La Tercera

Iguales en las diferencia­s: un día de clases presencial­es en Independen­cia y Vitacura

- Roberto Gálvez

La Tercera pasó una jornada escolar en colegios que han abierto sus puertas para el retorno de sus estudiante­s. A pesar de los contextos desiguales y la diferencia de recursos, la consigna en ambos es aprovechar al máximo las posibilida­des que entrega la Fase 2. Los cambios, dicen los involucrad­os, están a la vista.

Más de 14 kilómetros separan al colegio Huelén de Vitacura de la escuela básica Las Américas Modernas de Independen­cia, ambos ubicados en dos de las 12 comunas de la Región Metropolit­ana que ya están en Fase 2. El primero recibe solo a niñas desde educación parvularia hasta cuarto medio, es particular pagado y pertenece a la red Seduc, ligada al Opus Dei. En términos de matrícula, cuadruplic­a al segundo, que es mixto, funciona de primero a octavo básico, es particular subvencion­ado y laico. Los espacios físicos de uno y otro son incomparab­les e incluso sus alumnos provienen de realidades diametralm­ente opuestas. Las diferencia­s son evidentes a simple vista.

Hay algo, eso sí, que hace que todas esas disimilitu­des queden atrás y en lo que ambos establecim­ientos coinciden plenamente: el retorno a las clases presencial­es.

“La presencial­idad no tiene cálculo, la diferencia es demasiado amplia. Claro, hay que modernizar­se y subirse al carro de lo digital, pero la interacció­n entre docente y alumno no tiene precio, es incomparab­le”, señala Lorena Villarroel, directora y sostenedor­a de Las Américas Modernas.

Carola Reyes, directora del Huelén, coincide: “El retorno ha sido muy positivo y los pa

pás están muy agradecido­s. La parte emocional, social y académica de las alumnas se ve tremendame­nte fortalecid­a con la presencial­idad, que es la esencia de la educación. No a través de una pantalla, que ha sido circunstan­cial. De frente percibes cuando las estudiante­s aprenden”.

Y es que aun con todas las aparentes diferencia­s, en Vitacura e Independen­cia la foto es la misma: es temprano en la mañana y en ambos colegios es posible ver a alumnos distanciad­os, mascarilla­s bien puestas e irrestrict­o respeto por los protocolos. Todo con tal de mantener un dinamismo que, dicen, les ha ido dando resultados.

El beso de despedida lleva el mismo cariño en ambas comunas, así como en los dos establecim­ientos se mide la temperatur­a y se utiliza un pediluvio al ingreso. “Pórtate bien”, le dice un apoderado a su hija en el Huelén, que tiene apenas a 24 alumnas de 790 totales sin acudir por razones relacionad­as al Covid. “Aprende harto”, se oye a otro decirle al hijo en Las Américas Modernas, donde han tenido un 60% de respuesta positiva. Ambos escolares pasan por el termómetro -manual en el primer caso y una pantalla en el segundo- antes de hacer ingreso a las aulas.

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En efecto, en el colegio de niñas, su directora expone que el primer día tuvieron 85% de asistencia, algo que se condijo con una encuesta previa realizada en el colegio, donde la mayoría casi absoluta estaba de acuerdo con el retorno. Fue ahí, de hecho, cuando les exhibieron a los padres, a través de piezas audiovisua­les, la preparació­n del establecim­iento. Y aunque en Independen­cia no tenían los recursos para realizar algo así, se abrieron las puertas para que los mismos padres fueran testigos de cómo se habían alistado. Y la respuesta fue más que positiva. Ninguno de los dos establecim­ientos ha tenido brotes de Covid hasta ahora.

En ese sentido, María Ignacia Villarroel, educadora diferencia­l de la institució­n en Independen­cia, expone que en su caso el regreso “ha sido muy gratifican­te, enriqueced­or y emotivo. Para todos nuestros estudiante­s y comunidad educativa en general, ya que todos siempre se han sentido protegidos y seguros en nuestro colegio”.

“¡Con distancia!”, es el recordator­io que constantem­ente se escucha por parte de casi todos los docentes. Aunque los estudiante­s respetan, bien vale una ayuda memoria para no romper los protocolos y acercarse al compañero más allá de lo debido.

Llegado el momento de las clases, al interior de las salas, a pesar de la evidente diferencia en el tamaño de ellas, se mantiene la distancia de un metro entre cada mesa. Las mascarilla­s no se abandonan en ningún momento, en ninguno de los dos colegios. Incluso, hay de reemplazo por si algo llega a pasar. Ya son parte del inconscien­te colectivo: se ve en la cara de una pequeña de quinto básico mientras pregunta por una sumatoria en Independen­cia y de otra de segundo medio en Vitacura que intenta resolver dudas sobre las 82 lunas de Saturno, mientras la observan sus 20 compañeras que están en modo presencial y dos en híbrido.

Claudia Tornini, jefa de departamen­to y profesora de Lenguaje del Huelén, expone: “El aprendizaj­e tiene un fuerte componente emocional que es muy difícil transmitir a través de los medios digitales”. Y agrega: “Las mismas alumnas dicen que están muy contentas de volver, porque no solo aprenden más fácil, sino con más profundida­d”.

Las preguntas son las mismas y abundan, y las clases no han cambiado, como antes. Las diferencia­s parecen estar más en el cómo llevar adelante la presencial­idad en que si se hace con efectivida­d. Con los recursos de cada quien, mientras en el Huelén pueden recibir a toda su matrícula al mismo tiempo, en Las Américas Modernas han debido alternar a sus cursos entre días y horarios (mañana y tarde) para acogerlos a todos. Pero aún así encuentran similitude­s: ambos tienen salas de ‘rebase’, donde llevan a alumnos en caso de superar los aforos de un aula en particular.

“Ha sido un proceso. Es como cuando un niño empieza a caminar y hay cierta inestabili­dad: en los primeros pasos siempre va a haber ciertos temores, pero cuando los papás se van dando cuenta de que los protocolos funcionan y el alumnado toma conciencia, se transforma en un hábito de vida. Las alumnas conocen la importanci­a del uso de la mascarilla, del lavado de manos y del distanciam­iento, así como las familias y los profesores”, asevera Reyes, la directora del Huelén.

Villarroel, su par de Las Américas Modernas, asiente: “Nuestro colegio es pequeño, los cursos no son de más de 25 niños y los aforos se han podido cumplir. Los niños vienen y disfrutan, aunque sean poquitas horas las que están acá. Pasa que la mayoría vive en un espacio de 3x3 e incluso no tienen las condicione­s para hacer sus tareas”.

Suena el timbre, llega la hora del recreo y los pasillos que antes acostumbra­ban a escuchar gritos y niños correr, ahora son testigos de descansos dirigidos y observados por los profesores. Las colaciones no se comparten, y así como en el Huelén la pista de recortán es utilizada

como patio para tener a todos los cursos separados, en Independen­cia los alumnos se sientan en sectores también delimitado­s.

Y así, con muchos más metros cuadrados uno que otro establecim­iento, en los dos el 100% de sus docentes están vacunados, algo que sus directoras aseguran alivió a profesores y apoderados. Además, en ambos existe la señalética, las escaleras diferencia­das para subir o bajar, los ventanales abiertos, la flexibilid­ad con el uso del uniforme y los accesos variados.

“Acostumbra­rse al principio fue tenso, pero era necesario. Antropológ­icamente somos seres sociables y por el solo hecho de venir, las alumnas quiebran sus rutinas”, recuerda Reyes. ¿Ha sido difícil? “Las más chicas venían con una escuela doméstica súper fuerte, de hecho, había que relajarlas un poquito. Y en las profesoras al inicio había un poco de susto, porque no había vacuna. Fue necesario ir trabajando la parte emocional”, agrega.

El día escolar empieza a llegar a su fin. “¿Te lavaste las manos?”, se oye en uno de los pasillos del Huelén. Es la pregunta de moda entre compañeras. En Las Américas Modernas, en tanto, la pequeña Vale vocifera antes del adiós: “Esto es mucho mejor que estar en la casa aburrida”. En Independen­cia y Vitacura, la jornada llega a su fin. Mañana será otro día de clases presencial­es.b

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