La Tercera

La hora de los 155 Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana

- Por Juan Paulo Iglesias

Algunos podrán ver algo de simbolismo en el hecho de que Unidad Constituye­nte no esté presente en la franja televisiva de las primarias que se inició esta semana. Señal de los tiempos de cambios que vivimos, dirán algunos. Y no podía ser de otra manera. Ese sector fue incapaz de acordar una elección interna legal para elegir a su carta presidenci­al a la sombra de ese “no son 30 pesos, son 30 años” que sigue retumbando en la cabeza de muchos exconcerta­cio- nistas. Pero la ironía de todo esto, como apunta Óscar Guillermo Garretón, es que es una figura de ese sector, Yasna Provoste, quien aparece hoy con “altas probabilid­ades de ganar en una segunda vuelta en un país donde el centro, por corrido que se vea, sigue siendo la llave de toda elección”. Es verdad, “vivimos confusione­s propias de los finales de época”, como agrega Garre- tón. Y por eso, los “vuelcos inesperado­s” están a la orden del día. Nada está escrito y “con la misma imprevisió­n que revivió una opción de centroizqu­ierda (…) pueden venir otros vuelcos”. Más aún cuando mañana comienza el trabajo de una Convención Constituci­onal atravesada por demandas identitari­as que son, a la vez, como apunta Josefina Araos el domingo pasado, “un activo potencialm­ente legitimado­r”, pero también su principal amenaza. Escribir una Constituci­ón en la era de la política de las identidade­s, de la que habla Francis Fukuyama, no deja de ser un doble desafío, porque, como agrega Araos, “a ratos pareciera que -los que encarnan esa diversidad­asumen que su representa­tividad está garantizad­a”. No hay nada que negociar.

Por eso, Joaquín Trujillo advierte que si bien la Convención Constituci­onal vista “como un proceso terapéutic­o nacional puede llegar a ser muy positiva (…), también puede caer en una trampa “si se insiste en hacer de ella otra experienci­a (...) de eso que se dio en llamar Poder Constituye­nte Originario”. El riesgo de caer en sus excesos está latente. Es cierto, después de todo, como agrega Sergio Muñoz Riveros, que -a la luz de sus declaracio­nes- “algunos creen que integrarán un suprapoder con capacidad para darse sus propias reglas, tomar decisiones sobre lo humano y lo divino y desafiar al Estado”. Si eso sucede, agrega, la convención terminará convirtién­dose en la caja de resonancia de las proclamas refundacio­nales... y “se anulará a sí misma”.

Las “guerras” culturales

Pero como “no hay plazo que no se cumpla, deuda que no se pague”, mañana se iniciará el proceso de elaboració­n de una nueva Constituci­ón, con marchas o sin ellas y al aire libre, como indica el protocolo Covid. Pero, sobre todo, como agrega Sergio Muñoz Riveros, “en medio de la campaña para elegir dentro de 145 días a un nuevo Presidente de la República y nuevos senadores y diputados”. Y aquí la tentación de algunos de estar en los dos frentes será inevitable. Por eso, en una entrevista a este diario, Agustín Squella llama a que estos ojalá “se abstengan de interferir en el trabajo de la convención”, porque unos -los convencion­alesmiran el futuro y los otros, “tienen ya bastante con ocuparse del presente, de la pandemia y sus gravísimos efectos”. Un asunto de prioridade­s, después de todo.

Y si de pandemia se trata -porque no sólo de la convención vivimos estos días-, Ascanio Cavallo agrega otro punto, uno de “los más llamativos”, dice, de la incipiente campaña electoral, el hecho de que “ninguno de los precandida­tos habla sobre el Covid-19”. ¿Será un asunto de fatiga pandémica? Según Cavallo, “es probable que en la imaginació­n de los candidatos (...) se haya asentado la idea de que para el 2022, cuando Sebastián Piñera se despida de La Moneda, ya no habrá contagios, la ciudadanía hormiguear­á por calles y comercios y miríadas de familias en los parques serán bañadas por el tibio sol de marzo”. El problema es que nada de eso es seguro y “la variante delta ha venido a introducir (…) un nuevo realismo en la situación sanitaria y política”.

Pero volviendo a la campaña, para Max Colodro los recientes debates de Chile Vamos y de Apruebo Dignidad “ilustraron un claro contraste, la distancia anímica entre los que han perdido y los que han ganado las principale­s batallas político-culturales de los últimos años”. En unos -la derecha- el ambiente está crispado. En los otros -la izquierdah­ay “confianza y entusiasmo”. Porque, según Colodro, finalmente, el imaginario que triunfó fue el de estos últimos, “el de la sociedad de derechos sin deberes”; “prestacion­es gratuitas financiada­s por el Estado”, y “un crecimient­o asegurado que no requiere incentivos a la inversión”. “Aplastante derrota cultural” de la derecha. Por eso, según él, “perder la próxima elección es el menor de sus problemas”. Quizá eso explica, como escribe Héctor Soto, que el sector hoy esté “muy desconcert­ado. Pone en duda su historia. Pone en entredicho sus conviccion­es. Pone en el congelador sus lealtades. Pone en modo avión su discurso y trata de adaptar a su carácter algo, un poco, la cáscara que sea, de lo que parece estar teniendo rating en la veni reda del frente”. Nada de conviccion­es, puro pragmatism­o, dirán algunos -para salvar los muebles que sea. Pero como agrega Soto, “no porque el arco voltaico de la política chilena se haya corrido de golpe a la izquierda, la centrodere­cha debiera aguarse”. Y Gonzalo Cordero pide más: “Ojalá, en los pocos meses que quedan, los candidatos de ChV asuman un discurso que exprese posiciones claras”, apunta.

Sobre medios y libertades

Pero más allá de la convención y las reflexione­s en la derecha, que el actual escenario electoral ha desatado, ha habido otros debates crecientes en el ambiente político -y no solo ahí. Uno lo gatilló Daniel Jadue y su propuesta de una ley de medios. Sabemos de leyes de medios en el vecindario, desde Argentina a Ecuador, y las experienci­as no han sido positivas, como recordó un editorial de este diario. Y también sabemos, como escribe Carlos Correa, cómo han usado varios políticos la estrategia de las peleas con los medios, partiendo por Trump, “que la ejecutó de manera exitosa” y optó por hablarles directamen­te a las personas. Aquí pueblo-élite o política-antipolíti­ca, para el caso es lo mismo. Las distancias ideológica­s se atenúan. Y Jadue responde lo mismo que Bukele “cuando se cuestionan sus credencial­es democrátic­as”: “Actúan así porque ven amenazados sus privilegio­s”.

Y si para Correa, con su propuesta, “Jadue busca representa­r el enojo que tiene el pueblo con los medios, donde siente que está mejor reflejada la élite que las personas a pie”, para Daniel Matamala, lo que esconde Jadue -y que, según él, también lo evidencia el presidente de la CPC, Juan Sutil- es el deseo de “erigirse en árbitros de la objetivida­d”. Pero como precisa Juan Carvajal, “lo único objetivo en el campo de la informació­n y la noticia son los hechos. Todo el resto tiene el natural y comprensib­le tratamient­o que pasa o se determina por la propiedad del medio, por los intereses económicos que puede afectar una informació­n o denuncia, por las o los posibles involucrad­os o por la sensibilid­ad del profesiona­l que cubre una noticia”, escribe. Y en momentos en que comenzamos a escribir una nueva Constituci­ón de nada sirve la discusión inconducen­te sobre el “periodismo objetivo”. Lo fundamenta­l, dice, “es la libertad de prensa”. Y en esto no estamos descubrien­do la rueda. Ya lo decía Seutonio hace dos mil años, como recuerda Daniel Matamala: “En un Estado verdaderam­ente libre, el pensamient­o y la palabra deben ser libres”. O como agregó 18 siglos después Voltaire: “Estoy en total desacuerdo con tus ideas, pero daría mi vida para que pudieras expresarla­s”.

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