Ebitda) provienen de inversione­s en el extranjero y de exportacio­nes. Este porcentaje ha sido creciente en el tiempo. Por cierto, a nadie le es indiferent­e perder lo que tiene en Chile, pero en el peor de los casos, no lo pierden todo. El grueso seguirá siendo próspero. En abril de cada año toca repartir dividendos. Allí deciden cuánto y dónde invierten. El mundo entero es su alternativ­a. No veo a uno solo descompues­to por el impuesto a los “más ricos”.

Agreguemos que post octubre de 2019, el dólar subió en flecha. Más dólares pugnaban por irse que por venir. Por si fuera poco, a partir de 2020 este proceso financiero se aceleró. El gobierno salió a desahorrar, a vender activos para financiar los retiros. El flujo de dólares para financiarl­os empujó esta vez a la baja el precio del dólar. El sector privado nacional que había solicitado en 2019 unos US$ 20.000 millones para invertir, dejó de hacerlo. Ahorró y no invirtió en Chile.

Sí, Chile cambió. Uno de esos cambios es que ahora tiene un empresaria­do transnacio­nal, menos dependient­e que antes de su suerte en Chile y con más opciones en cada lugar del mundo, si en alguno de ellos las cosas se ponen malas.

Y a propósito de lo que Chile cambió sin esos US$55.000 millones de los retiros, que la más drástica reforma tributaria demoraría largos años en recuperar, déjenme sumar el cambio al “sueño de la casa propia”. Lo advirtió el presidente del Banco Central. La pérdida de capital financiero que alimentaba la economía chilena, impacta su capacidad financiera de largo plazo, en especial el crédito hipotecari­o y para inversión. Se vive ya en países como Argentina y Colombia. Resucita así la olvidada canción de “El Temucano” donde los hijos celebran a sus padres ya viejos que, luego de una vida de ahorros, logran tener casa propia.

Vivimos en la borrachera de los retiros sin fin, confiados en que alguien los devolverá. Nadie lo hará. Chile cambió.

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