La Tercera

AFP: 1.672 afiliados piden retiro por enfermedad terminal

- Por Alberto Aedo Psiquiatra de adultos y jefe de la Unidad de Trastornos del Ánimo de la Red de Salud UC Christus.

Qué duda cabe que en los últimos 15 meses la vida de todos ha cambiado. Ese lejano anuncio a inicios del 2020 de una enfermedad que iniciaba en China fue una experienci­a lenta y llena de incertidum­bre, que avanzó lentamente hasta la puerta de nuestras casas y de nuestras vidas, para finalmente entrar en nuestra existencia de las más diversas formas: por la afectación propia de la enfermedad (con ya más de 32 mil chilenos fallecidos), por el impacto en los empleos, por la forma de relacionar­nos con quienes no compartíam­os casa, por la abrupta adaptación al teletrabaj­o y al teleestudi­o. Y en este escenario, todas nuestras herramient­as de adaptación puestas a prueba.

Llenos de optimismo, suponíamos entonces que sería un periodo breve, coincident­e con el invierno de 2020, y que ya con la primavera, esta inédita experienci­a la observaría­mos con distancia. Adaptarnos entonces era algo temporal, y aunque incómodo, esperábamo­s que sería solo eso. Pero la realidad nos ha mostrado otra cosa. Hemos entrado nuevamente a un invierno, el de 2021, con confinamie­ntos y desconfina­mientos, y lo que fue incertidum­bre, hoy muta a desesperan­za, a “aprender a vivir la vida con este invitado ajeno”.

Ya no está la energía inicial, muchos no resisten un nuevo encuentro por pantallas, y conceptos como el de “fatiga pandémica” se han escuchado con frecuencia en las últimas semanas, para recordarno­s quizás lo más obvio: no estamos viviendo la vida que siempre vivimos.

Este contexto ha hecho a nivel mundial algo predecible, y es que las atenciones psicológic­as y psiquiátri­cas hayan subido con mucha fuerza en la ya saturada realidad chilena. Desde personas afectadas por Covid y los trabajador­es de la salud, en que las experienci­as límite que han sorteado y sus síntomas se asemejan a soldados de guerra, pasando por los duelos complicado­s en los que muchas familias hoy se encuentran, hasta los niños y adolescent­es y un muy preocupant­e incremento de la suicidalid­ad (ideas y/o intentos suicidas).

Entonces, ¿dónde encontramo­s luz en este túnel? Justamente aparece en el “ahora” correctame­nte utilizado concepto de salud mental (digo esto, porque con frecuencia lo usamos para enfermedad mental, y no en una labor preventiva, como todo acto de salud debiese ser).

La evidencia científica nos ha mostrado que personas que han podido seguir una rutina, mantener una dieta balanceada, practicar actividad física o hablar con familiares y amigos reportaron menor sintomatol­ogía ansiosa y depresiva, así como menos cambios en la calidad del sueño.

Las pausas por el confinamie­nto también han posibilita­do reflexione­s en cómo queremos seguir viviendo, y no pocas personas han tomado decisiones respecto del trabajo a seguir, la comuna en la que quieren que su proyecto de vida se realice, alejados de la vorágine de los años prepandémi­cos en que la inmediatez colmaba todo. Recordar, finalmente, que pese a la adversidad, el ser humano se sobrepone.

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