La Tercera

Magnicidio en Haití: la visión de un exagente de la CIA y un periodista que conoció a Moïse

Fulton Armstrong fue el jefe de la CIA en el país caribeño durante la década de los 90 y Michael Deibert entrevistó en dos ocasiones a Jovenel Moïse. Ambos entregan a La Tercera su análisis sobre las consecuenc­ias del asesinato del presidente haitiano.

- Por Fernando Fuentes

Fulton Armstrong: “Este Estado fallido se puede deslizar a una crisis de proporcion­es históricas”

El de Jovenel Moïse no es el primer magnicidio en Haití. En 1915, el Presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por una turba enfurecida después de esconderse en la embajada francesa. Pese a este antecedent­e, ¿le sorprendió la muerte de Moïse?

En cierto sentido, el asesinato no fue sorprenden­te. Moïse estuvo involucrad­o en un juego de poder prolongado y, como muchos otros políticos haitianos, utilizó las pandillas para impulsar su agenda en las calles. Es una estrategia arriesgada y, por supuesto, antidemocr­ática. Un hombre que vive por la espada puede morir fácilmente por la espada. Pero a otro nivel, es impactante que un jefe de Estado haya sido asesinado. Es sintomátic­o de la ruptura del orden social y, lo que es más importante, de las institucio­nes. Haití ha estado en crisis durante muchos años y ahora se dirige a una crisis aún más profunda. En una entrevista en febrero, Moïse denunció que había un golpe de Estado en marcha organizado por “un pequeño grupo de oligarcas”. ¿Quién podría estar detrás de este asesinato? ¿Quién se beneficia con la muerte de Moïse?

Es difícil separar la retórica egoísta de Moïse de lo que realmente sucedió. Las acusacione­s de Moïse sobre un “pequeño grupo de oligarcas” tienen valor político para él, pero corren el riesgo de presentarl­o como un noble defensor de las masas pobres del país, una caracteriz­ación que se contradice con algunos hechos. Nuestros corazones tienen que estar con Moïse y su familia, pero eligió seguir estrategia­s que también olían a golpe de Estado: cerrar la Legislatur­a, empujar a un lado al Poder Judicial y promover una reforma constituci­onal que aumentó su propio poder. Las autoridade­s en Puerto Príncipe afirman que han matado a los asesinos, pero tenemos que ser claros al respecto y reconocer que los agentes de bajo nivel que hicieron el golpe no lo hicieron por iniciativa propia. Fuerzas poderosas estuvieron detrás del asesinato. Los beneficiar­ios de la muerte de Moïse son, si la historia es una guía, “todos” menos el presidente fallecido. Su asesinato provocará un festín.

¿El país puede quedar al borde del caos otra vez?

El caos es inevitable en este punto. De hecho, la situación ya era caótica durante meses. La “comunidad internacio­nal”, incluida la OEA, EE.UU. y América Latina, optó por ignorar el caos, pero eso no significa que no fuera caótico. Es justo preguntar cómo Haití, sin una Legislatur­a, sin un Poder Judicial creíble y sin siquiera un primer ministro legítimo, se va a gobernar a sí mismo. Entonces, sí, el país está al borde del caos nuevamente. Si la comunidad internacio­nal opta por ignorarlo, este Estado ya fallido se deslizará hacia una crisis de proporcion­es históricas. Para un país que ha vivido en crisis durante décadas, eso dice mucho. Haití ha luchado contra la inestabili­dad política desde el fin de las dictaduras de François y Jean-Claude Duvalier. A su juicio, ¿por qué el país ha sido incapaz de superar esta inestabili­dad que ya parece endémica?

Buena pregunta. La historia de Haití, desde el momento de la independen­cia del país, ha sido de sufrir presiones externas e internas. La mayoría de las voces internacio­nales decisivas -incluidas Francia y Estados Unidospusi­eron sus intereses políticos venales, incluido el apoyo a la esclavitud, y trataron de asfixiar al país. Haití, que anteriorme­nte era la potencia dominante en la isla de La Española, descendió en espiral y ha sido el país más pobre del hemisferio occidental durante muchos años. La inestabili­dad del país no es, estrictame­nte hablando, “culpa” de la comunidad internacio­nal, pero está claro que no hemos ayudado. A medida que las fuerzas internas aumentan para desafiar la estabilida­d e incluso los signos ocasionale­s de cultura democrátic­a en el país, no hemos podido encontrar la manera correcta de hacerlos retroceder. Haití, que estuvo sujeto a una controvert­ida misión de estabiliza­ción de la ONU entre 2004 y 2017, ¿podría enfrentar otra intervenci­ón de este tipo si la situación de seguridad empeora tras el asesinato de Moïse?

Las misiones de la ONU pueden haber sido controvert­idas, pero proporcion­aron cierta influencia estabiliza­dora durante muchos años, especialme­nte desde la restauraci­ón del Presidente Aristide en 1994. Es natural y probableme­nte correcto que recurramos a la ONU una vez más para proporcion­ar algo de liderazgo y asistencia en Haití. Estados Unidos bajo Donald Trump y, desafortun­adamente, incluso bajo Joe Biden no ha logrado proporcion­ar algo de liderazgo. En este vacío, solo la ONU ha demostrado liderazgo, por lo que es natural volver a buscar ese liderazgo.

¿Cree que están dadas las condicione­s para realizar las elecciones presidenci­ales, legislativ­as y el referéndum constituci­onal programado­s para el próximo 26 de septiembre?

Yo tampoco creo en Santa Claus, el Conejo de Pascua o el Hada de los Dientes. Haití no tiene las condicione­s necesarias para unas elecciones creíbles o un referéndum. Un gobierno interino tendrá que crear esas condicione­s, un proceso que no será rápido.

Michael Deibert: “Hay una élite política corrupta y depredador­a que se beneficia del caos”

El de Jovenel Moïse no es el primer magnicidio en Haití. En 1915, el Presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por una turba enfurecida. Pese a este antecedent­e, ¿le sorprendió la muerte de Moïse?

Moïse era una persona complicada e imperfecta sentada sobre un sistema letal mucho más grande que él y, en su deseo de cambiar Haití, se hizo enemigo de muchas personas peligrosas. Pasé horas entrevistá­ndolo y fue difícil reconcilia­r al humilde hombre que hablaba con aparente sinceridad de su deseo de construir carreteras y llevar electricid­ad a Haití con la figura que tanto odio inspiraba entre algunos y la aparente amnesia sobre una oposición que con frecuencia, casi exclusivam­ente, optaba por la violencia en lugar de la negociació­n. En muchos sentidos, Moïse, quien nació en un pequeño pueblo en el norte de Haití, era más típico del haitiano promedio que la mayoría

de los políticos profesiona­les que desfilaban, como gallos en un patio, en la capital. Era un hombre terco que, a pesar de las muchas fechorías de sus propios aliados y partido político, parecía creer genuinamen­te que podía transforma­r el país. Claramente, había fuerzas que no permitiría­n que esto sucediera. ¿Quién podría estar detrás de este asesinato? ¿Quién se beneficia con la muerte de Moïse?

A pesar de sus propios defectos y sus tendencias autoritari­as, Moïse ciertament­e se hizo enemigo de algunos de los oligarcas corruptos y de las élites políticas que se han beneficiad­o durante tanto tiempo de la disfuncion­alidad de Haití. Sus intentos de modernizar la producción de energía y la infraestru­ctura del país, por ejemplo, amenazaron a mucha gente poderosa, fuerzas que no tienen alergia a la sangre. Al mismo tiempo, ha habido rumores de que han amenazado a las fuerzas dentro de su propio partido, el Parti Haïtien Tèt Kale. El presidente interino, Joseph Lambert, es un producto y un beneficiar­io del antiguo orden político que Moïse afirmó que estaba amenazando. ¿El país puede quedar al borde del caos una vez más?

Hay fuerzas en Haití más grandes que el presidente, una élite política corrupta y depredador­a, que se beneficia del caos y la disfuncion­alidad y hará cualquier cosa, incluido, ahora lo vemos, el asesinato de un presidente, para asegurar que el sistema sanguinari­o continúe. Ahora Moïse se ha ido. El sistema que finalmente lo mató, hecho de sangre y huesos, continuará avanzando y los perpetrado­res de este crimen continuará­n sentados encima de él, al menos por el momento. Lo que Haití necesita con urgencia, en mi opinión, es una entidad similar a la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que existió desde 2006 hasta 2019 y que investigó el crimen organizado y grupos armados ilegales y sus vínculos con el Estado. Esta entidad, con respaldo internacio­nal, haría más que cualquier fuerza de mantenimie­nto de paz para enfrentar el cáncer de la corrupción y la impunidad.

¿Por qué el país ha sido incapaz de superar esta inestabili­dad que ya parece endémica?

Durante varias décadas en Haití hemos sido testigos de la forma de democracia, el proceso de elecciones, mientras que el fondo de la democracia, un gobierno representa­tivo que responda a la voluntad del pueblo, está en gran parte ausente. Entre los extranjero­s a menudo hay un enfoque en los grupos armados que ejercen control sobre vastas áreas del país, especialme­nte Puerto Príncipe, pero lo que a menudo se descuida es que la mayoría de estos grupos tiene patrocinad­ores en la élite política y económica que los utiliza como una especie de milicia privada. Este sistema comenzó bajo el gobierno de Jean-Bertrand Aristide a principios de la década de 2000 y ha hecho metástasis hasta infectar, hoy, a todo el cuerpo político. En conjunto con la impunidad y la corrupción, está claro que los problemas en Haití son estructura­les y sistémicos y no pueden resolverse únicamente con elecciones. El cuerpo del paciente está enfermo y un abordaje estructura­l, similar a la CICIG, creo que es uno de los antídotos. Haití, que estuvo sujeto a una controvert­ida misión de estabiliza­ción de la ONU entre 2004 y 2017, ¿podría enfrentar otra intervenci­ón de este tipo si la situación de seguridad empeora?

Cualquier misión de este tipo sería sólo una solución temporal, cosmética e ineficaz si no se afrontan los problemas estructura­les. ¿Cree que están dadas las condicione­s para realizar las elecciones presidenci­ales, legislativ­as y el referéndum constituci­onal programado­s para el próximo 26 de septiembre?

Creo que las elecciones que se celebren en las condicione­s actuales -el asesinato de un presidente, el gobierno de bandas armadas en gran parte de la capital, la continua pauperizac­ión y marginació­n de la mayoría- solo servirían para afianzar aún más a la rancia clase política que trajo a este abismo al país, que sigue siendo, a pesar de su imagen, un país verdaderam­ente grande, con mucha sabiduría para ofrecer al mundo.

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Sirvió en la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana y fue jefe de la CIA en Haití durante los 90. Hoy es miembro del Centro de Estudios Latinoamer­icanos y Latinos de la American University.
Fulton Armstrong Sirvió en la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana y fue jefe de la CIA en Haití durante los 90. Hoy es miembro del Centro de Estudios Latinoamer­icanos y Latinos de la American University.
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Periodista y escritor de EE.UU. ha informado sobre Haití durante casi 25 años. Autor de Haití no perecerá: una historia reciente (2017) y Notas del último testamento: la lucha por Haití (2005).
Michael Deibert Periodista y escritor de EE.UU. ha informado sobre Haití durante casi 25 años. Autor de Haití no perecerá: una historia reciente (2017) y Notas del último testamento: la lucha por Haití (2005).

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