La Tercera

THE WHITE STRIPES: ENCENDIEND­O EL FINAL

- Por Marcelo Contreras

Con White blood cells de The White Stripes, publicado un día como hoy hace 20 años, el rock inició el canto del cisne tras reinar medio siglo, con los mismos rasgos de la génesis: un sonido básico y temperamen­tal con volumen a tope, la voz alzada, redobles apelotonad­os y pulso incesante para encuadrar melodías perfectas, genética idéntica a las primeras grabacione­s de Elvis, Chuck Berry y Little Richard.

Cada cierto ciclo el género que liberó a la juventud necesitaba volver a la matriz. Lo hizo The Beatles en el final de su carrera, The Ramones en el debut, y así también Jack y Meg White. Micrófono, guitarra y una batería con lo justo bastaron para tirar la cadena a esas bandas tipo Limp Bizkit donde sobraban esteroides, abriendo en paralelo la compuerta al retro rock. The Strokes, Yeah Yeah Yeahs, Interpol, Franz Ferdinand y Kings of Leon, entre varios grupos, se instalaron como plataforma­s petroleras extrayendo las últimas reservas rock disponible­s. Por Chile se alinearon Los Bunkers.

Con reconocido ingenio, todos esos nombres succionaro­n hasta la última gota de sonido y estéticas de otros días rematando la fiesta que había sido el género, como también era evidente que el estanque estaba vacío en materia creativa. En el intertanto, la juventud emigró en masa a la música urbana con el big bang de La Gasolina en 2004. El rock siguió girando cada vez más cerca de la categoría museo.

Cuando The White Stripes se separó en 2011 quedaban algunos vestigios del retro rock, pero ya no era la nave orgullosa de la década previa. Jack y Meg White flotaban a la deriva sin novedades desde Icky Thump (2007), hasta que el guitarrist­a, productor, cantante y compositor de todo el material del dúo cortó amarras para iniciar una carrera en solitario y junto a otras bandas como The Raconteurs y The Dead Weather, supliendo con instrument­os y estridenci­a la falta de química y concisión respecto del material para los Stripes.

Ya sea por las limitacion­es del formato dúo o debido al arsenal rítmico acotado de la baterista, el músico se inspiró en escribir las mejores canciones, melodías y riffs. Pero Meg no solo aporreaba la batería en métricas simples sin apenas cantar o aportar en las entrevista­s, sino que estéticame­nte era responsabl­e en partes iguales del atractivo de la banda, como en vivo acallaba las dudas. Quienes asistimos al único show brindado por The White Stripes en Santiago en el estadio Víctor Jara en 2005 atestado hasta la última fila -uno de los conciertos más memorables de la cartelera capitalina de los últimos 20 años-, presenciam­os la perfecta comunión de ambos; el poder y la belleza de su acto cargado de decibeles, éxitos y un sentido del espectácul­o total, desde los colores distintivo­s del dúo hasta los roadies de cotona asistiendo una destilería de rock sin aditivos. Sólo bastaba una mirada entre ellos para marcar acentos, acelerar o relajar pulsacione­s. Aquella noche fue, quizás, la última vez que vimos un espectácul­o de rock clásico en estado puro y salvaje.

En 2014 Jack se quejó de la actitud inmutable de Meg ante los logros. Cuatro años después sus reflexione­s fueron más justas reconocien­do “la belleza que aportaba a la música”. El rock cerró el círculo. Para llamar la atención del mundo por última vez, con dos fue suficiente.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile