El Gorbachov del Frente Amplio
El diputado Gabriel Boric, con la lucidez que lo caracteriza, reflexiona en una entrevista en este medio sobre la crisis de Frente Amplio. Reconoce que parte de ella pasa por lo que llamó una “arrogancia imberbe”. Como tantas otras veces, Boric da muestra de una madurez escasa en su generación y en su grupo político, y además de ello de un sentido de la realidad muy distante de los discursos tipo comunicado que suele ocupar la izquierda para hablarse a sí misma.
Si estamos en presencia de un político tan sagaz y claro respecto a la crisis de la izquierda, la política y además con una práctica consistente con su discurso, ¿cómo se explica, entonces, su dificultad para juntar las firmas necesarias para poder inscribirse en la primaria? Si se exploran redes sociales, columnas, comentarios, encuestas, parece haber un consenso sobre su calidad humana; entonces ¿por qué no están las masas aclamándolo y no es la figura de salvación de la izquierda?
Las dificultades burocráticas para juntar las firmas es la explicación más común que se escucha en sus filas, en vez de asumir que hay un asunto más profundo asociado con la política. Pero no se logra justificar en modo alguno. Centenas de candidaturas independientes a la Convención Constitucional lograron juntar firmas, sin poseer la plataforma mediática del diputado, y sin las redes territoriales de su movimiento.
Tampoco son explicables los ninguneos que suele propinarle la diputada Jiles, quien tiene con el ahora candidato presidencial una larga cuenta anotada en la libreta, desde que éste trató de sacarla de la comisión de constitución; leyendo correctamente que ahí instalada iba a hacer acciones para promover su proyecto personal de figuración. De hecho, las palabras despectivas y cantarinas fueron una provocación que aumentó el hilo de firmantes.
Boric tampoco es una figura institucional como para ser víctima de esta histeria de antipolítica que se ha apropiado del estado de ánimo y que dan cuenta día a día, los medios más masivos como la televisión. Pareciera que al diputado por Magallanes le afecta el mismo mal que en su tiempo tuvo Mijail Gorbachov, admirado por contrarios por develar de manera honesta las miserias del comunismo soviético, pero por ello mismo despreciado por sus pares.
El solo hecho de convertirse en una figura pop, que firma acuerdos para darle una salida institucional a la crisis política que vivía el país en noviembre, convierte a Boric en motivo de sospecha para la izquierda asambleísta. Recuerda entonces a Gorbachov que firmaba tratados para terminar con la fiebre de misiles que se había convertido la Guerra Fría, o buscaba dar algo de aire fresco a las anquilosadas instituciones soviéticas; al mismo tiempo que hacía rechinar los dientes a los mismos que lo aplaudían.
Boric, al buscar terminar con esa zona de confort de izquierda quejumbrosa del Frente Amplio y que ha contagiado incluso a sectores de la ex Nueva Mayoría, hace rechinar de rabia a los compañeros y compañeras, que aunque proclamen públicamente su candidatura, secretamente aplauden su caída. La derrota de Pablo Iglesias en España, que osciló convenientemente en darle los votos al PSOE y la rebeldía discursiva, hace pensar a algunos que debiera imitar el magallánico a su alter ego madrileño y largarse a los medios. Ojalá el destino político del más talentoso de la generación del Frente Amplio no termine como el de Mijail, convertido en figura de un comercial de la instalación de Pizza Hut en la Plaza Roja.