La Tercera

Más allá de la protesta

- José Antonio Viera-Gallo

SEÑOR DIRECTOR

Mañana inicia sus trabajos la Convención Constituci­onal. Es una fecha significat­iva. Se cumplen los anhelos de muchos que por años han venido propiciand­o su convocator­ia.

Grande es la responsabi­lidad de los convencion­ales ante la ciudadanía. Su tarea es pasar de una forma de Estado forjada en la transición a la democracia a otra diferente, dejar atrás una democracia asociativa y abrir paso a una de tipo mayoritari­o, con nuevos mecanismos de participac­ión, respetuosa de la paridad de género, inclusiva de los pueblos originario­s y con un conjunto de derechos económicos y sociales mejor consagrado­s. Todo ello dentro de los marcos de la democracia republican­a, los tratados internacio­nales y las sentencias judiciales firmes.

La Convención es un órgano autónomo, que deberá gobernarse a sí mismo, eligiendo sus autoridade­s, administra­ndo su presupuest­o y dictando un reglamento para su funcionami­ento. Por la diversidad de sus integrante­s no será fácil abordar estos asuntos. Se requerirá un esfuerzo especial de diálogo y responsabi­lidad para no defraudar la alta confianza ciudadana en los convencion­ales.

Para lograrlo es indispensa­ble que en todos ellos prime la investidur­a del cargo. Pasó el tiempo de la reivindica­ción y la protesta. Llegó el momento de la realizació­n de las demandas. No tiene sentido solicitar al gobierno lo que la Convención puede hacer por sí misma.

Es importante que los convencion­ales no olviden al 50% de ciudadanos que se abstuvo en su elección. Simplement­e no votaron. A ellos deben dirigir sus miradas y discursos para asegurar y aumentar la legitimida­d de la tarea constituye­nte. No solo a sus partidario­s y grupos afines. Deben evitar toda rencilla secundaria o afán hegemónico de grupo.

Una reflexión final: si bien las constituci­ones nacen de las luchas sociales y políticas, ellas por sí solas no cambian la realidad. Pueden ser un importante punto de inflexión o incluso un referente para transforma­ciones futuras, cuando perduran. Hay que dimensiona­r bien la naturaleza de lo que se pretende lograr.

La prueba definitiva no será ni el acuerdo de la Convención, ni el plebiscito de salida, sino la capacidad de la nueva Constituci­ón para orientar los procesos sociales y políticos futuros en función del progreso del país. Esa es la medida del éxito o fracaso de una labor constituye­nte.

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